Estoy bastante contento, entre otras cosas, porque sé que The Good Wife termina esta temporada, y me apetece más que se vaya por la puerta mediana —la grande se ha quedado un poco atrás— que arrastrándose en el fango como tantas otras series que duraron más de lo debido.
Lo bonito de The Good Wife es que hemos mantenido con ella, como si de un ser humano se tratase, una relación de amor y respeto mutuos hasta ahora. Incluso la pésima sexta temporada —a pesar de tener un nivel narrativo que ya quisieran otras series— la pasamos por alto como quien ignora esos pequeños defectos que acabamos reconociendo y soportando en nuestra pareja. No obstante, ahora que sabemos que el final está cerca, queremos que la relación termine de la forma más limpia posible; es decir, que vayan al grano, cierren tramas y nos den la satisfacción de despedir a la serie de la forma adecuada.
Hay que reconocer que parece que los King están más que centrados en llegar a ese punto. Después de una temporada y media de vueltas y tropezones, han reconocido que lo mejor para encarar esta recta final es regresar a los orígenes de la serie. Así, Alicia ha regresado al bufete que la vio crecer, con la cabeza bastante más gacha de lo que le gustaría, aunque con la misma ambición que ha absorbido durante los últimos años. En Lockhart, Agos and Lee, Alicia es ahora una abogada más, con caché, pero una más. Y nada apunta a que esto vaya a cambiar, básicamente porque no da tiempo.
Y porque los personajes de The Good Wife tienen que cerrar filas. La misteriosa investigación del FBI empieza a salpicar a todos los personajes de la serie y es cuestión de tiempo que el bufete también se vea involucrado, ya sea como sospechoso o como defensor de quien lo sea. Poco a poco vamos conociendo detalles de lo que sucede, y todo apunta a que esta será la gran trama cohesionadora de los últimos episodios de la serie. Realmente, in my opinion, carece de la fuerza o del interés que sí han tenido otras tramas de la serie, mucho menores incluso, pero lo cierto es que la otra posible forma de meter a todos los personajes en el mismo saco era con otra campaña política, y por ello no queremos volver a pasar.
El placer de ver The Good Wife también ha cambiado. Disfruto con sus historias, sus guiños, ganchos y su particular ritmo al son de la música clásica, pero la adicción ya no es la misma. No es la The Good Wife de la que nos enamoramos, pero puede volver a serlo. Me ha encantado la incorporación de Lucca —qué gran personaje— y ver cómo han rescatado a Eli Gold del pozo en el que estaba escondido. Me encanta el hecho de que Alicia siga evolucionando, creciendo, madurando y luchando; que siga siendo ese personaje gris, ambiguo, comedido. Todo eso sigue funcionando.
Alicia debe seguir así hasta el final. La historia de Alicia no es la de su crecimiento personal o profesional, sino la de la conquista de su libertad, y ahí es donde The Good Wife ha obrado el mayor de sus logros. Eso que no me lo toquen. Poco me importa cómo acabe su vida sentimental —obviemos la escasa química que tiene con el investigador—, si es buena o mala madre, o si tiene un problema con el alcohol. De hecho, no me imagino el final de The Good Wife sin Alicia con una copa en la mano. No, eso que no me lo toquen.
P.D.: Ah, señores King, ¿podemos dejar de castigar a Diane y darle el papel que se merece? De nada.
COMENTARIOS