El piloto de The Mindy Project era toda una declaración de intenciones, llevar a a televisión el género de comedia romántica. De hecho, este primer capítulo era un buen ejercicio de homenaje a las rom-coms: nos contaba los dramas de Mindy Lahiri, una ginecóloga instalada en Nueva York que tiene que enfrentarse a la repentina boda de su exnovio. Desde Nora Ephron a P.J. Hogan, Mindy Kaling consiguió la balanza perfecta entre lo divertido, lo romántico y lo ridículo de su protagonista (interpretada por ella misma).
Sin embargo, ese tono no se mantuvo durante el resto de la temporada que tuvo varios problemas. El primero de todos, una protagonista difícil de soportar. Los caprichos, manías y contestaciones desagradables de Mindy hacían difícil querer al personaje y desear que algo bueno le pasara. De hecho, no podía evitar preguntarme en cada capítulos cómo una persona así conseguía ligar tanto. En segundo lugar, los secundarios no funcionaban. Excepto Chris Messina, que interpretaba el doctor Danny Castellano, aparentemenete antipático pero que luego es un amor, los demás personajes no conseguían encontrar su sitio en la serie. La temporada era un desfile (impresionante) de estrellas invitadas (Bill Hader, Mark Duplass, Chloë Sevigny, Seth Meyers, BJ Novak, Ellie Kemper, Ed Helms, Allison Williams...) que no estuvieron demasiado bien aprovechadas, excepto Seth Rogen, cuyo capítulo fue un rayo de luz en una temporada bastante mejorable. Además, un final que precipitó mucho la relación entre Mindy y Danny no terminó de dejarme un buen sabor de boca.
Por suerte para nosotros, Mindy Kaling y sus guionistas se pusieron las pilas para la segunda temporada, que ha sabido mejorar enormemente a la primera tanda de capítulos. Humanizar a la protagonista ha sido la principal mejora. Sí, Mindy sigue teniendo sus fallos y no es una persona perfecta pero ha dejado de ser antipática, que era el gran lastre de la serie. Los secundarios siguen sin terminar de interesarme (con Jeremy no saben qué hacer y Morgan sigue sin convencerme) pero han dejado de ser molestos y la incorporación de Adam Pally, con una versión menos exagerada de su personaje en Happy Endings, creo que ha sido una buena apuesta. Además, las referencias a la cultura popular, cada vez mejor traídas hacen los capítulos divertidísimos (cómo no reírse con los silbidos de Danny como en Los Juegos del Hambre o la discusión entre Mindy y (la otra) Danny Castelano sobre quién es el mejor integrante de One Direction). Pero la guinda del pastel en cuanto a mejoras ha sido, sin duda, potenciar la relación entre Mindy y Danny.
Poner hincapié en estos dos personajes ha sido el gran acierto de lo que llevamos de la segunda temporada. La relación entre Mindy y Danny es ahora el centro de la serie, que han ido construyendo a partir de intercambios entre los dos, sencillos y, sobre todo, muy naturales que siempre terminan siendo los mejores momentos de los capítulos. La química entre Kaling y Messina es muy notable y cómo están construyendo su (futura) relación amoroso, poco a poco, apoyándose en pequeños momentos entre los dos es previsible (y no lo digo como algo negativo) pero muy bien asentada.
El final de The Desert, el último hasta su vuelta el 1 de abril, ha sido lo que muchos esperábamos desde hacía un tiempo, bien traído a colación, romántico, apasionado y, siendo simple pero sincera, un momento precioso que me hizo saltar un poco de emoción.
Ahora tenemos que esperar dos meses para ver cómo resuelven este cliffhanger pero después de la mejora de la serie en esta segunda temporada no puedo evitar tener esperanza y esperar lo mejor de estos dos personajes. Apuesto por un tira y afloja entre los dos hasta el final de temporada, lo que no puede emocionarme más.
Para terminar, un aplauso a todas esas series que se han olvidado de alargar eternamente las tensiones sexuales no resueltas hasta aburrirnos para ir al grano mucho antes, algo que se agradece mucho como espectadora.
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