No es la primera ni la última serie que ha visto su estreno alterado a causa del coronavirus, pero quizás sí la que esperábamos con más ganas. Inicialmente prevista para el pasado mes de abril, la adaptación de la aclamada novela de Fernando Aramburu llega al fin a nuestras pantallas. HBO estrena mañana los dos primeros episodios y el resto (son ocho en total) se estrenarán semanalmente.
Para una fan de la novela, y más recientemente de la adaptación gráfica de Toni Frejuela, pulsar el play tras tantos meses de espera era un acto en el que se mezclaban las ganas y el miedo a la decepción. No porque la serie fuera mala, que todo apuntaba a que no, sino porque no cumpliera mis expectativas, que eran muchas. Y vaya que si las ha cumplido, con sobresaliente.
Aitor Gabilondo retrata con maestría un Euskadi dividido por la violencia. Un pueblo roto en el que unos y otros reclaman su derecho a existir. No hay equidistancia, y esto va para aquellos que sacaron las antorchas con un póster promocional como toda información sobre el tema. Hay buenos y malos, sí, pero, como en todas las historias, hay varias versiones, tantas como implicados. El conflicto armado afectó a todas las partes, a los que se involucraron y a los que lo sufrieron. A las víctimas y sus familias, pero también a los familiares de quienes decidieron luchar por lo que ellos pensaban que era justo. Intentar conocer, que no forzosamente entender, la que menos conocemos, aunque nos cabree, aunque nos echemos las manos a la cabeza, es importante para tener una visión completa de la historia. Nuestra Historia, la de todos los españoles.
Ane Gabarain (Periodistas) y Elena Irureta (Allí abajo) dan voz y forma a las dos grandes protagonistas de esta historia: Miren y Bittori. Dos mujeres que se querían como hermanas y cuyas vidas se separaron por culpa de ETA. No estaban en el mismo bando y, por lo tanto, sus familias estaban condenadas a separarse. Y eso mucho antes del hecho que desencadena toda la trama: la muerte del Txato, el marido de Bittori.
Si el libro está estructurado en capítulos cortos contados desde el punto de vista de cada uno de los personajes -Bittori, Miren y sus maridos e hijos-, la serie alterna de manera brillante los saltos temporales y las tramas de unos y otros, convirtiendo los ochos episodios que componen la serie en una historia redonda que consigue mantener la intriga incluso para quienes conocemos el desenlace.
Todo en Patria funciona a la perfección: interpretación, guion, fotografía. Ese cielo plomizo, a menudo lluvioso, que no hace más que reforzar ese sentimiento de desazón e intranquilidad inevitables al ser testigo de lo que sucede. Me ha gustado mucho también la forma en la que se han mostrado los pensamientos en voz alta de las protagonistas, sin recurrir a la voz en off que tanto gusta en las series españolas. Dos mujeres que buscan pasar página, cada una a su manera. Una intentando dejar atrás el pasado y la otra buscando respuestas y, por qué no, disculpas.
Si hubiera que sacarle un pero, solo uno y pequeño, es que me ha faltado un poco más de euskera. Sobre todo, en las conversaciones entre los terroristas. Si bien es cierto que los diálogos están repletos de palabras en euskera (cosa habitual en las conversaciones entre vascos) y que en el libro todo es en castellano por razones evidentes, aquí podrían haber recurrido al euskera subtitulado para algunas de las escenas. Pero el conjunto es tan sobresaliente que este detalle se queda en eso, un pequeño pero.
Gabilondo consigue un producto final tan perfecto que solo puede salir de la pluma de alguien que ama la historia y sus protagonistas. La elección del casting es un acierto, no imagino dos actrices que representen mejor la imagen que nos hicimos de las protagonistas quienes leímos el libro y que engancharán tanto a los que conozcan la historia como a los que no. Patria huye de los clichés y de lo fácil, se moja y mucho (en sentido literal y figurado) y muestra sin dobleces todas las caras de la historia. Una serie impecable que entra con fuerza en el top de lo mejor del año.
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