Crítica: Grey's Anatomy 12x13 All Eyez on Me

Pese a que promocionaron el episodio como uno de esos de proeza médica y ligeramente desagradable, la misión del Equipo A nos ha dado un poco de tela para cortar hoy en lo que denominaremos “La resurrección vaginal de Bernarda Alba”.

Meredith Grey se ha cansado de estar sola y pese a que todos los indicios iban a repasarse al aborrecible y aborrecido Nathan Riggs, Shonda ha preferido no ser tan descarada y poner un apuesto cirujano militar de por medio. No hay problema que no se arregle con un guest star con potencial de modelo de ropa interior, ¿verdad? En Seattle, la carrera de medicina se convalida en su totalidad con unos ojos que te hagan el culo Pepsi Cola y, como diría cierta señora que antes cantaba en otra factoría tróspida, “a jawline for days.” Quién tuviera un tumor explosivo que tratarse en el noroeste americano.

Con los WhatsApps intercambiados, sólo nos queda esperar hasta la semana que viene para saber la longitud del affair que le va a limpiar las telarañas a Meredith o si el Coronel Macizo va a acabar junto con aquel policía al que Callie enyesó la pierna —entre probablemente otros apéndices— y nunca supimos más de él.

Mientras tanto, en el hospital de donde siempre sales peor de lo que entraste, los novatos se llevan el episodio, entre animadoras, cismas de relaciones públicas y conflictos de intereses. Destacamos el papel de Warren, al que han querido dar sus quince minutos de gloria (o de deshonra) para que se mostrase como un doctor en sí mismo y no como el complemento favorito de Bailey. Hasta que ha tocado rendir cuentas ante ella. Las cosas como son: hay personajes sólo en plantilla para estar al servicio narrativo de otro y éste es el más claro ejemplo.

De la que seguimos descubriendo capas y capas es de Steph. La interna más prometedora de la generación no sólo sufrió infinitos dolores en su infancia, sino que fue animadora y lideresa del instituto. Steph se abraza a Penny como suplente de Jo y vuelven a resucitar el eterno debate sobre los privilegios de aquellos que se dejan la ropa interior en casa el primer día del MIR y seducen al primer doctor que encuentren con la bata blanca puesta o sin poner.

Y él. El último en sacarse el estetoscopio en mitad del quirófano, Andrew DeLuca, que no quiere ser un pretty boy de dormitorio. Quiere ser hombre florero de exteriores también. ¿Y quién mejor para gestionar esta “salida de armario” que alguien tan socialmente incompetente como Maggie?

Maggie, que ni sabe cómo comerse el marrón de hacer pública la relación ni se termina de creer el pedazo de jamelgo que le ha caído, no decepciona en el momento incómodo. Romantically in romance, nuestra pequeña cylon. ¿Qué haríamos ya sin ella dando la nota?

Os dejamos la promo del episodio de la semana que viene, con un pasito al frente de April y su bombo y una pelea de gatas de Jo y Meredith en la que probablemente la pequeña Nueva Izzie acabe siendo descabezada. Animalico.

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