Era uno de los estrenos más esperados de la primavera y no ha defraudado. Ambientada en el País Vasco de finales de los 60, La línea invisible nos acerca a los orígenes de la banda terrorista ETA, convirtiéndonos en testigos privilegiados de las primeras reuniones, las primeras decisiones y, de forma más o menos accidental, de las primeras muertes.
En la estética reconocemos la mano de Mariano Barroso, que ya nos hizo vibrar con El Día de Mañana, dirigiendo con maestría los seis episodios que componen esta miniserie. Esta vez, sin embargo, la historia no ha salido de su pluma, sino de la de Abel García Roure, un nombre que esperamos se convierta en habitual en el mundo de las series.
Barroso nos traslada a la España del Franquismo, de los azulejos coloridos, la de los dos bandos, la de la misa de los domingos, la España de los secretos, de lo clandestino. La España que empezaba a recibir influencias del exterior, pocas, las justas, pero empezaban a llegar. Y, en medio de todo esto, un grupo de jóvenes vascos que buscan mostrar su inconformismo, hacer ruido, como en la revuelta de los estudiantes que tenía lugar en París por aquellos días.
Txabi (Àlex Monner, Sé quién eres), poeta y estudiante modelo que aspira a obtener una beca para continuar sus estudios en Inglaterra, ve como su vida da un giro cuando empieza a acompañar a su hermano José Antonio (Enric Auquer, Vida perfecta) a las primeras reuniones de la banda. La enfermedad de José Antonio lo deja en un segundo plano y es Txabi el que toma las riendas del grupo, que cuenta en su núcleo duro con Maxi (Joan Amargós, Polònia), Txiki (Anna Castillo, Estoy vivo) y Txema (Patrick Criado, Águila roja). ¿Qué tienen en común todos estos actores? Que ninguno es vasco y que sus acentos y expresiones impostadas sean quizás la gran pega que se le puede sacar a la serie.
Los seis episodios pasan volando, tanto que se echa de menos que se profundice un poco más en algunos aspectos, que desarrolle un poco más algunos de los personajes y sus motivaciones. Eso sí, todo lo que se cuenta tiene sentido, no se entretiene en tramas o personajes que no aporten nada y retrata a la perfección a los diferentes protagonistas de la historia. Cuál fue el papel de la Iglesia; el del pueblo, sobre todo la clase obrera; el de la Policía y la Guardia Civil (cómo sentir empatía por Melitón Manzanas) o el de la necesaria financiación extranjera (impecable como siempre Asier Etxeandia como El Inglés).
En respuesta a la pregunta planteada en el titular, sí, merece mucho la pena acercarse a este episodio de la Historia reciente de España que muchos querrían enterrar. Es una serie muy entretenida en el que la trama fluye naturalmente, sin artificios, poniendo al espectador en una posición privilegiada: la de testigo de un movimiento que marcó la Historia de España durante décadas.
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