Gotham vuelve a los defectos que tuvo en los primeros capítulos desaprovechando un caso que, pese a ser muy bueno, podría haber sido magistral. Para los que les guste mucha vorágine de personajes y poca trama general este será su capítulo perfecto, pero para mi se ha quedado algo masificado.
Harvey, el antiheroe
Lo más interesante del episodio es el pequeño flashback en el que vemos a un joven Harvey Bullock 10 años en el pasado. Nos le muestran como un policía comprometido, que busca salvar a la pobre dama en apuros antes de que sea demasiado tarde. Por otra parte su por entonces compañero que proclama una frase lapidaria "La regla de oro de Gotham, nada de heroes". El desenlace de este pequeño viaje al pasado nos da una pequeña idea del por qué de la actitud del agrio detective.
Ya de nuevo en el presente la situación se aprovecha para mantener el protagonismo de Harvey y desvelarnos al fin su auténtica personalidad. Finalmente es el tipo desencantado, que solo quiere llegar a casa y que no te molesten mucho, pero que en fondo tiene un gran corazón y sentido del deber. Una de los mejores momentos es la conversación con la enfermera del asilo en el que está alojado su antiguo compañero.
La pega del capítulo es que resuelven el caso demasiado rápido, en un par de toques de genialidad. Una nueva faceta mostrada de Bullock es que es más listo de lo que aparenta. O al menos sus años de experiencia en el departamento han servido para algo. Aunque me puedo estar adelantando ya que el caso ha quedado sin resolver del todo, puede que lo completen en próximos capítulos en forma de juicio, aunque no creo que eso pase.
El pingüino vuelve al tablero
El resto de grandes momentos les acapara, como de costumbre, el pequeño Oswald. El capítulo aprovecha para explorar en profundidad la relación con su madre. Sinceramente, bastante cuerdo está para lo que tiene en casa. Sigue siendo un personaje misterioso, se intuye que tiene un plan, pero nadie sabe cual es, ni sus intenciones finales. De alguna manera sabe lo que pasa en la ciudad para volver al juego públicamente en el momento exacto.
Ese momento exacto que viene dado por el clímax de la cruzada de Allen y Montoya contra Gordon. Hay que ver el emperro que tienen con empapelar al pobre chico. Al fin consiguen un testigo que les da lo que quieren. Los acontecimientos se precipitan poniendo a Barbara en medio de todo. Parece que la carrera de la pareja protagonista está acabada con su detención cuando, en ese momento exacto, el pingüino obtiene su gran momento. Seis capítulos esperando este momento, hay muchas ganas de ver el próximo para calibrar las consecuencias de esta jugada.
En resumen
El capítulo podría haber sido sublime, una auténtica joya del género, pero se pierde tiempo en subtramas aparentemente banales. Sobre todo porque son demasiadas, a saber, la relación entre Nygma y la recién descubierta secretaria del archivo. El momento Selina entrando en la mansión Wayne a robar a saber qué y la pequeña cuota obligatoria de Bruce y Alfred. Por lo menos dos de ellas sobran ya que obligan a cerrar las tramas principales de forma atropellada, a golpes de ingenio. Una pena.
Hasta el próximo episodio.
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