¿Por qué falla Ben Warren como personaje? ¿Por qué un monográfico sobre su insensatez y querer venderse como la
nueva Cristina Yang, yonki de la cirugía certificada, ha sido de lo más
aburrido de la temporada? ¿Son culpables las expectativas que teníamos por
un “episodio doble”? ¿Qué ha causado este profundo bostezo en nosotros, tan
fiel e inocente audiencia? Katherine Heigl, ¿vienes ya o te mandamos un Uber de
esos?
Sí, a Miranda Bailey se le debía un protagonismo negado durante toda la
temporada, o desde que le arrancó las acciones de las manos a Alex Karev, pero para resarcir su discreción no hacía
falta darle un episodio al florero de su señor esposo. ¿Tú me sabrías decir
desde cuándo lleva Ben Warren en la serie? No, ¿verdad? Solo quieres saber
cuánto queda para que se vaya o desaparezca entre las cortinas de urgencias.
Y para rematar, la última, pero ésta se la vamos a achacar a los iluminados
de programación de ABC: si quieres hacer un episodio evento, hazlo, pero no vendas un especial de dos horas
cuando lo que hay son dos episodios seguidos, cada uno de su padre y de su
madre, sin ninguna cohesión de tono. Anatomía de Barateo y de no calcular bien
los parones.
Y los reyes del mazo y el procedimiento legal a lo tonto, Jackson y April,
nos proponen un nuevo cachondeo para rematar este par de episodios tan bien
ideados. Después de las órdenes de alejamiento, las hernias explosivas y las
madres mediantes, llega la Teniente
Kepner haciendo gala de su gataflorismo con el “ven aquí, moreno, y tócame la
barriga”. Con esa coherencia, querida mía, te digo lo que nos puedes tocar
a nosotros.
La semana que viene volverán las pancartas y la conciencia social al
hospital. Sobre la regulación armamentística en Estados Unidos, y no clamando
por el despido y/o ejecución de Warren, sentimos decepcionaros.







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