A estas alturas de la temporada, no nos queda más que elegir: ¿estamos dispuestos a aceptar que el final de Fringe vaya a ser tan o renegaremos de él para siempre? La decisión no es sencilla, teniendo en cuenta que a pesar de lo mucho que nos pueda disgustar este último camino de la serie, ésta no nos dejará que la ignoremos tan fácilmente. Five-Twenty-Ten es una episodio cargado de emociones que seguramente sea el que le haya dado finalmente forma a los dos conflictos principales a resolver en los siguientes episodios.
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Un nuevo calvo en la ciudad
Para mí estaba claro que este Peter vengativo no me iba a acabar de convencer, y de hecho dudo mucho que lo haga, especialmente después de ver cómo ha sido la introducción de su personaje y a pesar de que por primera vez el chaval —el actor, digo— haya demostrado que sí que tiene cualidades interpretativas. No obstante, esta transformación en observer no deja de ser interesante y creo que, aunque la odie como trama principal, acabará dando mucho juego.
Y es fácil, porque la transformación de Peter, al fin y al cabo, está siendo muy bien llevada, al menos hasta ahora. El Bishop se ha dado cuenta de las nuevas facultades que ha adquirido con el dispositivo que lleva en la nuca y no tarda mucho en aplicarlas para acabar con tres de los principales lugartenientes de Windmark. No obstante, rápidamente nos damos cuenta de que el joven empieza a adquirir algún que otro comportamiento similar al de los calvos, lo que da un poco de mal rollo.
Olivia, cómo no, también se da cuenta y se pasa todo el episodio sospechando lo peor, y con razón. Peter se niega a dar explicaciones mientras continúa con su sendero de venganza. Y cuando le descubre, sumido en la máxima concentración para diseñar el plan que acabe con su objetivo final, Windmark, Olivia se da cuenta de que está a punto de perderle. Peter, ¿qué has hecho? No creo que Olivia sea de esas que digan "Cari, aunque te estés quedando calvo te voy a querer igual".
El miedo a volver a ser el de siempre
Mientras al joven Bishop las cosas se le están yendo de las manos, al padre le atormenta el que le pueda pasar lo mismo, como ya le pasó en el pasado.
Tras recuperar una nueva cinta, el equipo Fringe va en busca de dos balizas al almacén de William Bell, en el que para entrar necesitarán la mano de William Bell, pero para lograrlo primero tienen que eliminar una gran cantidad de escombros, y acuden a Nina Sharp para que les proporcione tecnología para realizar ese trabajo. Ni que decir tiene que el reencuentro de la misteriosa señora con Olivia —recordemos que en principio seguimos en la misma línea temporal que la cuarta temporada— e incluso más con Walter, es muy significativo. Lo que con la agente Dunham es un afectuoso reencuentro, para Walter no es más que un choque con la realidad.
Walter cree que las piezas de cerebro que le reimplantó Etta le están forzando a convertirse en el hombre cruel que era antes, como William Bell, algo que sólo Peter podría detener simplemente con su presencia —aunque Walter todavía no sabe la verdad—. La dureza de Nina le sale cara cuando Walter le asegura que Bell nunca la quiso, y por primera vez la extraña mujer me da lástima. Afortunadamente, cuando recuperan de la caja fuerte —con los números 5, 20 y 10— Walter encuentra una foto de Nina y no duda en dársela para retirar sus palabras.
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Las balizas —que ya hemos visto antes— de momento no nos preocupan, sino Walter. Sin el Peter de siempre, ¿será capaz de sobrevivir como hasta ahora o volverá a ser el hombre que era antes?
A mi me tiene un poco desconcertada esta temporada. Aprecio que veamos más la dimensión humana de Olivia. Peter me ha recordado, desde el inicio de la temporada, a Walternate, con ese deseo de venganza. Quizá echo un poco de menos el aspecto procedimental de las temporadas anteriores, pero Fringe es Fringe y siempre albergo esperanzas.
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