El
historial de la CIA en relación con sus agentes y colaboradores en Homeland
deja mucho que desear: desde el mantra de “si te capturan negaremos tu relación
con nosotros”, pasando por la misión suicida de Brody en Irán (y aquella
estrella solitaria dibujada al final de la tercera temporada) hasta llegar a la
manipulación del sobrino de Haqqani. Todos son peones de la agencia que dejan
de ser relevantes cuando su utilidad se esfuma. El segundo episodio vuelve a
poner sobre la mesa las intrigas internas, con terribles consecuencias para
Carrie.
Sabíamos
que su viaje a Líbano no podía acabar bien pero los guionistas han vuelto a dar
una interesante vuelta de tuerca para poner precio a la cabeza de Mathison, que
nos deja con muchas preguntas: ¿quién está detrás de este nuevo complot?. Podríamos sospechar de Saúl, pero no lo veo
ni orquestando un atentado ni utilizando a Quinn para eliminar a su protegida.
Por mucho que las cosas hayan cambiado en dos años y con todo el historial de
errores que ambos arrastran, abandonar la agencia por el sector privado no es
motivo suficiente para una medida tan drástica.
Lo
que sí hemos visto es cómo la jefa de la sección de Berlín (interpretada por
Miranda Otto), ha decidido jugar a su manera: no sólo hizo dudar a Saúl de la
honestidad de la ex-agente sino que luego actuó a sus espaldas al hablar con Dar
Adal para salvar su trabajo. Sabe manejar los hilos y sin duda esconde todavía
muchas sorpresas.
Y
por último tenemos a Quinn, que ha seguido con su papel de ejecutor sin
remordimientos hasta que el apellido Mathison ha regresado a su vida, haciéndole
dudar. No en vano es la persona con la que lleva obsesionado desde el principio
de la serie por lo que se abren varias vías: si finalmente la misión parte de
Saúl, su fidelidad a ciegas se verá comprometida pero si detrás de todo hay un
nuevo enemigo, lo perseguirá hasta el final. ¿Quién está jugando con ellos?
El precio de la libertad
Otro de los ejes sobre los que Homeland está girando esta temporada es sobre los límites del espionaje internacional y hasta dónde es necesario llegar para proteger a la sociedad. Este problema sin solución nos dejó uno de los mejores diálogos del capítulo entre la agente alemana Astrid —que parece que volverá a jugar un papel importante, tras su misteriosa introducción la pasada temporada— y la periodista Laura Sutton, sobre la relación entre poder e información.
Los
periodistas vuelven a ser (en parte) los malos de la película: Sutton es la
representación del plumilla que actúa sin pensar, publicando las noticias sin
medir las consecuencias y con un discurso tan idealista como irreal. Sin
embargo, también es la única que pone sobre la mesa los excesos cometidos por
los gobiernos, que no parecen tener límite. Su relación con los
hackers que robaron la información clasificada continuará poniendo a prueba la paciencia
de la CIA.
Este
segundo episodio ha confirmado el buen rumbo que Homeland ha tomado en esta quinta
entrega, con un buen uso de los cliffhangers para enganchar a la
audiencia. En el próximo episodio Carrie empezará la búsqueda de sus enemigos,
que volverá a ponerla al borde de la locura. ¿Podrá aguantar la tensión o veremos reflotar sus paranoias?
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