No habíamos terminado de subirnos los pantalones y limpiarnos las babas tras Battle of the Bastards cuando Juego de Tronos nos ha vuelto a dejar de piedra con uno de los episodios más completos y potentes de toda la saga, Winds of Winter. Esta vez, sin complejos, podemos decir que la serie de HBO se ha cubierto de gloria rozando sin problemas la perfección, ya que no solo ha destacado en todas las facetas técnicas y estéticas, sino que ha demostrado que la continuidad de un producto seriado —en el sentido en el que el desenlace sirve como elemento de suspense en sí mismo — no solo sirve como mecanismo de reclamo, sino también como valor añadido a un complejo armatoste repleto de matices que cobra pleno sentido después de un desarrollo tan amplio como el que hemos visto en esta sexta temporada.
Dejando de lado lo inverosímil de algunos desarrollos —el famoso teletransporte de la sexta temporada por ejemplo— y la previsibilidad de ciertos desenlaces, generalmente auspiciados por el fenómeno fan y el sinfín de teorías que lo acompaña, Winds of Winter es un episodio que ha tenido que dejar satisfechos a todos y cada uno de los seguidores de la serie.
No es para menos. Aquí nuestra crítica.
La Reina Loca
Desde hace semanas venimos escuchando el rumor del fuego valyrio, crepitando por las catacumbas de Desembarco del Rey, mientras nuestras miradas se depositaban en la batalla política y religiosa que se gestaba en la superficie. También hemos leído sin cesar teorías acerca de que Cersei tomaría el relevo de Aerys Targaryen, el Rey Loco, incendiando la ciudad y convirtiéndose en la nueva reina de los Siete Reinos.
No hicimos caso, pero a medida que la realidad se incendia ante nuestros ojos reconocemos nuestro error mientras disfrutamos con regocijo de los veinte minutos previos al estallido de la ciudad. Cersei Lannister da un Golpe de Estado perfectamente diseñado, destrozando las dos principales instituciones de la ciudad —la Corona y la Fe— y a sus enemigos políticos —los Tyrell— en cuestión de segundos y de un solo golpe. La Reina Loca disfruta, a kilómetros de distancia, mientras bebe una copa de su vino favorito. Ha ganado.
O eso cree. A pesar de sus esfuerzos por salvar a su hijo Tommen, Cersei no contaba con que el amor de una madre nunca podrá igualar al peso de la conciencia, y el rey, presa de la culpa por la complicidad de su salvación, no duda en lanzarse al vacío desde la Fortaleza Roja. Y poco importa, porque Cersei se ha desprendido de su humanidad: la muerte de su último hijo parece no afectarle demasiado, ya que en su mente solo quedan las ansias de poder y de venganza. Que se lo digan a la septa Unella: Cersei es, sin miramientos, la nueva y más temible villana de la serie.
Muerto el monarca sin descendencia, Cersei se corona Reina de Poniente. Altiva, fría, divina y acorazada, la Lannister es coronada ante la atónita mirada de su recién llegado hermano. Una repleta de miedo y desaprobación que lo dice todo: él mató al Rey Loco, y el amor de su vida ha decidido seguir sus pasos.
Los pactos de Dorne
Era de los que confiaba en que Dorne volvería a aparecer esta temporada. Por muy decepcionante que fuera toda la historia sureña que vimos en la quinta entrega, estos personajes son de gran relevancia en las novelas y era evidente que tarde o temprano volverían a aparecer. Lo que no podía imaginar es que las Serpientes de Arena aparecerían acompañadas de Lady Olenna, dolida y realmente cabreada, con deseos de forjar una alianza que acabe con la hegemonía Lannister en los Siete Reinos, Una alianza que resulta tremendamente interesante pero que no sería suficientemente potente sin los apoyos necesarios.
¿Quién luchará a su lado? De las sombras vemos aparecer la calva de Varys, anunciando un pacto que hará temblar Poniente: la batalla de las reinas enfrentará, al menos de momento, a Daenerys, las Serpientes y los Tyrell contra Cersei. Ahora bien, habrá que ver hasta dónde llega su lealtad y si alguno de estos firmantes estaría dispuesto a ceder sus derechos en una hipotética victoria sobre el Trono de Hierro.
Rey en el Norte
El Norte no había encontrado la paz después de la Batalla de los Bastardos. Los Stark ganaron la batalla, pero no la hegemonía: los señores norteños tendrían que respaldar al nuevo gobernante, a saber una mujer o un bastardo, y el poder militar de los mismos —el ejército Tully Arryn y los salvajes— estaba en entredicho.
Después de resolver un conflicto sacado de la manga en el mismo momento en el que Davos se encontró de la nada la figurita del ciervo que le regaló a la princesa Shireen, que acaba con el destierro de Melisandre —un personaje cuya relevancia ha sido totalmente decepcionante esta temporada, dados los acontecimientos—, Jon y Sansa se han podido centrar en los conflictos políticos que tenían delante.
Por un lado, tras una breve pero acalorada discusión, Jon se proclama Rey en el Norte gracias, en parte, al discurso de la gran y pequeña al mismo tiempo Lyanna Mormont. Al igual que cuando se convirtió en Lord Comandante, Jon no ha pedido este puesto, sino que le ha sido conferido por su relevancia en momentos de necesidad: el invierno ha llegado y con él lo harán también los caminantes blancos, contra los que Jon ya se ha enfrentado.
Por otro, Sansa vuelve a coronarse como el mejor personaje de la serie al dar calabazas al mismísimo Meñique, quien se declara enamorado de la Stark tanto como del Trono de Hierro —no puede sentarse en él por sí mismo, afortunadamente—., al mismo tiempo que trata de avivar la llama de la ambición —ya que la del amor no hay quien la encienda— en la joven. La significativa mirada entre ambos al término de la reunión entre señores norteños pone de manifiesto un conflicto que seguramente veamos en la próxima temporada: ¿tiene Sansa la ambición de ser algo más que la hermana del Rey en el Norte? ¿será capaz de enfrentarse a su hermanastro?
Secretitos a la oreja
No mucho más al norte, Bran aparece por última vez únicamente —seamos sinceros— para cerrar el misterio del origen de Jon Nieve. A medias, eso sí. La secuencia de la Torre de la Alegría concluye con el reencuentro entre Ned Stark y su moribunda hermana Lyanna, que acaba de dar luz a un bastardo, hijo de un padre desconocido. Ese bastardo es Jon, algo que sabíamos desde hace eones. La identidad del padre queda implícita: Rhaegar Targaryen, el hermano mayor de Daenerys.
Eso convertiría a Jon en mitad Stark —aunque no hijo de Ned y, por lo tanto, con menos derechos sobre Invernalia— y en mitad Targaryen, aunque bastardo. Es decir, primo mayor sobrino de Daenerys, lo que podría convertirle en sucesor de la Casa Targaryen.
Nadie vs Chejov
Confusos como poco fueron los adelantos del episodio, que nos mostraban la celebración de la victoria de los Frey y los Lannister en el asedio de Aguasdulces. Jaime poco o nada tenía que hacer allí, pero había una razón que desconocíamos.
Arya Stark tenía que reaparecer en Poniente en algún momento, y empezamos a sospechar que no está muy lejos cuando la cámara se centra demasiado en una sirvienta en el salón de los Frey. En una serie en la que hay casi tantos personajes como minutos por episodio, el que se otorgue protagonismo a una aparente extra es, como poco, sospechoso. Cuando al final del episodio Walder Frey se queda a solas con ellas no hace falta sumar dos más tres para descubrir que la que se encuentra detrás de ese rostro no es otra que la joven Stark que, aprovechando su nueva habilidad, se ha infiltrado en los Gemelos para acabar con el asesino de Robb y Catelyn.
Los Frey no estaban en su lista, pero todavía quedan muchos nombres por eliminar. Que tiemble Cersei.
Nada por aquí
Quiero creer, y a las pruebas me remito, que hay algo en el futuro de Sam que será de gran relevancia para la historia de Juego de Tronos. Si no, no entendemos cómo la serie le dedica un buen puñado de minutos en mostrarnos su llegada a Antigua, donde se alista como aspirante a maestre, y donde vemos la impresionante biblioteca. ¿Apuestas?
Mientras tanto, el gatillazo llega cuando no vemos ni rastro de el Perro ni de la Hermandad sin Estandartes, que vuelven a las sombras después de su inesperado regreso hace unas semanas. Evidentemente, ellos también tendrán algo que decir.
En el amor y en la guerra
Había dos hipótesis sobre el final de temporada de Juego de Tronos: que los caminantes empezaran a cruzar el Muro, o que Daenerys finalmente se embarcara en su viaje a Poniente.
Ha sido lo segundo. Después de librarse de Daario Naharis, por el que —quién sabe si por pura sinceridad o porque su ambición ha cobrado nuevos límites— ha dejado de sentir mariposas; y de nombrar a un Tyrion que ha dejado de cuestionarse nada nueva Mano de la Reina, Daenerys comienza su viaje acompañada de sus dragones, la flota de los Greyjoy —¿qué ha sucedido con Euron?—, los dothraki y los Inmaculados. Ah, y Varys, que como tantos personajes de la serie, tiene la capacidad de teletransportarse.
Sin duda, la séptima temporada de la serie promete. Veremos el comienzo y posiblemente algo más de la Gran Guerra, que es como ha sido titulada, y con toda seguridad la invasión del Rey de la Noche y de los caminantes blancos. Mientras Poniente se prepara para la que personalmente prefiero llamar la Guerra de las Seis Reinas —Cersei, Daenerys, Sansa, Yara, Olenna y Ellaria—, el invierno ha llegado y algo nos dice que la vista tendrá que apartarse del Trono de Hierro durante un tiempo.
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