Cuando Netflix nos dice que va a juntar a un plantel de televisivos de
primera línea inmenso para la precuela
de una película de hace casi quince años, un servidor se lanza a ver de qué
clase de película estamos hablando. Si la nueva marca de referencia de la televisión se
unía a la moda hollywoodiense de tirar de material preexistente en lugar de
seguir apostando por contenido 100% original, sería por algo.
¿Qué es Wet Hot American Summer? Una parodia del género teen ciertamente
simplona, repleta de clichés que en su momento tendrían gracia y que un nicho de audiencia ha convertido en supuesta obra de culto.
No partimos de buen comienzo pero hay lado positivo. No hay que verla
para entender la miniserie que Netflix acaba de estrenar. Cierto es que hay
un par de referencias a la película dentro de la serie, especialmente
acercándonos al final por aquello de la circularidad, pero habrá públicos para los
que no merezca la pena una hora y media que sin duda se puede invertir en
actividades más entretenidas.
Por suerte para todos, la serie es
mucho mejor que la película y no mezcla los momentos de vergüenza ajena con
los de gritar “ya basta” a la pantalla y huir del salón.
Paul Rudd (Friends, Ant Man), Elizabeth
Banks (30 Rock, The Hunger Games), Bradley Cooper (Alias y donde aparezca Jennifer Lawrence), Amy Poehler (Parks & Recreation), Christopher
Meloni (Oz, Law & Order SVU), Ken Marino (Childrens Hospital, Marry Me),
Joe Lo Truglio (Brooklyn Nine-Nine), Molly
Shannon (Saturday Night Live) y hasta
H. Jon Benjamin (Archer, Bob’s Burgers). Todos formaron parte del reparto original en 2001
y tras lanzarse al estrellato se han
reunido para la precuela. La lista podría seguir pero ya sería
excesivo.
Eso sí, por si fueran pocos,
refuerzan el coro con nombres de la talla de Jon Hamm y John Slattery (Mad Men), Jason Schwartzman (Bored to Death), Josh Charles (The Good Wife), Lake Bell (How to Make It in America), Chris Pine (Star Trek), Michael Cera (Arrested Development), Kristen Wiig (Saturday Night Live) y Randall Park (Fresh Off The Boat).
Infinitas listas de actores a un lado, entramos en materia. Estos ocho
episodios que Netflix nos presenta esta semana narran el inicio del verano en un campamento y las muy diversas peripecias de
los monitores: desde triángulos amorosos hasta conspiraciones políticas a
manos de la administración Reagan, con musical incluido.
¿Cuál es la gracia y qué la hace digna de ver? Es surrealismo hasta el
punto de que se pasa por el forro
cualquier tipo de regla de la narrativa. Sin ir más lejos: los monitores
son adolescentes que ni eran adolescentes hace 15 años. Imaginaos ahora ya que están todos entrados en los cuarenta. Sigue habiendo latas parlantes, catástrofes
naturales que amenazan la supervivencia del campamento, evoluciones de personaje completamente esperpénticas y conflictos
que rozan lo bizarro.
Es un sentido del humor muy
específico que no se puede comparar con nada que Netflix haya hecho, por no
calificarlo de género aparte directamente. Es más, la flojera del primer
episodio será bastante para echar atrás a la mayoría de vosotros. No es Orange, no es Kimmy, pero por lo menos da para echarse un par de risas más que
con Grace & Frankie una vez
arranca.
El proyecto lo siguen firmando Michael Showalter y David Wain, este último uno de los responsables de Childrens Hospital, con la que Wet Hot American Summer comparte este
particular estilo de comedia.
Si os apetece ver un desfile de personalidades haciendo el chorra durante
cuatro horas, ya tenéis plan para empezar el mes con alegría. Sin
sofisticaciones ni pretensión de ninguna clase.
COMENTARIOS