Ni todo lo que es oro reluce, ni todo lo que hace Marvel es bueno, ni todo lo que toca Scott Buck es un desastre. Vamos a dar al hombre el crédito de A dos metros bajo tierra, porque ya fue apaleado con Iron Fist y todo apunta a que, por culpa de Inhumans, le van a pitar un poco los oídos. ABC había dado en las teclas correctas para crear expectación por la llegada de la nueva serie basada en el Universo de Marvel: un spin-off sobre la historia de los inhumanos que ya vimos en la entretenida Agents of S.H.I.E.L.D., una salida digna al proyecto cinematográfico que nunca pudo desarrollarse, un aparente gran presupuesto que embelesaría a los seguidores y, sobre todo, la proyección de los dos primeros episodios en salas IMAX.
Sin embargo, con el tráiler llegaron los peores augurios y el estreno ha confirmado la chapuza en la que han estado trabajando sin descanso. Doble capítulo incluido. Desconocemos si el presupuesto se lo gastaron en viajar a Hawái y Oahu o en crear a Lockjaw, el bulldog gigante teletransportador que apenas protagoniza tres escenas hasta que le duermen y desaparece. Sabemos que se gastaron 100.000 dólares en arreglar la ridícula peluca de Medusa (Serinda Swan). También sabemos que ABC y Marvel contrataron a Roel Reiné como director de los dos primeros episodios por su "experiencia haciendo películas de acción de bajo presupuesto en un tiempo récord". Ahora comprendemos muchas cosas.
Finiquitamos desde ya el debate de si es una mala adaptación o no. La conversación es mucho más sencilla: Inhumans es una serie pésima. Es un despropósito, una ficción tramposa que establece la coherencia de su universo a conveniencia, una obra que ni siquiera hace el esfuerzo por contextualizar la situación y que prefiere crear conflictos y relaciones entre personajes por los que no sentimos ninguna conexión. ¿Quieres emotividad? Pues adelante un flashback irrelevante de 5 segundos o una escena a cámara lenta con música bonita.
Personajes con poderes, guiones sin ninguno
No se trata del síndrome del piloto flojo que luego cuenta con una temporada impecable, como le ocurrió a Agents of S.H.I.E.L.D. La serie creada por Joss Whedon posee una evolución claramente positiva con respecto a su inicio. Aún así, el piloto es divertido, sólido y cuenta con personajes carismáticos que podemos reconocer. No encontramos ninguno de estos detalles en Inhumans, donde los personajes son inconsistentes, como si cada escena hubiera sido escrita por una persona diferente.
Black Bolt (Anson Mount) es serio, no habla e impone con su presencia. Todo eso desaparece cuando llega a la Tierra y de repente se convierte en un galán sarcástico y vacilón. Por otro lado, desconocemos si Karnak (Ken Leung) es un Sherlock de la vida que calcula las probabilidades de sus acciones, si puede viajar en el pasado o puede predecir el futuro para no repetir sus meteduras de pata. ¿Por qué no predijo su terrible caída desde el precipicio? Tú ponle esos gráficos chulos en pantalla y ya escribimos luego el sentido de sus poderes según lo necesitemos. ¿Y Crystal (Isabelle Cornish)? Adivinamos por la descripción de la web oficial que puede controlar los cuatro elementos naturales, ya que nadie se había preocupado por contárnoslo.
"Bueno, ya irán explicando estas cosas a medida que avance la serie", podríamos pensar. Sin embargo, no tienen ningún reparo en desvelar el poder con mayor potencial de la serie a través de otro flashback cutre y breve. En él, un adolescente Black Bolt mata a su padres de manera accidental por abrir la boca. ¿No habría sido más interesante crear misterio en torno a ese suceso y las razones por las que decide comunicarse únicamente en lengua de signos? Todos estos ejemplos son malas decisiones de guión que dan lugar a situaciones con las que es imposible empatizar, como el rapado de Medusa, la reclusión de Crystal o la lealtad de Auran (Sonya Balmores) a Maximus (Iwan Rheon).
Inhumans se presupone como una historia con riqueza y complejidad narrativa, con un fuerte componente social, de luchas de clase y desigualdad. Los inhumanos sin poderes son explotados en las minas y los que tienen poderes viven felices en el reino superpoblado de Attilan. En realidad, todos serían una minoría si vivieran en la Tierra. No obstante, la serie de ABC y Marvel presenta esta trama como un complemento insignificante del gran problema dinástico que desencadena una ristra de clichés aburridos: los villanos son un poco buenos y los héroes son un poco malos.
Todo esto aderezado con capacidades interpretativas propias de una hormiga. Caras compungidas, diálogos extraídos de una telenovela y poses intensas de videoclip en escenarios majestuosos. No perdonamos a Iwan Rheon por esa absurda cara de psicópata mientras le rapa la peluca a Medusa. Desde ahí, cuesta abajo y sin frenos. Las mínimas secuencias de acción tampoco consiguen que la serie alce el vuelo. Los momentos musicales sacados de The CW y las arbitrarias escenas a cámara lenta ralentizan todavía más el ya de por sí soporífero ritmo de los episodios. Pero hay algo que diferencia a Inhumans de las series de The CW: estas últimas construyen personajes y universos atractivos, saben a qué espectadores se dirigen y les toman en serio. En cambio, Inhumans te recuerda varias veces en qué lugar del universo se emplaza la escena, como si no supiéramos diferenciar la luna de la isla de Hawái.
Los puntos fuertes de Inhumans brillan por su ausencia. El conjunto falla estrepitosamente, a niveles nunca imaginados para una producción de Marvel. La serie se confirma como el mayor batacazo del año, con proyecciones en salas IMAX que solo sirven para destacar en alta definición los garrafales errores de CGI. El guión, la dirección y las nefastas interpretaciones provocan 80 minutos insoportables que disminuyen nuestra atención hasta alcanzar el odio más profundo. La serie de ABC reincide en la fórmula de superhéroes con habilidades especiales a los que les rodea una atmósfera de pesadumbre y venganza debido a un pasado traumático. Y para eso ya tenemos suficiente con Iron Fist. Está claro que Scott Buck no aprende.
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