Si pensé que ningún episodio sería más desgarrador que el anterior, me equivoqué. Ha sido un gran episodio que ha hecho que se me salgan las lágrimas, más que con la muerte de Mike. Tenía miedo de que el resto de episodios se centrasen en esta tragedia, y todavía tengo ese miedo, ya que el fin está realmente cerca y no sería buena idea dar por terminada una serie con un tema demasiado quemado en tan poco tiempo. Hasta lo que puedo recordar, ha sido el mejor episodio, el más conmovedor, y que te enseña algo muy importante: no hay que dejar que la muerte nos enseñe a valorar algo que ya se ha llevado.
La muerte de Mike ha traído conmoción y sorpresa a Wisteria Lane, y el episodio se va a centrar en momentos que cada una de nuestras protagonistas ha pasado con Mike. Momentos que nunca olvidarán, y que les ayudó bastante. La primera es Gaby, que al llegar al funeral y ver el dolor de Susan se da cuenta de que Mike era el amor de vida de su amiga, y recuerda cómo se sentía con Carlos. Cuando Carlos estaba en rehabilitación, Mike era el único que podía visitarle ya que sabía por lo que estaba pasando, y fue él quien le hizo entender a Gaby el por qué. Carlos siempre ha querido lo mejor para su familia, y no quería que le viesen así y que se sintiesen decepcionados.
En cuanto a Lynnette, al ver una foto de boda de Mike y Susan recordó su primera cita con Tom, y la sorpresa que le dio cuando él le regaló la casa de Wisteria Lane. No sólo eso, sino que cuando Tom y ella decidieron tomarse un tiempo, él le aconsejó que uno de los dos diese su brazo a torcer antes de que fuese demasiado tarde. Consejo que se decide a seguir para recuperar a Tom. Luego está Bree, la pobre llega tarde al funeral porque la policía ha ido a buscarla porque vuelve a ser sospechosa de la desaparición del padre de Gaby, y una vez allí recuerda cómo le enseñó su madre a llevar una máscara para que ningún hombre supiese sus sentimientos reales. Lo malo es que involuntariamente, le deja sus huellas a la policía incriminándose en dicho delito.
Por último, Susan está destrozada hasta el punto de no saber qué decir en el funeral. Es entonces cuando se acuerda de varios momentos; el poema absurdo que Mike le dedicó tras la boda, cómo se empeñó en hacer un testamento antes de nacer M.J., y cómo le explicó a su hijo que el cielo es todo lo que nos hace feliz. Tras estos recuerdos, Susan cambia de idea y lo narra (escena brillante) para luego acercarse al ataúd y recitar el poema antes mencionado para así despedirse. Tras el entierro, Susan se encuentra en casa con sus amigas comiendo las hamburguesas favoritas de Mike, y recibiendo toda la ayuda posible de sus amigas.
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