HBO vio el panorama actual de series adolescentes, se inspiró en una de origen israelí, cargó el arma con nombres tan reconocidos en la escena juvenil como Zendaya o Drake y apretó el gatillo, aniquilando con un disparo limpio y puro a todos los teen dramas superficiales con polémica barata y crítica social demasiado pretenciosa. Y sálvese quien pueda y oféndase quien quiera, Euphoria está aquí, y no es para todo el mundo.
La voz impasiva de Rue nos acompaña durante cada capítulo de este drama adolescente, siendo una narradora omnipresente que nos cuenta su propia historia a la vez que introduce subtramas sobre la gente que la rodea. Esta joven drogodependiente extrañamente carismática y con problemas mentales protagoniza posiblemente una de las series de televisión más potentes y más explícitas sobre la adolescencia desde la británica Skins. Y es que es inevitable ver las similitudes entre ambas, siendo la americana una muy necesaria versión millennial de la inglesa.
Euphoria no tiene miedo a nada, y consigue lo que se propone desde un principio: reflejar una etapa de la vida tan compleja como es el paso a la adultez sin tapujos, con exageración, y sin adoctrinamiento. No pretende educar, no quiere ser un ejemplo, busca impactar, experimentar y transmitir ese cataclismo tan imperfecto que es la adolescencia.
Con interpretaciones notables tanto por parte de la protagonista como por actores y actrices que todavía se están abriendo paso en la industria (cabe destacar el papel de Hunter Schefer como Jules), los primeros cuatro episodios de Euphoria irradian disconformidad, inclemencia, y se ríen de todos los teen dramas que la preceden y que no se atrevieron a ir más allá. A través de un ritmo rápido, personajes coherentes que se mueven entre lo cliché y lo atípico, flashbacks, un uso inteligente y delicado de la iluminación, la extrema explicitud y la falta de censura, la serie entretiene, espanta e impacienta, pero sobre todo fascina.
Por otro lado, el hecho de crear una serie tan temeraria, que esté dispuesta a enseñar aquello que no se debe enseñar, y a romper con todos los tabúes, es una evidente característica de las ficciones por cable, pero el enfocarla hacia un público joven es audaz, y hasta cuestionable. Sin embargo, los niños ya no son tan niños, y los adolescentes quieren más. Por ello, Euphoria es incómoda, te reta a atreverte a verla, y lejos de intentar crear polémica, quiere transmitir una historia cercana, quizá tan cercana que asuste.
No todo el mundo estará conforme, y tal vez hay ciertas cosas que traspasan la línea entre lo ético y lo experimental, pero qué mejor retrato de la adolescencia que esa imprudencia y ganas de desobedecer. Lo prohibido atrae, y Euphoria lo sabe.
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