Community, The West Wing, Gilmore Girls... La televisión reciente está llena de casos en los que una serie pierde parte de su gracia o de aquello que la hacía especial cuando su creador suelta las riendas, bien por agotamiento o bien por despido. Como en toda norma, hay excepciones (a Revenge le sentó genial el cambio de showrunner y su tercera temporada fue la mar de entretenida), pero cuando nos enteramos de que Veep continuaría sin Armando Ianucci, los fans de Selina Meyer comenzamos a preocuparnos. Escribir insultos tan elaborados como los que suelta el personaje de Julia Louis-Dreyfus y todo su equipo parece fácil, pero no lo es.
Sin embargo, la sátira política de HBO, que ostenta el título de mejor comedia en emisión hasta que se celebre la nueva edición de los Emmy, tiene muchas opciones de revalidar la corona, porque su quinta temporada ha sido la más ambiciosa a nivel argumental, retorciendo las bases de la ley electoral norteamericana para seguir burlándose de la clase política del país. Y no ha reducido la dosis de carcajadas. (A partir de aquí, spoilers)
El empate en las urnas con el que cerraba su cuarta entrega ha dado lugar a una tanda de episodios que transcurren en apenas unos pocos meses, con Selina tratando de aferrarse a la presidencia con uñas y dientes. Por el camino ha perdido a su madre, en el que probablemente sea el episodio más bestia de la serie, y ha descubierto que su hija Catherine es lesbiana; dos giros en su vida personal que no la han distraído de su verdadera meta: ser la primera mujer presidenta elegida de los Estados Unidos.
Mención especial se llevan tres episodios: el ya mencionado de la muerte de la madre de Selina (5x04), que ha demostrado que David Mandel, el nuevo showrunner, tampoco tiene líneas rojas en cuanto a temas de los que reírse; el capítulo en el que vemos el documental que Catherine se ha dedicado a rodar toda la temporada y que muestra al equipo de Selina en todo su esplendor (5x09); y el episodio navideño en Camp David (5x08), pura comedia de enredo que recurre al clásico de los malentendidos al mezclar familia y diplomacia en una coctelera.
Si tuviéramos que poner alguna pega, quizá John Slattery podría haber estado más aprovechado. Sus apariciones se agradecen, pero viendo lo que son capaces de hacer con Hugh Laurie (que este año ha sido casi un actor más del reparto), lo suyo sabe a poco. Y, aunque Sue funciona genial en pequeñas dosis (y por eso nos gusta tanto), un poco más de ella no vendría nada mal.
Quizá lo más reseñable de la temporada sea el final, pues Selina no consigue, finalmente, ser presidenta y el futuro no pinta demasiado esperanzador para ella. Veep ha decidido acabar la quinta entrega con una especie de cliffhanger, ya que no tenemos ni idea de qué va a ser esta serie el año que viene (casi podría ser una series finale). ¿Optarán por un salto temporal? ¿Cómo harán para reunir al viejo equipo al completo? Todas estas preguntas quedan en el aire, pero lo que sí parece estar claro es que, de una forma u otra, va a seguir siendo una comedia divertidísima.
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