“Es
salvaje, por supuesto, pero también un caballo sin marcar. Nosotros lo
marcaremos”. La cuarta temporada de Hell
on Wheels ha dejado de lado la elaboración del ferrocarril para centrarse
en la construcción política de los territorios que este iba atravesando. Las
vías se tendían a gran velocidad y mientras, ¿qué ocurría con los que
decidían establecerse en las ciudades que iban dejando atrás? Cheyenne se ha
convertido en estos 13 episodios en un reflejo de lo difícil que supuso esa
tarea, junto con las contradicciones que la ‘domesticación’ del Salvaje Oeste
trajo consigo.
Comenzamos
recuperando a Bohannon en el fuerte de los mormones y asumiendo su posición
improvisada de marido y padre. Lo más interesante de esta parte ha sido volver
a disfrutar de un épico enfrentamiento con Thor Gundersen, para comprobar cómo
Cullen es capaz de cumplir sus profecías y hacer que El Sueco revele sus crímenes sin darse cuenta en menos de 10
minutos.
Los outfits de este personaje
a lo largo de las temporadas han confirmado una y otra vez el perfil
camaleónico de nuestro psicópata favorito. Todavía no sé decir si le ha seguido
el juego al líder de los mormones, Brigham Young, para poder escapar con vida
hacia el Oeste o si realmente se había sometido a él. Los momentos de pura
locura que nos ha proporcionado -“Ohhh, Lion of the Lord”- compensan cualquier
otro fallo en la serie.
Entre
ellos, que no sepan decidirse sobre el carácter de Mickey Mcginnes o la
decisión de traer al personaje de Elam de entre los muertos para acabar con él
un capítulo después. La introducción del personaje de John Campbell,
interpretado por Jake Weber (Médium), sirvió para introducir los problemas para imponer la ley en estos territorios,
recurriendo muchas veces a métodos poco legales. Sin embargo queda la sensación
de que el estar basado en un individuo real le ha restado posibilidades a su
trama.
Durant
fue el principal antagonista de Campbell pero la cuarta temporada ha servido
para profundizar en su particular amistad con Bohannon. Los dos son asesinos (con
distintas motivaciones, eso sí) y a pesar de todos los enfrentamientos que han
tenido, la obsesión por terminar la vía ha acabado por unirlos. Al final hemos
visto a un Durant que comprende el carácter de Cullen mejor incluso que el
propio Elam.
Choques culturales y la furia de la venganza
Los
choques culturales y sociales han tenido un gran peso en esta entrega: los
indios y el racismo han estado presentes aunque en un segundo plano, relevados
por los mormones o la posición de la mujer entre tanto caos. Todas han sufrido
lo suyo: Eva regresó a los bajos fondos de la ciudad, acosada por casi todos
los que se cruzan en su camino. Eso sí, ha sabido reinventarse como una
verdadera superviviente. Louise siguió luchando por su periódico pero jugó con
fuego al juntarse con el gobernador -otra de esas tramas que no tuvieron mucho
sentido-.
Aunque la verdadera víctima de esta temporada ha sido Ruth. Nunca fue de mis personajes favoritos pero después del despropósito de la trama de Elam, los guionistas nos compensaron con el brillante Thirteen Steps, en mi opinión uno de los mejores de la serie. Ni todos los argumentos de Bohannon ni el apoyo mostrado por todos los habitantes del pueblo pudieron convencerla de evitar su condena a muerte. La conversación nocturna en la celda reveló mucho del carácter de ambos personajes, sin dramatismos ni lágrimas. Dura Lex, Sed Lex.
Tras
esta temporada irregular, Hell On Wheels ha
sido renovada para una quinta y última tanda de episodios, en la que sabremos
quién gana la carrera del ferrocarril o si habrá un enfrentamiento definitivo
entre Bohannon y Gundersen. ¿Qué os ha parecido la cuarta entrega?
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