Tyrant, el drama apuesta de FX este verano, puso
el cierre a su primera temporada dándole un giro a su ya maltrecha trama.
Cuando se estrenó os hablamos ya de ella, de cómo nos contaba la historia del
segundo hijo del dictador de una nación de Oriente Medio llamada Abbudin (llámese
X para evitar polémicas). El sujeto,
Barry/Bassam, vuelve a su patria por una boda y su visita se vuelve menos
temporal de lo esperado. Tras pasar veinte años en Estados Unidos,
abrazando la democracia y formando su propia familia made in USA, se enfrenta a
un mundo del que huyó y en el que queda envuelto más o menos contra su
voluntad.
Empezó muy fuerte y prometía
muchísimo. Un drama
polivalente: el retorno al hogar tras un largo exilio, la vida en un país de
Oriente Medio con su cultura y su represión, el poder y la corrupción del
individuo... Los dos primeros episodios, pese a ciertas voces opositoras,
fueron magníficos en ese sentido. Un
reparto amplio con una variedad de tramas que funcionaban prácticamente a la
perfección, pero que por motivos desconocidos se han quedado en agua de
borrajas.
No habíamos alcanzado la mitad de la temporada y todos los focos ya estaban
en Barry y Jamal, el primogénito varón, heredero a la presidencia/trono. Bueno,
en ellos y en las diferencias de postura frente a una crisis de gobierno, otra
y cualquier polémica o acto de estado en el que Jamal pretenda soltar los
militares sobre el primero que pase como si fuesen perros de caza. ¿Dónde quedaron las protestas del pueblo y la guerra en la calle?
¿Dónde están las mujeres sometidas? ¿Dónde quedó la homosexualidad en la
cultura árabe? Se las ventilaron de un plumazo para poner un desfile de
escenas de Adam Reyner luciendo cuerpazo madurito o poniendo calma con su impasible
gesto. Presión arterial pendiente de ser encontrada.
El thriller político se
comió el componente humano. Los flashbacks de la infancia y juventud de Barry que pusieron la guinda
al piloto se esfumaron. La familia de Barry dedicó el resto de la temporada a
ser mobiliario de palacio y nos quedamos con un manual de cómo corregir el
autoritarismo en doce fáciles pasos porque el Tío Sam mola, y es algo que el
mundo debería saber.
Falló. Tyrant no dio la talla. Una
pena. Lo que hemos visto ha sido un ensayo sobre las circunstancias políticas y
los tejemanejes de gobierno en este tipo de países. Un juego de posturas que lo debería haber protagonizado la perspectiva
social y no el hermano feo por dentro y por fuera y el caballero de
brillante armadura americana.
De momento no ha habido noticia sobre la renovación o no para una segunda
temporada, pero en vista de las dificultades del rodaje que ya llegaron a parar
la producción hace unos meses, no hay absolutamente nada claro todavía.
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