Las expectativas eataban por las nubes, el secretísimo era casi absoluto, y la decepción ha sido nula. El número nueve ha vuelto a postrarnos a todos a los pies de Juego de Tronos con un episodio brillante desde todos los puntos de vista. Desde el técnico, demostrando —aunque solo le hiciera falta a la vieja escuela— una vez más que el traslado de grandes presupuestos a la televisión tiene su recompensa si el motivo está justificado; desde el narrativo, concatenando las tramas norteñas y llevándolas al punto de ebullición, manteniendo el ritmo por encima de lo que nuestros corazones se pueden permitir; e incluso desde el punto de vista interpretativo, con absolutos regalos por parte de estrellas que hasta ahora no había deslumbrado plenamente —hasta Kit Harington lo ha dado todo—.
No obstante, los que verdaderamente salen recompensados de Battle of the Bastards son, por un lado, los seguidores de la serie, a la que difícilmente podemos ponerle peros después de haberse resarcido por completo con este episodio; y, por otro, la propia historia de Juego de Tronos, infinitamente recompensada después de alcanzar este punto de inflexión.
No obstante, los que verdaderamente salen recompensados de Battle of the Bastards son, por un lado, los seguidores de la serie, a la que difícilmente podemos ponerle peros después de haberse resarcido por completo con este episodio; y, por otro, la propia historia de Juego de Tronos, infinitamente recompensada después de alcanzar este punto de inflexión.
En otras palabras: Yas. Vamos a ello.
Yas Kween (in the North)
Hemos esperado seis temporadas para ver a esta Sansa y, después del largo viaje, todos los sufrimientos que hemos pasado con ella, y el repentino estirón emocional que ha pegado esta temporada —a la misma rapidez que el resto de los acontecimientos, algo con lo que no podemos hacer otra cosa que resignarnos a estas alturas—, si no es en estos momentos tu personaje favorito de la serie es que no hemos estado viendo la misma. Sin ir más lejos, ha sido capaz incluso de robarle protagonismo a la Batalla de los Bastardos, y eso es mucho decir.
La Batalla de los Bastardos ha sido uno de los momentos más épicos, por no decir el que más, de la serie. Pero no se queda ahí: Juego de Tronos ha sido capaz de hacer algo que pocas series consiguen: salirse de la pequeña pantalla y sumarse al álbum de recuerdos que hasta ahora prácticamente solo poblaban las batallas que hemos visto en el cine. Vibrante, sangrienta, bien escrita y apuntalada desde todos los frentes: una joya de pleno disfrute de la que nos acordaremos durante mucho tiempo.
Incluso en su grandeza se ha permitido el lujo de ser predecible, e incluso con ese defecto ha sabido salir airosa jugando muy inteligentemente con las piezas clave del tablero de ajedrez del Norte. ¿Qué resultado podíamos esperar si Jon y Sansa discuten por su escasez de guerreros, si Melisandre niega toda ayuda a la causa norteña, y si Sansa asegura con total precisión que Rickon no sobrevivirá mientras esté en manos de Ramsay?
Mientras Jon vive la batalla más emocional de su vida —tanto que parece absolutamente ido durante toda la contienda— sus compañeros sufren bajo el constante ataque del enemigo. Por un momento temimos que el guion de Juego de Tronos volviera a regalarnos un jarro de agua fría y tuviéramos que decir adiós a todas nuestras expectativas, pero al mismo tiempo sabíamos —no solo porque son los buenos, sino porque a todas luces la de los Bastardos ha sido una batalla cinematográfica totalmente rigurosa— que todavía quedaba por aparecer un actor en escena. Evidentemente, si no era Edmure Tully con un nuevo par de huevos tenía que ser Meñique con el ejército de Nido de Águilas. Al fin y al cabo le vimos hace no demasiado tiempo pidiéndole a su Lord adolescente ayudar a su querida prima.
Así, Invernalia cae, Ramsay es apresado y todo regresa a la tranquilidad para comenzar la transición que devolverá a la paz al Norte, aunque no será sencilla —apuestas a que Sansa acaba casándose con Meñique no por amor, sino por conveniencia—. Afortunadamente, no nos despedimos de ellos sin que Sansa le dé su golpe de gracia a su querido marido, permitiendo que muera de su forma preferida: devorado por sus propios perros de presa. La sonrisa de la Reina en el Norte nos sabe a gloria.
Yas Kween Khaleesi Bitch
La miopía de la Batalla de los Bastardos no nos había preparado para una nueva escena de nuestra khaleesi repartiendo cera como solo ella sabe. El asedio a Meereen está en sus manos, aunque sus enemigos no lo sepan.
Daenerys, cuya altivez crece por momentos —quién sabe si el gen familiar comienza a hacer mella en ella— toma el control de la ciudad en cuestión de segundos en una escena breve pero que iguala en grandeza a toda la secuencia que tiene lugar en el Norte. Por primera vez vemos a los tres dragones en acción y no podemos hacer otra cosa que aplaudir.
Definitivamente, si Daenerys llega a Poniente la cosa estará que arde, y eso nos lleva al siguiente punto...
Yas Kween del Hierro
No podía cerrar este comentario sin hacer mención al primer encuentro entre Daenerys y los Greyjoy, que se han teletrasportado a Meereen en cuestión de un par de episodios. Un encuentro rápido, certero y necesario, que cierra el acuerdo por el cual, y en principio, llevará a Daenerys, sus dragones, los dothraki y los Inmaculados, hasta Poniente. Todo ello a cambio de que la Targaryen le conceda la independencia a las Islas del Hierro como reino independiente y corone a Yara como reina, siempre y cuando su pueblo abandone sus costumbres inhumanas. El acuerdo se sella con un simbólico apretón de muñecas, después de un intercambio de palabras elocuente y al que no le ha faltado humor.
¿Comenzará la travesía marítima en el próximo episodio? Algo nos dice que no será tan sencillo.
*
Haciendo recuento, hay tres grandes tramas que deben replantearse en el próximo episodio: primero, el hipotético viaje de Daenerys a Poniente, que ya hemos comentando; segundo, la situación de Desembarco, donde veremos si el secreto mejor guardado de Cersei será capaz de hundir a la Fe —o de quemarla con fuego valyrio, como se rumorea—. Por último, la invasión de los caminantes blancos, una amenaza que, previsiblemente, acabará involucrando a todos los participantes del juego de tronos, por la cuenta que les trae.
Además, hay personajes que todavía tienen que llegar hacia un destino que todavía desconocemos: Bran, Arya y, en última instancia, el Perro y la Hermandad sin Estandartes —debe haber una razón para su regreso, nos pongamos como nos pongamos—, Sin olvidar a actores menores pero significativos, como Brienne o Melisandre, ya que parece que se avecina un nuevo enfrentamiento con Davos.
No obstante, lo más satisfactorio que se ha demostrado en este episodio es que en este juego de tronos los peones —al menos desde el punto de vista de los hombres— han llegado al otro lado del tablero y se han convertido en reinas. Además de Daenerys, Sansa y Yara, Margaery, Arya, Lady Olenna y, por qué no, las Serpientes de Arena, todavía tienen mucho que decir. Pero, sobre todo, la que más nos preocupa es Cersei, quien definitivamente llevará la voz cantante próximamente. ¿Tendremos un póquer de reinas en Juego de Tronos? Ojalá sea cierto.
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