Palabras textuales de Meredith Grey: quiero que olvidéis todo lo que creéis
que sabéis de anatomía y que miréis a este cadáver como si nunca antes hubieseis
visto un cuerpo. O, traducido para ti y para mí: me tenéis hasta el mismísimo de Derek y ni os imagináis todo lo que
tengo por delante todavía. Esta muerta está muy viva.
La duodécima temporada de Grey
comienza con el enésimo mensaje de
reinvención. Ahora jugamos con el morbillo de la vida sin el Doctor Macizo,
pero, siendo sinceros, es una canción que hemos escuchado muchas veces ya. Es lo que pasaremos a denominar Complejo Chasing Cars.
Esta season premiere se queda en correcta por lo bajo. Se
queda en moralina, se queda en cuatro risas, se queda en procedimiento y lo
peor que podemos echarle en cara: se
queda sin conflicto.
Lo que parecía que iba a marcar las lindes de los primeros arcos del año se
ha resuelto a golpe de martillo y discurso más o menos triunfal. El choque en la convivencia de Meredith y
Amelia les ha durado menos que un chupito de tequila y la batalla por la
jefatura del hospital se la ha llevado Bailey en menos de 40 minutos, cuando el
año pasado se tiraron semanas guerreando ella y Alex por la herencia del
asiento en la junta de Cristina Yang, Shonda la tenga en su gloria.
El comodín del mensaje a la sociedad para hacer un mundo mejor a través del culebrón llega demasiado pronto.
Nunca está de más ver a una perra del averno homófoba y probablemente racista
ser físicamente agredida y recordarle al tea party que los campamentos de cura
al homosexual son el timo de la estampita por no decir que deberían ser
punibles, pero igual necesitamos ver
algo más de Callie que su dimensión de defensora de los derechos del LGBT.
Como, por ejemplo, ejercer los suyos propios en forma de la reconciliación que
mucho se está haciendo de rogar.
En lo que parecía ser el alivio cómico del día, Arizona podría acabar
descubriéndonos a aquel interno que se hizo pasar por médico de pro en el final
de la temporada. Ahora que tenemos constancia de que tiene superpoderes, es
inmortal y le robó la visión a Geena Davis que proceda y le saque el jugo a lo más prometedor de la última remesa de novatos.
O que se lo apriete, como manda la supuesta tradición. Otro saludito a Leah
Murphy, también en la gloria.
Terminamos el repaso con el último en discordia: Jackson. Mientras su madre
hace nuevas BFFs cual Paris Hilton por el hospital, él va temiendo/eludiendo el retorno
de la Soldado Kepner. Y con razón lo temía. ¿Puede haber algo más anticlimático que volver en plena siesta de tu
marido? April, te fuiste en aquel mítico plano contrapicado subida al coche
como si acabases de colonizar una montaña desconocida del Himalaya. No nos
puedes retornar así y con más de lo mismo.
Y hasta aquí lo que se daba. Esperemos que la semana que viene se anime la
cosa, porque como tengamos que
esperarnos a que aparezca el Nuevo McDreamy Prometido —para el que ya
tenemos fecha de bienvenida estelar— con
tan poca chicha, mal vamos. Salvo que contemos como chicha la resolución
del misterio de la Clínica Denny Duquette, abierta miércoles y viernes de 9 de
la mañana a 12 del mediodía, con toda probabilidad. Y #HeiglVuelve.
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