Tras calentar motores con un primer
episodio que no estuvo mal pero tampoco remataba, esta semana ya podemos decir que Parenthood ha vuelto, con un segundo capítulo muy
centrado, de esos que los guionistas escriben sin ningún esfuerzo y
acaban siendo muy efectivos. Las escenas finales del episodio son
la serie en estado puro, y los temas que han tratado dejan claro
que esta temporada de despedida puede dar mucho de sí.
La varita mágica de Adam Braverman
Aun así, no todo ha sido perfecto. Por
un momento, pensé que este sería el episodio en el que Adam y
Kristina dejarían de ser los Mary Sues de libro que llevan siendo
dos temporadas, pero nada más lejos de la realidad. Uno de los niños de su flamante academia resulta ser
celíaco, así que Kristina intenta que la empresa de comida que les lleva los menús de los niños al colegio prepare un menú sin gluten
para él. El problema es, según parece, que no es el primer menú
específico que encargan y la empresa no puede preparar 20 comidas
diferentes a diario, así que acaban quedándose en la estacada.
Este sería un buen momento para que
ambos se diesen cuenta de que, sí, eso de la atención personalizada suena
muy bien pero a la hora de la verdad deriva en muchos más
problemas de los que parece, y como queda demostrado, ellos no están
más capacitados que nadie para ofrecer ese tipo de educación de la
que hablan. Sin embargo, las cosas se solucionan por arte de magia:
Adam propone convertir las “artes culinarias” en una optativa y así utilizar a los niños de pinches. Esta
completa locura, que al principio es tratada como tal, resulta ser el
fin de todos los males, pues a los niños les encanta y los padres
creen que Adam es “un genio” en lugar de un explotador infantil.
Pero mejor no detenerse demasiado en
esta trama, porque es la historia light de la semana. Más
grave es el problema que han de afrontar Julia y Joel: Sydney por fin
se ha desvelado como la abusona que todos sabíamos que acabaría
siendo, y no solo margina a una de sus compañeras de clase por estar
gorda sino que no duda ni un segundo en culpar a sus padres y su
divorcio de su comportamiento. Si ya estando juntos los padres de
Sydney tenían problemas para combatir los caprichos y rabietas de la
niña, ahora que están separados llegar a un acuerdo sobre qué
hacer es más duro.
Aunque la semana pasada parecía que
ambos llevaban de forma más civilizada su divorcio y aceptaban la
situación, está claro que Julia sigue dolida por el comportamiento
de Joel durante la última tem
porada. Y no la culpo. Por egoísta que pueda haber sido durante estos años la menor de los Braverman, la reacción de Joel ante los problemas del año pasado no pudo ser más desproporcionada y radical.
porada. Y no la culpo. Por egoísta que pueda haber sido durante estos años la menor de los Braverman, la reacción de Joel ante los problemas del año pasado no pudo ser más desproporcionada y radical.
Los efectos del embarazo
La semana pasada dejábamos
a Sarah en shock al conocer la noticia de que Amber estaba
embarazada. Tras asimilarlo, el personaje de Lauren Graham intenta
explicarle a su hija, con el mayor tacto posible, que tal vez no es
el mejor momento para ser madre y que no está especialmente contenta
con la revelación. Un “te apoyaré decidas lo que decidas” no
hubiera estado mal, pero ese cambio de actitud se lo han reservado,
muy acertadamente, para el final del episodio, con una emotiva escena
100 % Parenthood en la que, mirando un álbum de fotos de cuando
Amber era pequeña, Sarah le dice que, por supuesto, la maternidad
también tiene cosas muy buenas y que todo va a salir bien.
Pero antes de que Sarah
recapacite, Amber lo ha pasado bastante mal, algo que no se le ha
escapado a su abuelo. Es curioso cómo cambia Zeek cuando tiene
escenas con sus nietos. Con Camille y sus hijos es un cabezota insoportable que no da su brazo a torcer aunque sepa que
los demás llevan la razón. En cambio, con los Braverman más
jóvenes (os prometo que no me había dado cuenta de que eran tantos
hasta la escena en la que le graban la canción en el Luncheonette)
vemos su mejor faceta, ya sea en esa escena en el desguace con Amber
tras su accidente, utilizando la mecánica para ayudar a Víctor con
la lectura o regalándole el Pontiac a Drew.
Es Zeek quien mejor
reacciona ante el estado de su nieta, un embarazo que consigue lo que no pueden
hacer sus hijos con sus tartas de fruta sin gluten y sus relojes
cuenta-pasos: que quiera operarse. El patriarca Braverman, que ha
descubierto que su problema cardíaco es cada vez más grave, se da
cuenta de que no está dispuesto a perderse la infancia de sus nietos
y bisnietos, y se someterá a una intervención a corazón abierto
que, en principio, pensaba rechazar. El momento en el que escucha el
regalo de sus nietos también es marca de la casa, y nos recuerda que
esta familia no solo nos da disgustos; también es capaz de hacernos
muy felices.
Notas al margen:
— Haddie y Drew, o no
estaban invitados, o tenían mejores cosas que hacer que ir a la
fiesta de cumpleaños de su moribundo abuelo. ¿Habrá regresado la
hija de Kristina a la universidad fuera de plano? Esperemos que no.
— No deja de ser graciosa la
torpeza de Crosby intentando convencer a su padre de que se opere,
pero ojalá lo hubiera conseguido, sólo por el zas que sería para
Adam, que vuelve a comportarse como si fuera el único adulto de sus
hermanos.
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