Los
guionistas de Homeland nos tienen acostumbrados a vivir en una continua
montaña rusa de emociones en cada una de sus temporadas: desde la interesante novedad
de los inicios al puro aburrimiento (la cuarta entrega fue un crimen televisivo),
hasta la sorpresa casi constante en los últimos doce capítulos.
La quinta
temporada ha presentado personajes brillantes como Allison Carr, al mismo tiempo que
desarrollaban tramas que no dejaban respirar al espectador. Y quizá por ese
nivel que habían logrado recuperar, la season finale ha resultado una decepción. La acción se ha resuelto en los primeros diez minutos, haciéndonos
sufrir luego una retahíla de diálogos vacíos que no llevaban a ninguna parte.
Pero vayamos poco a poco:
De atentados frustrados y venganzas al viejo estilo
El
penúltimo episodio rozó casi la perfección, con todas las historias confluyendo
en una persecución desesperada para parar a los terroristas. Desde los pocos
escrúpulos de Carrie y Saul, dispuestos a arriesgar la vida de Quinn por la
posibilidad de una pista hasta los remordimientos de Qasim cuando mira a los
ojos a las personas a las que debe matar, pasando por la última misión de
Allison para los rusos. Un reparto coral que en esta ocasión funciona como un
engranaje bien construido.
Sin
embargo, todo se derrumba en A False Glimmer: la trama del atentado en
Berlín acaba rápidamente (y por una vez, Mathison no es la que salva el mundo)
dejándonos un capítulo sobre las consecuencias de todo lo ocurrido. Entonces
empieza el festival de muecas de Claire Danes y la historia se cierra en falso.
La
trama insulsa de los hackers y Laura —convertidos en una excusa para justificar
la “maldad” de la prensa o lo peligroso de la filtración de información
clasificada— acaba tras el chantaje de Astrid. Por lo menos hemos disfrutado de
una Nina Hoss brillante, sobretodo en la escena del plató, saliendo de las
sombras para observar lo que la periodista va a decir y regresando a la
oscuridad con una satisfacción inquietante. Una imagen evocadora del mundo del
espionaje: lo importante es mantenerse ocultos, sin importar lo que se haga
para conseguirlo.
Mientras,
Allison ha seguido huyendo (con ese guiño a Tarantino al abrir el maletero)
pero su final se merecía una escena más épica, al nivel de un personaje que
Miranda Otto ha interpretado con maestría. Aunque por otro lado, la venganza
impasible de Saul también crea una conexión con los viejos métodos de la Guerra
Fría: brusco pero efectivo. Eso sí, ¿el cambiazo de carretera y cómo prevenirlo
no debería estar en todos los manuales de agentes secretos del mundo?
Carrie y sus eternas crisis existenciales
Y
hablemos por fin de Carrie. Sí, uno de los pocos personajes televisivos a los que
se le pueden declarar cuatro hombres en un solo capítulo. Jonas sigue
enamorado de ella pero no puede convivir con su mundo, teniendo que sufrir una
de las míticas rabietas de Mathison. Saul le pide por millonésima vez que
vuelva a trabajar para la CIA, porque está claro que sin ella tiene demasiadas papeletas para ser acusado de
traidor otra vez (con lo que tú has sido, hombre). Carrie intenta relajarse un
poco con su jefe y a Düring no se le ocurre otra cosa que pedirle que se case con él de una
manera un tanto siniestra —sigo esperando a que confiese que forma parte de
alguna extraña organización malvada— ¡y sin venir a cuento!. “Hace dos
episodios dije que había que deshacerse de Mathison porque estaba fatal,
pero ahora me gusta”, muy normal todo.
Y
para acabar de rematar este culebrón, Dar Adal le entrega la carta que vimos en
la season finale de la anterior temporada, donde Quinn le confiesa que
la quiere. ¿Y qué hace Carrie para agradecérselo?: pues intentar desconectarlo
para que descanse en paz. Eso estaría bien (no, la verdad es que no, porque sin
Peter, Homeland pierde la razón de mayor peso para seguir viéndola), si
no fuese porque lo que la detiene es una especie de iluminación divina que se
nos deja ver antes en la capilla del hospital. WHAT.THE.HELL.
Es
decir, que acabamos una temporada trepidante con una resolución apresurada, un
personaje principal que no sabe lo que quiere –“ya no soy esa persona Saul,
pero si me insistes un poco más…”— y con otro al borde de la muerte,
recurriendo al cliffhanger fácil para hacer que la audiencia regrese
para la sexta entrega. Más razones para apoyar mi teoría de que la mayoría de
las series no deberían pasar de la quinta temporada, lo demás es estirar el
chicle. ¿Qué os ha parecido este cierre?
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