Fuente: Zimbio
Estos días se está hablando, y con razón, del fenómeno de Stranger Things, una de las propuestas más completas que hemos visto en televisión este año. Adictiva, entretenida, encantadora e incluso servicial, Stranger Things se ha convertido en el tema de conversación del verano. Pero no he venido aquí a hablar de ella. Al menos, no de ella como serie, sino más bien como fenómeno o como resumen del mismo. Ahora me explico.
A pesar del francamente impresionante trabajo de los Hermanos Duffer —a los que desconocíamos como autores de algunos guiones de esa "joyita" que es Wayward Pines, por cierto—, si hay algo que me llame más la atención que su último trabajo es, precisamente, el que se haya estrenado justo ahora.
A pesar del francamente impresionante trabajo de los Hermanos Duffer —a los que desconocíamos como autores de algunos guiones de esa "joyita" que es Wayward Pines, por cierto—, si hay algo que me llame más la atención que su último trabajo es, precisamente, el que se haya estrenado justo ahora.
Y hablo del ahora como un momento de la televisión bastante evidente, en el que la creatividad proveniente de las altas esferas se encuentra bajo mínimos, en el que se busca la rentabilidad por encima de todo, y donde la guerra entre canales y plataformas es cada vez más sangrienta. Un momento en el que todos los jugadores han decidido escoger como caballos de batalla no a sus propuestas más rompedoras e innovadoras, sino a aquellas que han decidido rescatar del recuerdo. Y algunas estaban bastante mejor enterradas.
Es ahora cuando se ha estrenado Stranger Things y, queramos o no, es el momento perfecto.
Es ahora cuando se ha estrenado Stranger Things y, queramos o no, es el momento perfecto.
La televisión de las modas y el revival
Fuente: FOX
Que los contenidos televisivos responden, a grandes rasgos, a un patrón, que a su vez está definido por una serie de modas y gustos previamente testados, es algo innegable. En el caso de la ficción, los policíacos nórdicos, las series de superhéroes, las familias modernas, el relato criminal, los zombies, o las propuestas de antología, entre tantas otras, aparecen en masa en nuestras pantallas activadas por algún éxito previo —no necesariamente en televisión— que hace que guionistas, estudios, productoras, y cadenas traten de ofrecer una propuesta que encaje con la temática de moda.
No todas consiguen cuajar. Que una serie policíaca triunfe en Dinamarca no garantiza que sus clones americanos vayan a hacerlo. Que un universo cinematográfico reviente la taquilla no significa que en televisión se vayan a calentar los audímetros —aunque a ciertas plataformas les interesa estar en el candelero a pesar de su dudoso éxito en televisión—. Para que nos entendamos, el que las networks pasaran años buscando "la nueva Lost" sin éxito es la prueba definitiva de ello.
La televisión es un negocio despiadado, Ahora todavía más, cuando la plenitud de la oferta ha transformado el modelo televisivo y ha dejado a sus grandes participantes prácticamente en cueros: donde antes tenían un puñado de éxitos ahora tienen, como mucho, uno —y fácilmente agotable, que se lo digan a Quantico o a Empire—. Ya no sirve ceñirse a una corriente de gustos y modas. Ahora hay que apuntar más alto, más lejos, más profundo.
No todas consiguen cuajar. Que una serie policíaca triunfe en Dinamarca no garantiza que sus clones americanos vayan a hacerlo. Que un universo cinematográfico reviente la taquilla no significa que en televisión se vayan a calentar los audímetros —aunque a ciertas plataformas les interesa estar en el candelero a pesar de su dudoso éxito en televisión—. Para que nos entendamos, el que las networks pasaran años buscando "la nueva Lost" sin éxito es la prueba definitiva de ello.
La televisión es un negocio despiadado, Ahora todavía más, cuando la plenitud de la oferta ha transformado el modelo televisivo y ha dejado a sus grandes participantes prácticamente en cueros: donde antes tenían un puñado de éxitos ahora tienen, como mucho, uno —y fácilmente agotable, que se lo digan a Quantico o a Empire—. Ya no sirve ceñirse a una corriente de gustos y modas. Ahora hay que apuntar más alto, más lejos, más profundo.
Fuente: Entertainment Weekly
La moda del revival ya nos ha traído de regreso series que jamás pensaríamos que volveríamos a ver: Expediente X, 24, Heroes, Padres forzosos. Les seguirán Prison Break, Las chicas Gilmore o Twin Peaks. Y las que quedan.
Estos regresos por todo lo alto se han convertido en auténticos eventos que tienen, en resumen, una única misión: explotar la nostalgia del espectador y obtener un beneficio. No siempre funciona —lo de Heroes no ha sido, precisamente, un éxito— pero al menos tal movimiento sirve para rescatar una marca que respalde de alguna forma al canal, ya sea por números o por reputación. Por zafia y obvia que sea la estrategia, siempre funciona. Ahí no hay error.
Porque la nostalgia en sí misma se ha convertido en una moda en el terreno audiovisual. Lo vemos en televisión, donde los revivals amenazan con arrebatar el protagonismo a todo lo que se les encare. Lo vemos en cine, donde los remakes todavía siguen haciendo de las suyas, y donde se tratan de resucitar constantemente sagas de éxito —venga, fácil: Star Wars— hasta que nos sangran los ojos. Lo vemos hasta en nuestros smartphones, agotados de batería gracias a Pokémon GO.
Stranger Things, el epítome de la fiebre por lo nostálgico
¿Qué tiene que ver Stranger Things con esto? Nada, a primera vista. Pero todo, si lo observamos con perspectiva.
Como decíamos al principio, llama la atención que Stranger Things se haya estrenado en Netflix precisamente ahora, cuando las propuestas de ficción en televisión están claramente lideradas por el auge de las series del pasado. Cuando la nostalgia ha invadido prácticamente el primer escalafón de lo audiovisual.
La producción, que comenzaba a tomar forma en verano del año pasado, se difundía en los medios como una "carta de amor a los clásicos de los 80"*. A pesar de que es realmente posible que la llegada de Stranger Things haya sido una completa casualidad, no podemos pasar por alto el hecho de que Netflix sabe muy bien qué series le interesan a sus usuarios, y de que tiene un conocimiento bastante notorio de lo que funciona y lo que no en su negocio.
En ese sentido, ¿sería desorbitado pensar que otra de las virtudes de Stranger Things —y razones de su éxito, al menos en redes sociales— es la conciencia de plataforma y productores del momento que vivimos actualmente? ¿no sería lógico pensar, por su parte, que una serie que es un homenaje en sí misma y que explota ante todo la nostalgia de su público sería la propuesta perfecta para su catálogo?
Desde mi punto de vista, sea algo consciente o no por parte de sus responsables, veo a Stranger Things como el epítome de la moda nostálgica, el punto de inflexión en televisión de esta fiebre por el pasado. No le ha hecho falta a Netflix rescatar a más series del baúl de los recuerdos —aunque le ha ido, por lo que dicen, francamente bien con Madres forzosas, y previsiblemente repetirá éxito con Las chicas Gilmore—. Tan solo le ha hecho falta dar un paso más y volver a poner en la mesa, o en nuestras pantallas, no un fenómeno del pasado, sino al pasado en sí mismo. Por dios, si hasta está Winona.
Veremos qué impacto tiene Stranger Things en el conjunto de la ficción estadounidense, pero no descartaría alguna serie ligeramente inspirada en ella en la parrilla de la NBC del 2017. Tomen nota.
Como decíamos al principio, llama la atención que Stranger Things se haya estrenado en Netflix precisamente ahora, cuando las propuestas de ficción en televisión están claramente lideradas por el auge de las series del pasado. Cuando la nostalgia ha invadido prácticamente el primer escalafón de lo audiovisual.
La producción, que comenzaba a tomar forma en verano del año pasado, se difundía en los medios como una "carta de amor a los clásicos de los 80"*. A pesar de que es realmente posible que la llegada de Stranger Things haya sido una completa casualidad, no podemos pasar por alto el hecho de que Netflix sabe muy bien qué series le interesan a sus usuarios, y de que tiene un conocimiento bastante notorio de lo que funciona y lo que no en su negocio.
En ese sentido, ¿sería desorbitado pensar que otra de las virtudes de Stranger Things —y razones de su éxito, al menos en redes sociales— es la conciencia de plataforma y productores del momento que vivimos actualmente? ¿no sería lógico pensar, por su parte, que una serie que es un homenaje en sí misma y que explota ante todo la nostalgia de su público sería la propuesta perfecta para su catálogo?
Fuente: Netflix
Desde mi punto de vista, sea algo consciente o no por parte de sus responsables, veo a Stranger Things como el epítome de la moda nostálgica, el punto de inflexión en televisión de esta fiebre por el pasado. No le ha hecho falta a Netflix rescatar a más series del baúl de los recuerdos —aunque le ha ido, por lo que dicen, francamente bien con Madres forzosas, y previsiblemente repetirá éxito con Las chicas Gilmore—. Tan solo le ha hecho falta dar un paso más y volver a poner en la mesa, o en nuestras pantallas, no un fenómeno del pasado, sino al pasado en sí mismo. Por dios, si hasta está Winona.
Veremos qué impacto tiene Stranger Things en el conjunto de la ficción estadounidense, pero no descartaría alguna serie ligeramente inspirada en ella en la parrilla de la NBC del 2017. Tomen nota.
Nota: De las referencias y homenajes de Stranger Things ya se ha hablado largo y tendido. Nosotros pondremos nuestro granito de arena próximamente, pero mientras tanto es imperdible este post de Vulture.
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