Los hay que viven de las rentas,
y luego está Grey. La carta de la
nostalgia es la jugada clave de El
Retorno de la Nazi, porque los títulos cogidos prestados de canciones no
nos convencen. La enajenación mental transitoria de Bailey al tomar las riendas
del hospital y convirtiéndose en antagonista como un buen día de hace diez años
vende, por poco que dure la historia y le hayan puesto rápido las orejitas
rojas y los pies en el suelo.
Grey is the new Bai. Del myperson
hemos pasado al be my me en un
diálogo que probablemente habrá requerido una decena de tomas y del que veremos
bastantes bloopers cuando salga el DVD o el bluray o lo que compre la gente hoy
en día. La inversión de roles mola, pero el traspaso de poderes a los 246
episodios mola aún más todavía.
En el departamento de chorraditas
de entre drama y drama, nuestro favorito personal, tenemos a Jo como nueva deidad del novato. Isaac Cross, el
interno casi albino a quien a partir de hoy nos referiremos como Nuevo George
se ha enamorado de la novia de Alex Karev. Mientras que la novia de Alex Karev
reconoce los méritos de otro interno más apuesto y con más luces para
desatornillar puertas a mano pelada. Muy cálidamente. ¿Os acordáis de cuando George
emborrachó una noche a Izzie y empezaron a tener sexo acrobático? Pues si el momento
remember no os lo ha dado este chaval, ya invito yo con la certeza que el tequila
aquí no va a funcionar.
Nos quejamos ya la semana pasada
sobre la velocidad con la que cerraron los arcos de lo que parecía que iban a
ser tramas para la temporada. A April
Kepner le salen unos ronchones que poco falta para hacer chistes del ébola y The Walking Dead y sólo da para que
Webber y Hunt la usen de confesora silente. ¿Dónde quedó eso de
poner al límite al personaje? Temporada light dijo Shonda, pero tanto no, por
favor.
Con el Japril pendiente del hilo
de la Soldado Kepner y su propósito de
ganar la guerra por el corazón de Jackson otra vez mediante misiles tierra-aire
o metáforas de los mismos, pasamos a la otra pareja despareja cuales calcetines
en la lavadora. ¿Cuál es el devenir real de Callie y Arizona? ¿Hay alguna
intención de juntarlas de nuevo o tenemos que montar otro Glee para ello?
Callie tiene nueva amante
calificable como la octava maravilla del mundo moderno y, claro, a la de los
patines le pica. Por lo menos nos ha servido el episodio para ver que hay
celillos o una envidia que le está
oscureciendo el rubio a Robbins. Menos da una piedra, pero negra la tienen a ella. Mucho ladies place, pero al final la pobre Ari
sigue más sola que la una.
Y en ultimísimo lugar, con menos
relevancia que una workaholic con gigantismo que sepulta residentes, tenemos a
esa pareja que se les ocurrió un día a los guionistas, al siguiente les
juntaron y hoy pretenden que les interesa, pero está bastante claro que no. Amelia Shepherd y Owen Hunt, que ahora son
quinceañeros, que se comen la boca en el porche, que se ignoran porque algo
de ruido hay que hacer. Tres escenas contadas y mucho silencio.
COMENTARIOS