Los
Tres Mosqueteros de Dumas han sido siempre una gran inspiración para el
cine y la televisión, con nuevas versiones cada década (podría hacerse un
estudio de cómo ha evolucionado el lenguaje audiovisual solo con ellas), que
intentan ofrecer nuevos puntos de vista en la historia. La moderna adaptación
de la BBC, The Musketeers, ha terminado su segunda temporada manteniendo
la calidad de las localizaciones y su buen ritmo en las escenas de acción.
Lástima que del desarrollo de los personajes no se pueda decir lo mismo.
El
único que se salva es Marc Warren, que ha interpretado a un perfecto Rochefort
llenando a la perfección el vacío dejado por Peter Capaldi y su Richelieu. Por
una vez, los guionistas han huido de la representación maniquea con la que
tradicionalmente se ha identificado al personaje (que para eso era un malo de
folletín, con parche y todo). Ante nosotros se presenta un superviviente, un hombre
que ha superado la tortura y las cárceles españolas pero cuya verdadera
tragedia es un amor no correspondido. Las últimas escenas de Rochefort están
escritas con un gran cariño hacia el personaje, revelando un carácter mucho más
profundo que los héroes, sin olvidar nunca su maldad. Ahora nos queda la duda
de quién podrá alcanzar su nivel en la tercera temporada.
De mosqueteros aburridos y redenciones imposibles
¿Y
qué pasa con los protagonistas? Los mosqueteros apenas nos han mostrado nada
reseñable en estos diez episodios: Athos mantuvo un cansino rictus de drama
queen, Porthos encontró a su padre (que al menos sirvió para disfrutar de
Liam ‘Davos’ Cunningham) y d’Artagnan apareció en pantalla sólo como excusa
para el lado romántico de la historia. Aramis se merecería un párrafo en
exclusiva pero llega con decir que sigue en su rol de womanizer metepatas
hasta que sus errores vuelven para pasarle factura. Su dramático abandono de la guardia para
hacerse monje no dura ni un par de escenas: “Bah, le decimos que hay una guerra
y seguro que se apunta, total…”
The
Musketeers es lo que es: una obra de aventuras al 100% en la que lo
importante es mantener el ritmo. Sus creadores nunca fallan en esa intención
pero el producto habría mejorado su calidad si hubiesen logrado transmitir unas
historias personales con las que el espectador pudiese conectar. Al final lo
único que queremos es que vuelvan a lanzar estocadas o que el capitán Treville
los sustituya por gente más interesante.
Uno
de los grandes personajes de la obra original es Milady de Winter, espía sin
remordimientos ni dudas a la hora de hacer todo lo necesario para alcanzar sus
objetivos. En la primera temporada cumplía con ese rol pero en esta segunda
entrega se ha planteado la posibilidad de redimirla, algo que con todo lo que
ha hecho, queda demasiado forzado.
La fidelidad a la novela de Dumas es secundaria en un producto brillante en su escenificación y donde lo importante es la sucesión de complots y persecuciones que nos vale para pasar un buen rato sin pensar en nada más. Una pena que no se hayan molestado en profundizar en el desarrollo de los personajes.
Tienes razón en todo lo que dices pero la próxima temporada la volveré a ver, porque aunque haya poco desarrollo de los personajes princpales, la serie cumple de sobra con hacerme pasar un buen rato de aventuras y no pensar en otras cosas
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