En 2012, la serie Isabel supuso un punto de inflexión para la ficción histórica en nuestro país, recuperando la confianza de buena parte del público y crítica en este tipo de producciones. Carlos, rey emperador, su continuación, no ha tenido tanta suerte en cuanto a audiencias pero ha ofrecido un conjunto de gran calidad, siendo capaz de retratar la compleja realidad de la monarquía hispánica durante la primera mitad del siglo XVI.
Aunque
la fidelidad histórica no fue siempre total (se omitieron personajes, se
obviaron ciertas características físicas del protagonista o se cambiaron
situaciones para adecuarlas a las exigencias del guión), el cuidado tanto en la
escenografía como en el tratamiento de la multitud tramas que ocurrían
simultáneamente han hecho que no tenga nada que envidiar a series extranjeras
como The White Queen. Su lucha constante con las audiencias es
comprensible, dentro de un panorama en el que la telerrealidad es más fuerte
que muchas iniciativas de ficción que deberían tener un mayor reconocimiento.
Su
desarrollo podría haberse mejorado con unos capítulos menos extensos,
dividiéndolo en un par de temporadas y teniendo un tratamiento mejor por la cadena
—no puede ser que los últimos dos capítulos se emitan la misma noche, juntando más
de dos horas de metraje una noche de lunes—. Aún así ha sido una serie que ha
demostrado lo que puede ofrecer el audiovisual nacional a la hora de retratar
otras épocas: un camino a seguir en el que mejorar en el futuro.
Gran calidad en los detalles y actores destacables
Entre
los grandes aciertos de Carlos se encuentra el gran respeto por la
escenificación (con esa iluminación oscura, el vestuario inspirado en los
cuadros de la época, rodaje en exteriores) pero personalmente me quedo con el
cuidado detalle a los documentos: durante toda la serie las cartas, memoriales
o tratados han sido una constante, reflejando aquella cultura escrita que fue
clave en la diplomacia y las relaciones internacionales del momento.
Este
trabajo, unido a iniciativas paralelas como las cuentas de twitter de diversos archivos estatales (comentando cada episodio con documentación real), crearon
una experiencia de gran valor divulgativo. En cuanto a las características
técnicas, me gustaría haber visto algo más atrevido en cuanto a los encuadres o
enfoques aunque supongo que las limitaciones de presupuesto exigían un producto
más clásico en este aspecto.
El
otro eje clave del buen hacer de Carlos ha estado en alguno de los
actores: a pesar del clásico fallo en la dicción en varios de ellos, hubo grandes descubrimientos. Álvaro Cervantes, que no me había convencido durante
los episodios de la juventud del emperador, se fue haciendo con el personaje
poco a poco. Desde la muerte de la reina y el comienzo de la etapa más sombría
en la vida de Carlos V, su actuación fue memorable —destacando los momentos en el
retiro de Yuste—. Un clásico es ya Víctor Clavijo, que tan pronto borda el
papel de Lope de Vega en El Ministerio del Tiempo como al leal Francisco
de Borja.
También
me han parecido destacables el papel de actrices como Susi Sánchez,
interpretando a Luisa de Saboya o Laia Costa como María de Hungría. La serie ha
sabido captar la importancia que las mujeres de las familias reales tuvieron en
las relaciones entre los diversos estados, incluyendo retratos interesantes
como el de María Tudor, alejados del típico retrato de la reina Bloody Mary
que tanto hemos visto en las producciones históricas inglesas.
A pesar de las dificultades para sacar adelante una serie de estas características, los creadores de Carlos deberían animarse a seguir con el reinado de Felipe II y completar uno de los períodos más interesantes de nuestro pasado. También podrían atreverse con otras figuras como la semi olvidada reina Urraca. En todo caso, con el fin de Carlos, rey emperador, la ficción histórica no debería desaparecer de la televisión, ahora que se ha demostrado que el audiovisual español puede conseguir productos de calidad si se corrigen los errores.
A pesar de las dificultades para sacar adelante una serie de estas características, los creadores de Carlos deberían animarse a seguir con el reinado de Felipe II y completar uno de los períodos más interesantes de nuestro pasado. También podrían atreverse con otras figuras como la semi olvidada reina Urraca. En todo caso, con el fin de Carlos, rey emperador, la ficción histórica no debería desaparecer de la televisión, ahora que se ha demostrado que el audiovisual español puede conseguir productos de calidad si se corrigen los errores.
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