Creo que no exagero si digo que todos hemos oído hablar alguna vez de Perry Mason. Quizás no sepamos ubicarlo concretamente, pero es un nombre que no nos es extraño. El personaje de Mason, un abogado especializado en la defensa de clientes acusados de asesinato, apareció por primera vez en las novelas de Erle Stanley Gardner en los años 30, y más tarde sería protagonista de varias series, películas o emisiones radiofónicas.
No os preocupéis si no habéis visto nada antes, porque quienes conocen a Mason dicen que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. La nueva serie de HBO, que llega a nuestras pantallas el lunes 22, no es tanto un remake sino más bien un previously on, algo así como una precuela que nos muestra cómo Perry Mason llegó a convertirse en un famoso abogado.
Y es que viendo a un sucio y alcoholizado Matthew Rhys (The Americans) en los primeros episodios es imposible no preguntarse cómo consigue labrarse una carrera o no morir cada vez que pisa la calle. Pero lo consigue, y avanzar con él en sus investigaciones es una de las delicias de la serie.
Lo más llamativo de la serie, además de la cantidad de estrellas con las que cuenta, es la calidad técnica. Nos sentimos desde el primer minuto atemorizados por esa ciudad de Los Ángeles, sucia y violenta, en los meses previos a los Juegos Olímpicos de 1932. Una atmósfera oscura y un ritmo y unos personajes que nos recuerdan a otras series y no es por casualidad. Nic Pizzolato (True Detective) estuvo involucrado en los inicios de la serie, aunque no aparece en los créditos ya que abandonó el proyecto para hacer la tercera temporada de su serie y Timothy Van Patten (Broadwalk Empire) dirige la mayoría de los episodios.
Como espectador no es difícil entrar en la serie que empieza con el secuestro de un bebé, siendo sus padres dos de los principales sospechosos. Un caso para Perry Mason, detective privado que se encuentra en uno de los peores momentos de su vida, atormentado por los recuerdos de la guerra -mención especial merecen los flashbacks rodados impecablemente-, totalmente dependiente del alcohol, deprimido tras su divorcio e intentado torpemente no perder la relación con su hijo.
La historia se complica cuando se relaciona con la Radiant Assembly of God, una secta liderada por la carismática Sister Alice (Tatiana Maslany, Orphan Black) y su descorazonada y trepa madre (Lili Taylor, Six Feet Under) y cuya implicación en la historia no voy a revelar porque es mejor ir quedándose con la boca abierta a medida que avanza la serie.
Destacan también John Litigow (Dexter) como Elias Birchard, abogado y mentor de Mason, o Gayle Rankin en el rol de la madre acusada de secuestrar a su propio hijo. Sí, confieso que tardé bastante rato en darme cuenta de que era la maravillosa Sheila the She-Wolf de GLOW.
Un elenco de lujo para una serie bien escrita y ejecutada a la que, si hay que sacarle peros, tendría dos: la duración de los episodios (una hora) y una trama sobre el racismo que merecía más protagonismo y no quedarse relegada a casi una historieta circunstancial. Dos peros casi anecdóticos que no hacen sombra a uno de los estrenos más esperados del año. A partir del lunes 22 en HBO España.
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