Bodas, cirugía de alfombra, nuevas parejas, nuevos triángulos, identidades
secretas, tensión y dolor infinitos, cuatro hostias, el amor sin límites y un “hasta
aquí hemos llegado”. Cerramos la última
temporada de nuestro folletín de batas blancas favorito con un listón muy alto,
lagrimita cayendo y el sabor agridulce de un cliffhanger que desde aquí no
vamos a desvelar.
Seguimos de las rentas y los hombres. Alex y Meredith, suspersons, se tumban a ver las nubes pasar y filosofar sobre the ones, el señor cuyo nombre ha sido
pronunciado más veces este año que en vida y aquella innombrable que fue
desterrada de Shondalandia. Heigl, cómo las lías y qué guantada sin manos te
acaban de dar. Por remover memorias,
hemos estado a punto de mandarle un whatsapp a Cristina para que diese su
bendición a Hunt. Como si a ella le importarse Hunt algo más que a
nosotros.
La gran traición nupcial contra Amelia que nos vendieron viene de mano de
Meredith la Gris. Meredith, Team Yang hasta la médula, ofrece mypersonship durante la jornada a su “hermana”,
no sin antes hacerle un traje y haciendo apología de tragarte los sentimientos
hasta que revientes o te salga un bulto de los chungos. Meredith siendo heroína, villana, bruja y reina en su historia, que es básicamente
el único motor detrás de la producción de esta temporada.
Una vez descubierta la cifra exacta de polvos que Meredith le echó a Riggs
entre el episodio anterior y éste —cuatro, que cuando una se pone, se pone—,
pasamos a la fase de “ahora vamos a ir con la calma, que no tienes más tramas y
hay que dilatar ésta”. Ejemplo fehaciente: en
cuanto Riggs ya empieza las labores coitales para las que le contrataron, se
perdona toda rencilla milenaria con Hunt. Shondis, aquí se te ha visto el
plumero. Pero mogollón. Y ya verás cuando metan a Maggie de por medio, a quien
casualmente también se le ha olvidado que su tema con DeLuca sigue ahí.
Hablando de DeLuca, nuestro tierno New McDreamy, modelo de Abercrombie y
ex-ofensivamente guapo ahora que Alex le ha dejado la cara cual retrato cubista:
¿cuánto vamos a apoyar esa relación en
ciernes con Jo —o como sea que realmente se llame—? Pese a que lo del matrimonio previo es la
solución simple a la negativa hacia Alex, por lo menos saldremos del
cliffhanger con una pareja la mar de mona en lo que #HeiglVuelve.
Para los que quizás sí que se avecinen días más soleados son April y
Jackson. La Teniente Kepner se ha
marcado una cesárea a pelo que automáticamente se convierte en brutalidad
carnicera hito en la historia de la serie. Esto es algo que no ha hecho ni
Meredith, y estamos hablando de una mujer que el año que viene probablemente
sobreviva a un cataclismo nuclear. Habemus niña, habemus madre entera y por haber,
habemus hasta Ben Warren indultado. Qué embarazos más dramáticamente
productivos tiene esta mujer.
Y el último apunte de la crítica de la duodécima temporada se lo llevan ellas.
Callie y Arizona, cuyo protagonismo ha brillado por su ausencia y nos lleva a
pensar lo siguiente: ¿tendrán valor de
dejar salir a Callie por la puerta de atrás o aún no hemos visto el último
numerito musical de la Torres? La falta de material de las madres coraje
nos duele en el alma y nos negamos que el momento Aladdin liberando al Genio de la lámpara sea el adiós.
Hasta luego a todos.
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