En esta frenética semana de nuevas series y
regresos, ayer nos encontramos de nuevo con los chicos de McKinley en el que
será (para la mayoría, que descubrimos que Tina y Artie son más jóvenes) su
último año.
Resumiendo, Rachel y Kurt siguen siendo unas
divas, Finn sigue siendo un pringadillo que no sabe qué hacer con su vida, Sam
se ha ido (aunque eso ya lo sabíamos), Mercedes tiene un nuevo (y enorme)
novio, Santana quiere liderar las animadoras y seguir su nuevo modelo, Paula
Abdul, Brittany sigue siendo la misma (GRACIAS A DIOS), Zizes ha dejado a Puck
y Quinn ha decidido hacer un cambio en su vida. Ahora es una rebelde.
Por otra parte, Will y Emma viven juntos, en
una “sana y limpia” relación, en la que se hacen el uno al otro las fiambreras
a juego para el almuerzo en el colegio, y Sue sigue en su línea, pero con
aspiraciones más allá del colegio, presentándose a representante del Distrito y
prometiendo en su campaña electoral acabar con todo el programa de artes.
Con, a mi parecer, cada vez
canciones peores y metidas con calzador, Glee nos ha ofrecido un capítulo nada
excitante, sin sorpresas (ni para bien ni para mal), que era básicamente lo que
nos esperábamos.

Como todos esperábamos, Blaine se unirá
también al New Directions, dejando a sus compañeros los Warblers por estar con
Kurt, entrando por la puerta grande con la única actuación destacable del
capítulo, It’s not unusual, del gran Tom Jones. Actuación que acaba en
desastre, cuando Santana, con ayuda de las animadoras (y la colilla del cigarro
de Quinn) prende fuego al piano. Descubriendo su juego a dos bandas, Will, que
está autoritario, la echa del coro.
Y, por fin, y gracias al cielo, han hecho
algo para bajar de la nube a Rachel y Kurt, que se creían mega divas de
Broadway tras colarse en un teatro de Nueva York para cantar en el escenario.
Por recomendación de Emma, van a una reunión de los que podrían ser sus futuros
compañeros, así como la competencia para entrar en una escuela especializada en
teatro musical, y descubren a múltiples clones de sí mismos, pero con mucho más
talento y una mejor puesta en escena. Tras el batacazo inicial, ambos deciden
esforzarse para entrar.
Pese al bajón que ha pegado esta serie desde
sus inicios, nos sigue sorprendiendo de vez en cuando con grandes momentos.
Esta vez, lo mejor ha sido, sin duda, la nueva y divertidísima incorporación (que esperemos que
dure, porque la chica me hace gracia), y Quinn, que con su look de “no me
importa nada, mira cómo molo” nos ha sorprendido a todos. Dentro de lo que
cabe, es lo único nuevo que hemos visto con respecto a la temporada anterior,
por lo que, a lo mejor, es el detonante de algo mejor. Esperemos.
A mi no me ha gustado tanto el episodio como esperaba, para mi los puntazos han sido el look de Quinn, y la versión del musical de Brodway 'Hairspray' que me sorprendió porque es uno de mis musicales favoritos y no me lo esperaba. El que me ha fallado es Blaine, porque lo veía como un gay muy masculino que me hacía la boca agua y al cantar It's not unusual estaba vestido casi igual que Kurt...se me ha caído un ángel jajaja.
ResponderEliminarIba de moderno, a mí me ha encantado...
ResponderEliminarEl capítulo no, pero es que ya es difícil que me sorprenda para bien un capítulo de Glee...
Y Quinn es la leche.
Como decís, Glee ya no sorprende, pero algo tendrá que no dejamos de verla, ¿no?
ResponderEliminarIt´s not unusual y Don´t stop the beat han sido las mejores actuaciones del capítulo.
Totalmente de acuerdo contigo. Y algo tiene, sí...recemos para que no lo pierda...
ResponderEliminarGracias por pasarte y comentar!