Aquí os traemos nuestra crítica de New Business, un episodio donde paradójicamente se exploran los antiguos "negocios" del protagonista de Mad Men: Megan, Betty, Sylvia Rosen y esa camarera a la que Don se aferra en recuerdo de la primera mujer que le dio algo más: Rachel. Un episodio donde se narra mucho, pero no todo sobre lo que nos gustaría. El tiempo corre y parece que Matthew Weiner no tiene prisa alguna, ¿no creéis?
Para empezar, no me gustó demasiado el trato que se le dio a Diana, la camarera, en el episodio anterior: una mujer que se lanzó a "acostarse" con un hombre al que no conocía y del que no quería obtener más que eso —y se implica que fue a cambio de dinero, lo que es peor—. No contaba con que Diana reaparecería porque Don se había encaprichado de ella, porque le recordaba a alguien que significaba algo en su vida y que había desaparecido para siempre. Aunque la trama no me convence demasiado, New Business le da profundidad al personaje de Diana, nos cuenta su historia y sirve también para acompañar al retrato psicológico del Don de estos momentos.
Su relación no me parece interesante, no obstante. Al contrario de lo que hemos visto hasta ahora, Don comienza una relación con una mujer que evidentemente se encuentra en peor situación que la suya: su vida no tiene ningún propósito, huye de su pasado y no tiene otra finalidad en este mundo que la de seguir respirando. En Diana, Don encuentra una compañera de penurias, una amiga en la depresión, pero esa relación no llegará muy lejos, imagino. Citando las palabras de Weiner, "lo único que Don no podría tolerar era que abandonara a sus hijos". La historia de la hija muerta le conmovió, pero la de la hija a la que abandonó choca con sus principios.
Los hijos son lo importante, y esa mirada que Don echa hacia atrás en la cocina de los Francis es de lo más significativa. Don quiere a sus hijos más que a nada, y valora la paternidad por encima de todo, quizás por la mala infancia que tuvo él. Cuando Don mira a Betty y sus hijos, observa cómo ellos son ahora felices sin él, y lo mucho que echa en falta ese elemento familiar en su vida —aunque no encaje del todo—. Por esa razón, la revelación de Diana la convierte en alguien que no tiene un hueco en su vida —del mismo modo que ella no cree que él está preparado para tener una relación con ella—, y me extrañaría que la volviésemos a ver.
Por enésima vez, Don ha tratado de apoyarse en una mujer a la que apenas conoce para salir adelante, y por enésima vez le ha salido mal. ¿Podemos decir que Don ha tocado fondo, que ha cerrado un círculo y que no le queda otra salida que tratar de crecer de una vez por todas?
Por otro lado, es interesante la breve aparición de los Rosen, en especial de Sylvia y el breve y silencioso cameo de Linda Cardellini, quizás en recordatorio de ese otro error que está en la cuenta de Draper.
Tampoco esperaba, por otro lado, que fuéramos a ver de nuevo a Megan; al fin y al cabo, todos ya le habíamos dicho adiós y con los pocos episodios que quedan, era impensable que le fueran a dar otra vuelta a su personaje... y a su —horrible y disfuncional— familia.
Megan se ha librado de Don, pero lamentablemente su carrera —no es especialmente una buena actriz— depende de otras personas. En cierto sentido, sin Don ahora es menos libre que nunca y no le queda otro remedio que apostarlo todo para seguir adelante, conocer a personas influyentes e incluso rebajarse a hacer cosas que no le gustan. Pero hay límites. Siempre los ha habido.
El sucio de Harry Crane, director de televisión en la agencia, es lamentablemente una de esas personas, y no tarda ni dos minutos en ofrecerle sexo a Megan a cambio de trabajo. Mientras la joven comenta lo complicado que es triunfar Hollywood, el publicista procede a venderle la idea de que sus agentes no saben hacer su trabajo y que Don no la aprecia lo suficiente —lo cual es, a pesar de todo lo que ha pasado, mentira—. Pero Megan no pasa por el aro, lo cual no le hace mejor persona pero sí más inteligente, porque jugar con Harry Crane es apostar por el caballo equivocado y porque recuerda perfectamente cómo escuchó en su día al publicista comentar lo mucho que querría acostarse con ella.
Don también lo sabe, y no se cree una palabra cuando Harry aparece en su despacho para contarle una historia que nadie se creería, para culpar a la víctima. El creativo no muestra reacción alguna, pero por dentro sabemos que se arrepiente de lo que ha pasado y se lamenta de la carrera de Megan, a la que no tiene nada más que ofrecerle, aparte de un millón de dólares.
Megan se lleva más que eso, pero eso todavía no lo sabe hasta que se encuentra a Roger con su madre en el desvalijado piso de Don, vacío a raíz de la rabia que Marie guarda a su ex yerno —una rabia que comparten todas las canadienses, a pesar de que el matrimonio de Megan y Don acabó con bastante cordialidad—.
Volviendo a esa escena inicial, fue satisfactorio volver a ver a Betty y observar cómo las cosas han cambiado para ella y la cordialidad en su relación con Don. Aunque, sinceramente, jamás iría a una psicóloga como ella si supiera la historia que tiene detrás. Espero que en los próximos episodios dejemos de ver tramas secundarias y se empiecen a estrechar los círculos sobre los personajes que sí conocemos. Como ella.
Tampoco valoro demasiado la trama de Stan, Peggy y Pima (Mimi Rogers), una artista contratada por la agencia que seduce al primero con éxito y a la segunda sin él, cuyo papel es establecer principalmente una nueva dinámica entre los creativos que realmente no sabemos si acabará por explotar próximamente o si, como sucede tantas veces en Mad Men, se quedará aquí.
Ese, sin duda, es uno de mis grandes miedos: que nos quedemos tan vacíos como el apartamento de Don.
Quería resaltar la diferencia de como empieza el capítulo (en la cocina de betty, milkshakes, los hijos de don, un clima familiar y cálido) y como termina: con don solo en las penumbras, en su casa vacía de muebles y personas.
ResponderEliminarPor otro lado.. Faltando 5 capítulos para que se defina el futuro de nuestros personajes, no creen que Peggy saldrá del clóset?
Que bronca Megan! Al principio de la charla Don le ofrece un cigarrillo y ella responde "no quiero nada de ti". 30 segundos después, acepta un cheque millonario sin decir ni mu!! Claramente la hermana y la madre de Megan estaban proyectando sobre lo que es su propio matrimonio.
Saludos!
¿Peggy homosexual? ¡Lo dudo muchísimo!
ResponderEliminarPor otro lado, creo que la familia influye pero que Megan también es ambiciosa por cuenta propia.
Saludos y gracias por comentar ;)
- Lo que sucedio con Peggy es que ella ya entendió el juego. Don sigue retrocediendo casileros
ResponderEliminar- Megan es producto de lo que luego se pondría de moda en USA, los divorcios de muchas cifras, el poder de la mujer de los 70s post-hippismo.
- Don se aferra a un fantasma del pasado, y mi teoria es que Diana es una creación de Don. Nunca sucedio. O el cree que las cosas sucedieron asi? Si repasamos, algunos detalles tipo dimensión desconocida: Ella lee a John Dos Passos, un novelista con tintes del socialismo americano, que resiste la clase alta en sus relatos. Esto sucedio. Lo que no sucedio es lo posterior. Inclusive, la escena donde Don buscandola (?) le da su telefono (en la tarjeta personal tiene el telefono de la casa?) luego lo llama de madrugada, ella esta saliendo de su turno y el la espera a ella en su casa. Ella dice que no es de ahi, cuenta su historia, como un fantasma en pena, Ella se pone celosa (?) porque cree que esta casado, el le dice que agarre un abrigo, ella no quiere nada, ella simplemente no existe. Cuando le dice "en mi casa" tambien hay un salto de tiempo, parece que no hay tiempo, ella lo espera en una habitación de un motel que remite a la habitación del hermano de Don, que curiosamente esta decorada con colores femeninos. Ella dice que solo tiene Vodka, el le trae un regalo, ella no quiere. Raro.