En serio, aún no me creo lo desastroso que ha sido este último episodio de Parenthood. Para ser una serie que quiere, principalmente, hablar de la paternidad, algunos de los mensajes que transmite son realmente perturbadores. Una review no debe servir para juzgar el comportamiento de los personajes de una serie, sino la serie en sí, pero cuando está claro a qué personajes nos vende Jason Katims como buen ejemplo, es difícil no flipar ante todo lo que ocurre en este episodio.
Ya hemos comentado más de una vez que Kristina Braverman no debería estar dirigiendo una academia, y la forma en que maneja todo lo que ocurre esta semana es la prueba de ello. Es una directora terrible, sin más.
Cuando Max descubre a Dylan besándose con otro chico, un tal Aaron Brownstein, decide que éste debe ser expulsado, y comienza a repartir folletos por todo el colegio señalando sus defectos y errores. ¿No es eso otra forma de bullying? Kristina, que lleva años viendo cómo los otros chicos se burlan de Max y le apuntan con el dedo por ser distinto, debería saberlo mejor que nadie. Pero, para mi sorpresa, no le impone ningún castigo y ni siquiera le explica por qué lo que ha hecho está mal.
Lo mismo sucede cuando al final del episodio éste asalta a Dylan en mitad del comedor con una declaración de amor mientras la pobre no sabe donde meterse. La mirada de desprecio que le dirige Kristina cuando le grita a Max que le deje en paz (después de haber intentado explicarle varias veces en tono normal que parase) es alucinante, pero más increíble aún es que aplauda su comportamiento después.
Aunque no soy padre (y tal vez por eso no debería estar juzgando a un personaje de ficción tan duramente), entiendo que es duro ver a tu hijo pasarlo tan mal, como debe ser explicarle que la chica que le gusta nunca le va a corresponder. Sin embargo, Kristina no solo antepone a su hijo a los demás alumnos de la academia Chambers, sino que le hace un flaco favor al no explicarle lo que ha hecho mal para que no se repita en el futuro. Lo realmente extraño es que ella era la primera que se alarmó cuando empezó a coger los dibujos de Dylan de la papelera y quien le pedía a Adam que rebajase sus expectativas... para ahora hacer esto.
Todo se vuelve más perturbador cuando descubres que Jason Katims tiene un hijo con Asperger y una mujer que ha atravesado un cáncer. Está claro que Adam y Kristina son los personajes en los que proyecta su propia vida, y por eso en las primeras temporadas eran quienes mejor funcionaban: son su propia Amazing Amy. Su idea de lo que está bien y de cómo deberían ser las cosas, una idea que da escalofríos.
Pero no solo esta parte contribuye a que este sea uno de los peores episodios de la historia de Parenthood. Hay que tener en cuenta que, de los cuatro hermanos protagonistas, tres están ausentes: Sarah y Adam están de viaje, dejando las tramas de sus respectivas parejas totalmente colgadas, y Julia a saber dónde. Que, por cierto, esa es otra: ¿nos cuelan un cliffhanger de Joel y Julia y luego no aparecen en el episodio siguiente? ¿Qué te hemos hecho, Parenthood? ¿Por qué nos odias tanto?
Lo único bueno de la trama de los personajes satélite de Sarah (sin Sarah) es el propio Hank, al que me gusta ver en buenos términos con su hija y hasta con su mujer (¡y la semana que viene vuelve Mark!). Porque el resto vuelve a ser tan de manual como siempre: por supuesto que Ruby va a montar una fiesta en casa aprovechando que su madre no está, por supuesto que la cosa se le va a ir de las manos y por supuesto que le va a gritar a su padre que le odia mientras sube a su cuarto cabreada. Lo que no daba tan por supuesto es que en la siguiente escena todo iba a estar olvidado como si nada.
Y luego está la trama de Crosby y Jasmine, en la que, como siempre, la segunda vuelve a ser la sensata, aceptando un trabajo que no le gusta porque necesitan el dinero, mientras el primero se juega el futuro de su estudio de grabación con una bolsa de marihuana en el bolsillo, y de paso hace gala de ideas tan modernas como: “yo soy el que tendría que estar manteniendo a la familia”.
Notas al margen:
- El tema central de esta última temporada parece ser “molestemos a Drew cada vez que tiene un examen”.
- Lo peor del episodio no son sus moralejas, sino que es un capítulo completamente olvidable. ¡A cinco episodios del final!
- Parenthood siempre tiene sus defectos, pero generalmente las cosas buenas suelen taparlos. Esta semana, lo bueno ha brillado por su ausencia.
- Kristina indignándose porque casi la atropellan tiene que ser un metacomentario autoconsciente. Tiene que serlo.
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