El vergonzoso y deleznable escándalo que ha puesto –merecidamente- a Harvey Weinstein en el punto de mira no es más que la punta del iceberg de una de las grandes lacras de la sociedad en general y de la industria del cine y la televisión en particular: el sexismo. El trato discriminatorio a la mujer, la sexualización de su imagen, la diferencia de salarios respecto a sus colegas masculinos, la tiranía de la edad y el físico son temas tan antiguos como el Señor Hollywood, pero no por ello debemos aceptarlos como normales.
Resulta, cuando menos, curioso que, mientras que Variety, la biblia del cine y la televisión, condena a Weinstein en la portada de este mes, medios españoles critican el silencio de las mujeres dejando entrever que son culpables de la situación. Y lo peor de todo es que algunos de esos artículos están escritos por mujeres. ¿Se habrán preguntado antes de escribir semejantes despropósitos cuál era la situación de esas mujeres? Harvey Weinstein es, o era, un hombre muy poderoso en la industria y podía ensalzarte o destruirte con la misma facilidad. Cuando tu carrera está en manos de esa persona te sientes todavía más vulnerable. Y, seamos realistas, no es fácil denunciar a alguien así sin que tu testimonio sea puesto en entredicho, tengas que oír críticas e insultos y, cómo no, algún “algo habrás hecho”. Luego están los contratos con cláusulas que te obligaban a cerrar la boca y cheques millonarios con los que evitar que el caso saliera a la luz.
Ha bastado con que un artículo tirara de la manta para que las decenas de víctimas de este señor (es una forma de hablar, no es un señor) hayan sentido al fin que pueden ser escuchadas –que no por ello comprendidas- y que otras mujeres que han vivido situaciones similares hayan podido denunciarlo públicamente. Muy polémico ha sido el editorial de Mayim Bialik (Blossom, The Big Bang Theory) publicado en el New York Times en el que dice que no le sorprende descubrir este tipo de comportamientos (que por supuesto condena) en un mundo en el que la mujer es constantemente juzgada por su aspecto físico. Creo que sus palabras han sido deformadas y que en ningún momento justifica que eso suceda. Habla de su caso personal, de cómo las críticas del piloto de Blossom prestaban más atención a su nariz que a la calidad de la serie y de cómo la llegada de mujeres showrunners y guionistas, cita en particular a Jenji Kohan (OITNB, Weeds) y Jill Solloway (Transparent, I Love Dick), ha permitido que aparecieran personajes femeninos que representan a mujeres que conocemos en la vida real pero que no acostumbramos a ver en pantalla. Y no le falta razón.
Desde hace algunos años hablamos por fin de grandes personajes femeninos: Alicia Florrick, Claire Underwood, Carrie Mathison, Issa Rae, Frankie Heck, Fiona Gallagher…la lista por suerte se enriquece en cada temporada. Personajes que muestran a mujeres reales, que no son solo madres o esposas, tienen carreras, inquietudes y sueños, que cometen errores y que son capaces de vivir al margen de un personaje masculino. Pero no siempre ha sido así. La televisión, como la mayor parte de los sectores, ha sido tradicionalmente un mundo de hombres. Actualmente sólo el 17% de los productores ejecutivos son mujeres, las cifras en la creación no son mucho mejores, aunque vayan apareciendo cada vez más nombres femeninos. Han acostumbrado a hacer y deshacer a su antojo, a crear productos en los que la mujer era un complemento del personaje masculino y a construir un mundo detrás de las cámaras en el que las mujeres debían plegarse a los deseos de esos hombres si querían obtener un papel. Pryanka Chopra (Quantico) dice que “Hollywood es un lugar que me da miedo. Me rechazaron muchas veces, lloré, me dijeron que las actrices son reemplazables en las películas porque siempre van detrás de un chico”. La mujer que existe para completar a un hombre.
En julio de este año The Hollywood Reporter reunió para uno de sus Close-Up a un grupo de actrices que encarna personajes femeninos muy potentes: Emmy Rossum (Shameless), Issa Rae (Insecure), Pamela Adlon (Better Things), Minnie Driver (Speechless), Kathryn Hahn (I Love Dick) y America Ferrara (Superstore). Para los que no conozcan el formato, consiste en reunir a un grupo de actores, productores etc. para charlar en torno a una mesa de manera informal sobre su trabajo. El hecho de que se trate de una charla distendida entre personas afines (al menos en lo profesional) hace que hablen abiertamente sobre temas que quizás no tocarían en otro tipo de entrevistas.
Emmy Rossum habló de esa vez en la que su representante la llamó diciendo que se avergonzaba de lo que iba a decirle, pero que había un proyecto para una gran película y que los productores la querían como protagonista. No había casting, lo único que tenía que hacer era ir al despacho del productor en cuestión en biquini. Ella decidió pedir el guion para ver si había alguna escena que justificara esa petición y no, no lo había. Nada de escenas en biquini o desnudos. Era para simple disfrute de la persona que tenía en sus manos ofrecerle un trabajo. Pamela Adlon contó esa vez en la que con quince años y muy pocas tablas –tanto profesionales como vitales- tenía que rodar una escena en la que sólo estaba cubierta por una toalla y como el director se acercó y le dijo “sabes lo que sería gracioso, que dejaras caer la toalla e hiciéramos un plano de tu culo”. Lo repito por si no quedó claro: tenía quince años. A esa edad es muy difícil tener la valentía suficiente para decirle a tu jefe "no, eso no lo hago". Bueno, y cuando eres mayor también.
Todas estaban de acuerdo en que no tenían ningún problema con los desnudos en pantalla, siempre y cuando estuvieran justificados en la narración de la historia. Que no se buscara simplemente sexualizar a la mujer, o en palabras de Kathryn Hahn, “que la vagina se convierta en un simple objeto y no en una parte de la narración”. Ursula Corberó (Física o Química, La Casa de Papel) dio una entrevista hace unos meses en las que declaraba "me he sentido muchas veces un poco violada. He visto cómo me ponían en ropa interior en una secuencia que no tenía sentido rodarla así. Momentos en los que me preguntaba a santo de qué tengo que ir yo ahora en bikini".
Otro tema que trató Emmy Rossum fue el de la polémica en torno a su salario. Hace un año salió a la luz que la grabación de la séptima temporada de Shameless estaba en peligro ya que ella se negaba a firmar su contrato si no se igualaba su salario al de William H. Macy. Evidentemente para una parte de la opinión pública era su culpa si la serie retrasaba su rodaje. Ella explica que entiende que al principio de la serie él ganara más ya que era el actor con una carrera consolidada, pero que con el paso de los años el personaje de Fiona había ido adquiriendo cada vez más importancia en las tramas y consideraba que reclamaba lo que le correspondía. Dice que su mayor apoyo durante las largas negociaciones fue William H. Macy que consideraba que debía ganar incluso más que él. Aunque no se menciona en el programa, Robin Wright (House of Cards) protagonizó un caso similar, aunque no sabemos si contaba con el apoyo de Kevin Spacey, llegando a acusar a los productores de la serie de mentirosos, de haberle dicho que ambos cobraban lo mismo y que con el tiempo había descubierto que no era verdad. El programa es muy interesante y está disponible en YouTube.
El mundo ha condenado la conducta de Harvey Weinstein, bueno, no todo el mundo; Oliver Stone se apresuró en defender la presunción de inocencia de su colega y no tardamos en comprobar que era porque él también tenía esqueletos en el armario. Podría seguir dando ejemplos de abusos y llenar páginas y páginas, pero creo que la idea ha quedado clara. La pregunta que cabe hacerse ahora es si este escándalo va a ayudar a cambiar el sistema. Si las mujeres van a sentir que pueden denunciar este y otro tipo de abusos sin convertirse en las culpables, si aquellos que son testigos de los abusos directa o indirectamente van a denunciarlo y si va a conseguirse que la mujer empiece a tener el respeto que merece. Quizás pedimos demasiado.
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