Tras ver la primera temporada de The Last Man On Earth de una tacada, me ha parecido de lo más ingeniosa su premisa de explotar hasta dónde puede llegar la mala suerte de su protagonista, de exacerbar la desgracia reiterada y de origen casi cósmico hasta límites que sólo pueden ser realmente divertidos cuando no los padece uno. De todas formas, alguien podrá pensar, ¿qué tiene de mala suerte ser el único superviviente a una hecatombe de magnitud global? A priori Phil Miller, el protagonista de la serie de Fox, interpretado brillantemente por el ex cómico de SNL Will Forte, es el hombre más afortunado del mundo. El único superviviente a un terrible virus que ha asolado Estados Unidos, su país natal, y presumiblemente el mundo en general.
No obstante, pronto nos daremos cuenta de que las desgracias de Phil se suceden sin parar, hasta tal punto que a él no le quedará más remedio que clamar mirando al cielo en busca de respuestas reconfortantes que no llegan. No podemos ignorar que él no es ningún santo varón tampoco, para nada un ejemplo de nobleza, honestidad y solidaridad (simplemente el único tío en la Tierra), pero ante todo lo que le sucede, sólo nos queda compadecerle y desearle algo de dicha. Pobre...
The Last Man On Earth arranca con un Phil Miller andrajoso y barbudo, como el náufrago de Tom Hanks (de hecho, hay muchos guiños a esta película en la serie), que busca vida a lo largo y ancho de su país, surcando Estados a bordo de un autocar intentando localizar a algún otro ser humano. Mientras tanto, para matar el rato (nunca tuvo más significado una expresión), Phil saca su Peter Pan a pasear y se despide de normas y decoro para dar rienda suelta a su faceta más macarra. Arrasa supermercados, destruye todo aquello que encuentra a su paso, se las ingenia para divertirse con los juegos más insólitos y sustrae tesoros de los museos de todo el país. Reliquias que, una vez asentado en Tucson, su ciudad natal, recopila en su casa, una mansión de ocupa ante la ausencia de sus dueños y la falta de potenciales inquilinos. Un monet, un sarcófago egipcio, el original de la Constitución americana, la alfombrilla del Despacho Oval...
Eso sí, antes de instalarse, deja un reguero de carteles con el mensaje Alive in Tucson por si efectivamente no es el único hombre viviente y alguien que no haya perecido por la infección puede alguna vez llegar a contactar con él.
Todo parece diversión, desenfreno y anarquía en la vida de Phil Miller, hasta que la falta de afecto y contacto humano empieza a afectarle de veras. Ahí es cuando emula al naufrago Hanks e incluso diseña una forma de suicidarse. Porque, aunque todo este permitido y tengas un mundo entero a tu disposición, si no puedes compartirlo, ¿de qué sirve?
Ante sus continuas plegarias a Dios pidiéndole que le mande alguna mujer y su terrible realidad, Phil decide irse al desierto a morir pero, predeciblemente, justo antes del golpe fatal, atisba una hoguera en la lejanía. Y mira tú por donde, un pequeño campamento y una ristra de ropa femenina secándose al sol, le llevan a la conclusión de que Dios finalmente le ha escuchado. Pero, y aquí empiezan la serie de desdichas del personaje de Will Forte… si él ansiaba una mujer atractiva y divertida con la que retomar las interacciones íntimas a quien se encuentra es a Carol, la antítesis perfecta de sí mismo.
Carol, interpretada por Kristen Schaal (la otra grande de la serie y conocida por su participación en Rockefeller Plaza), es una joven entusiasta, amante de las manualidades y las normas, que volverá loco al protagonista durante toda la temporada. En primer lugar, su afán de casarse (así como de respetar los stops cuando ya nadie más vive en el planeta) desquiciarán a Phil, que accederá a pasar por vicaría para tener, por fin, algo de sexo. Ella, no obstante, tiene metas mayores: repoblar el planeta.
No será la única persona que vaya apareciendo en escena durante toda la temporada, siempre, para escarnio de Phil, que verá continuamente frustrados sus deseos de llevarse a la cama a alguna superviviente lujuriosa y atractiva. Una y otra vez, el azar obrará en su contra, como si un ente superior estuviera jugando con su triste existencia e intentando aplastarlo con el dedo como si fuera una hormiguita. Eso sí, la comedia es certera y en muchas ocasiones llena de ingenio y los diálogos, en general, delirantes y de ritmo frenético.
El rey de los perdedores
Otra serie que explota con mucha más sutileza el factor del perdedor es Louie, que actualmente emite en FX su quinta temporada. Con cada capítulo Louis CK se supera y su estilo se sofistica, hasta regalar escenas que homenajean el cine mudo y expresionista de los años 20 y 30 o dedicar capítulos enteros a reflexiones oníricas. Además, la presencia de sus hijas en la ficción está aportando grandes carcajadas a esta nueva tanda de capítulos, así como su peculiar y torpe relación con las mujeres.
Por otro lado, Silicon Valley, la historia de un grupo de jóvenes informáticos que pretenden triunfar con su app de compresión de audio, está creciendo notablemente con su segunda temporada, que actualmente emite HBO en Estados Unidos y Canal + Series en España (también emite lo último de Louie). Richard y su séquito igual que los anteriores personajes son un poco pardillos, tímidos, inexpertos con el género femenino y poco diestros en las relaciones sociales. Eso sí, su producto está bastante cotizado, por lo que les saldrán al paso más enemigos que amigos. Además, lejos de dejar de ser una serie eminentemente masculina, esta temporada ha incorporado un nuevo personaje a la pandilla, una joven programadora que pondrá de vuelta y media a más de uno.
En resumen, estamos en temporada de losers (que no lo son tanto) y que así siga. God bless them!
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