¿Qué sería de Parenthood si los Braverman no tuvieran esa personalidad tan molesta? Como drama familiar, los conflictos entre los personajes son la base de la serie y estos nacen del choque de personalidades muy diferentes. Sin embargo, no puedo evitar preguntarme si, con esta excusa, Parenthood abusa de la paciencia del espectador. Los Braverman, como cualquier humano, hacen buenas acciones, cometen errores y son, hasta cierto punto, imprevisibles. Sin embargo, me parece que, aprovechando esto último, los guionistas tienen a descuidar las personalidades de los personajes, que en pueden ser el ejemplo perfecto de justicia y la peor persona viva en un mismo episodio.
El ejemplo más claro de esto último es Julia. Cuando ella trabajaba y Joe se quedaba en casa, su vida era perfecta. Ahora que le situación ha dado una vuelta y es ella la que se ocupa principalmente de la familia, parece que su único objetivo es hacer infeliz a su marido y meter las narices en su trabajo como si fuera su dueña. Sin embargo, en el mismo capítulo Julia defiende (con razón) a su madre cuando su padre no le deja hacer nada con su vida, básicamente. Si alguien entiende aquí la lógica interna del personaje que me lo explique.
De Zeek y Camille poco hay que decir a parte de que el primero es un misógino insoportable que se cree con derecho a decidir qué hacer con la vida de su mujer. El problema es que Camille es un personaje tan flojo que dudo que a mucha gente le importe qué hace su marido con ella.
Como siempre en esta serie, el capítulo ha sido una de cal y otra de arena. Los guionistas han sabido dejar de lado durante un episodio la trama de la campaña electoral de Kristina, que no termina de cuajar, para centrarse en ella y su hijo. Max es un personaje tan intenso que a veces resulta un poco pesado pero esta semana han sabido tratar con delicadeza las injustas consecuencias que tiene para él su enfermedad, especialmente en una tierna última escena que te recuerda cómo los pequeños detalles hacen grande a esta serie.
Mientras que Adam y Crosby discuten sobre su negocio aburriéndonos profundamente, la relación entre Sarah y Ryan va profundizando, cosa que se agradece. Sarah, que aunque ronde los 40 y tenga dos hijos tienen la mentalidad de una niña de 10 años, no comprende que no todos tienen la suerte de tener una familia como la suya y que Ryan es una de estas personas. El acoso al que estaba sometiendo a Amber porque su futuro marido no iba a invitar a ningún familiar a su boda era enfermizo. Por suerte, en esta familia una confesión al borde de las lágrimas siempre solventa cualquier problema que se pueda tener.
Cosas buenas y cosas malas, así ha sido el capítulo de Parenthood una semana más. ¿Qué pensáis vosotros? ¿Los Braverman os ponen tan nerviosa como a mí o comprendéis más su forma de actuar?
COMENTARIOS