Me vais a perdonar porque la semana pasada no os pude traer mi opinión acerca del anterior episodio, Favors, pero trataré de compensaros hablando antes que de costumbre de The Quality of Mercy, el penúltimo episodio de una temporada que, vuelvo a decir, no tengo ni idea de lo que nos quiere contar.
La pena de no haber comentado lo que sucedió en el episodio anterior es que no pudimos comentar lo que sería la nueva crisis —otra más— de Donald Draper. Sally, su hija, que siempre es testigo de lo que no debería, vio a su admirado padre montándoselo con su vecina Sylvia en un polvo de agradecimiento, lo que cambió totalmente su visión acerca de su progenitor. The Quality of Mercy vuelve a hacer hincapié en lo sucedido —algo que se agradece, teniendo en cuenta cómo en esta temporada no paran de pasar cosas que se pasan por alto— y nos deja con un padre y una hija más separados que nunca y tratando de reconstruir sus vidas a partir de ese desafortunado accidente. Volvemos a preguntarnos: ¿hasta cuándo seguirá Don maltrando a las personas que le quieren (y por qué Betty es la única que ha conseguido volver a apreciarle)?
Para Don, quizás porque está acostumbrado a ser una decepción constante para sí mismo, esta crisis tan solo se representa a través de posiciones fetales —una por Sally, otra por Peggy— y del hecho de que parece querer establecer distancias con Megan, quizás porque ahora los cuernos crean más culpabilidad que nunca. Para Sally, por otro lado, significa querer distanciarse lo máximo posible de su familia, querer ir a un internado de señoritas y empezar una nueva vida alejada de un padre que nunca le ha dado nada y una madre a la que odia... es decir, siguiendo la tradición familiar de huir del pasado. La progresión de Sally, como siempre, es una de las pequeñas joyas de Mad Men y esta temporada vemos cómo tiene que madurar a la fuerza de nuevo, y es curioso que en sus momentos de reflexión siempre aparezca Glen Bishop —el hijo raro de Matt Weiner— y que juntos nos vuelvan a regalar otra gran escena.
Curioso, todo hay que decirlo, que tenga que ser Don el que señale el efecto que está causando la relación (secreta) entre Ted y Peggy en la agencia. Un ambiente de trabajo confuso, un trabajo que se sale de presupuesto... en la cabeza de un enamorado que ha perdido el contacto con lo moralmente profesional no hay hueco para lo racional, y es Don quien tiene que sacar las castañas del fuego a la parejita en una reunión, y después señalarles su error. Y si bien lo que dice el creativo es verdad, como siempre él no es el más indicado para señalar a un compañero cuando sus líos de faldas siempre han afectado a su trabajo —sin ir más lejos, esta temporada—. Y además lo hace con malicia, demostrando esos celos que tiene de su relación... no por un deseo sexual por Peggy —Come on, we've all been there... I mean, not with Peggy— sino por esa relación mentor-alumna que tanto le ha marcado personalmente; de ahí que no dude a la hora de hacer daño a Ted, como tras descubrir el lío entre ambos en el cine e inmediatamente después llamar a Harry para que siga adelante con su plan y estropee la cuenta de Chaough. ¿Será un monstruo, como señala Peggy, o solo es un hombre que trata de aferrarse a un clavo ardiendo, sin control sobre sus egoístas necesidades?
Se agradece, por otro lado, que se haya resuelto el misterio de Bob Benson, porque ni hacía falta el misterio ni las teorías que lo rodeaban. Pero, aun así, lo cierto es que las teorías han dado en el clavo: como hiciera Dick Whitman en su día, Bob Benson es un hombre que ha tentado a la suerte y ha ascendido sin demasiado esfuerzo en una empresa que no ha perdido tiempo en mirarlo dos veces. Y, a pesar de que el hecho de que el ser descubierto tendría que significar un futuro nada prometedor para el mentiroso de Benson —al final no queda claro si es gay o no—, lo cierto es que el gran personaje estrella de la temporada, Pete Campbell, se apiada de este prometedor joven que supo estar en el lugar adecuado y en el momento oportuno. El odioso Pete Cambell, que parece ser el único que tiene una renovada memoria histórica en mente y que descubre que por mucho que le incomode la presencia de Benson, verdaderamente no tiene razones para librarse de él y sí muchas para que se quede en la agencia. Pete ya metió la pata con Dick Whitman cuando estaba ciego de ambición aunque todavía le falta pulir ciertos matices de su personalidad —el mal trato que ofrece a los demás—, lo cierto es que Campbell va por el buen camino.
Y vosotros, ¿qué pensáis del episodio? ¿creéis que nos depara alguna sorpresa en el episodio final? No dudéis en deja vuestra opinión en la sección de comentarios justo debajo.
Creo que Pete Campbell piensa que Bob Benson es un espía del gobierno traído directamente de las teorías locas de los fans y por eso decide no joderle el tinglado.
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