Hay
pocas series que lleguen a convertirse en fenómenos televisivos como el de Downton
Abbey, enganchando a audiencias de todo el mundo y consiguiendo que año
tras año quisiéramos saber más sobre los habitantes de la Gran Casa. Pero su
creador y guionista principal, Julian Fellowes, consciente de que la serie ya
había cumplido su ciclo, decidió cerrar las puertas de su obra más premiada
antes de estirarla demasiado. Y así, en este último Especial de Navidad nos ha
regalado un enternecedor final, quizá con demasiado azúcar, pero en el fondo (y
más todavía en esta época del año) era lo que queríamos: despedirnos con una
sonrisa de los personajes con los que hemos compartido los últimos seis años.
La
temporada regular acabó con la boda de Mary y Henry y volvemos a reencontrarnos
con ellos unas semanas más tarde, lidiando con las consecuencias del accidente
en la carrera. Talbot decide dejar los circuitos para emprender un negocio con
Branson encontrando así una profesión que le permita realizarse más allá de los
lujosos muros de Downton. Matthew Goode ha dejado de ser el perfecto gentlemen aburrido de los anteriores episodios para enseñarnos a un personaje sensible e
inteligente que es capaz de hacer soportable a Mary Crawley. Sus diálogos con
Tom, Edith o las escenas con pequeño George fueron algunas de las mejores
partes del especial.
Pero
la protagonista absoluta (¡por fin!) ha sido Edith y ese final feliz que tanto
se ha hecho de rogar. La intervención de su hermana consiguió reunirla otra vez
con Bertie para acabar la serie con una de esas celebraciones por todo lo alto
que sólo se pueden ver en esta producción: desde los decorados a los vestidos o
peinados, pudimos ver un derroche de detalles al mejor estilo british.
La
ceremonia era al excusa perfecta para que antiguos personajes volviesen para la
despedida (como Rose y su padre) o que cada uno tuviese sus minutos de gloria y
pequeños guiños a su futuro (como la editora de la revista de Edith recogiendo
el ramo, con sonrisa pícara de Tom incluida). No podía faltar tampoco un poco de
drama entre Robert y Cora, para seguir manteniendo la referencia a la pesada
trama del hospital. ¿En serio después de lo que ha vivido con sus hijas y los
cambios en la sociedad aún le molesta que su mujer tenga vida más allá del
matrimonio? No pasa nada Robert, también echaremos de menos tus anticuadas salidas de tono.
Tampoco
hay dudas a la hora de señalar que la Condesa Viuda volvió a tener las mejores
frases del capítulo, con una Maggie Smith soberbia en su interpretación. La
prescindible historia de la columna de Spratt al menos logró que pudiésemos ver
reír a pleno pulmón a la gran dama de la interpretación británica. Y su misión
de rescate con Isobel –convertida en caballero de brillante armadura para
salvar a Lord Merton de su hija política— nos regaló una de las escenas más
románticas. ¿Qué haremos ahora sin sus
maravillosos one-liners?
Un final agridulce entre el servicio
Escaleras
arriba todo acabó con momentos felices pero para el servicio
este especial tuvo sus momentos de tristeza. Fellowes sabe hacernos sufrir y en
esta ocasión nos rompió el corazón al revelarnos la enfermedad de Carson. Sabía
que nos tenía reservada una puñalada traicionera en alguna trama pero la verdad
es que esta no me la esperaba: el momento en el que cede su puesto a Barrow es
uno de los más emotivos de la serie, además de cerrar el círculo en la mansión.
Es el momento de que una nueva generación se haga cargo… y si eso implica un
final perfecto para nuestro querido villano de corazón de oro, ¿qué mejor?
Lo
mejor de las despedidas de Barrow con el resto de compañeros de trabajo ha sido el consejo
a Baxter (una relación de amistad realmente entrañable), animándola a seguir su vida con Molesley. Me pregunto qué pensarán Anna y Bates cuando vuelvan de la baja
de maternidad y descubran que su antigua némesis es su nuevo jefe
*guiño-guiño*. El resto de las tramas han pasado por historias forzadas —con
una Daisy insoportable que decide apostar por la granja y Andy sólo por la
insistencia de los que la rodean— hasta los futuros posibles como el de la
señora Patmore.
En
definitiva ha sido un final casi perfecto para Downton Abbey, que nos
hace olvidar los tropiezos de las dos últimas temporadas para decir que, ahora sí, ya es parte de la historia de la televisión. Como dicen las críticas
inglesas, es el fin de una serie sobre una Inglaterra que nunca existió pero que
la televisión ha logrado introducir en nuestro imaginario colectivo: ya nunca
podremos olvidar esa casa, esa sintonía y las complicadas vidas de todos sus
protagonistas.
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