Damon Lindelof es un tipo menudo, discreto, de esas personas en las que no reparas cuando viajas en metro o caminas rápido por la calle. No busca hacerse notar, al revés, es tímido y humilde, y por tanto está detrás de dos de las series más aclamadas de la televisión, Lost y The Leftovers. En el marco del festival de series de París que se celebra estos días, y del que es presidente del jurado, dio una conferencia a una sala llena de fans deseosos de conocer todo en torno a su vida y su trabajo. Analizamos su carrera en cinco puntos clave.
Twin Peaks: la serie que le hizo querer ser guionista
La suya es la historia de un mentiroso compulsivo, al menos cuando era pequeño. Con tres años su vida le parecía banal y por eso cuando sus padres le preguntaban qué tal le había ido el día él se inventaba todo de principio a fin. No paraba de crear historias y le pedía a su madre que las escribiera. Ansioso por poder hacerlo él mismo aprendió a escribir estando aún en preescolar, y ahí empezó su intensa relación con la escritura. Si a eso le sumas que sus padres trabajaban muchas horas y que la televisión era su niñera, dicho por él mismo, que devoraba series y soñaba con escribirlas, asistimos al nacimiento de una pasión que se acabaría convirtiendo en su profesión.
Seriéfilo confeso, era fan de series tan míticas como Hill Street Blues o Urgencias. La serie que cambió su vida, como la de muchos creadores y fans de su generación fue Twin Peaks. El tenía unos diecisiete años cuando se emitió la serie y, como sus padres estaban separados, veía el episodio el día de su emisión con su madre y lo veía de nuevo el fin de semana en casa de su padre, que lo grababa en vídeo y esperaba la visita de su hijo para verlo juntos. Con Lynch descubrió que una serie era mucho más que una historia, que descubrir el nombre de un asesino, que había un universo alrededor y personajes con historias complejas e interesantes.
Su relación con J.J. Abrams
Tras acabar sus estudios hizo sus primeros pinitos en Nash Bridges, tras la cual llegaría Crossing Jordan. Confiesa que cuando le llamaron para esa serie sólo la conocía de nombre, pero buscaban ideas nuevas así que le contrataron. A lo que añadió entre risas que el hecho de que la cancelaran al acabar esa temporada fue pura coincidencia. Mientras trabajaba en esa serie, su obsesión era conocer a J.J. Abrams y trabajar para él en Alias. Tras meses de acoso, un día recibió la llamada de su agente para decirle que tenía dos noticias, una buena y otra mala. La buena era que J.J. Abrams había aceptado conocerle, la mala era que no era para trabajar en Alias, sino en el piloto de una serie llamada Lost. Ninguno de los dos estaban interesados en lo que denominaban el “estúpido show del accidente de avión”, al que no le veían sentido ni continuidad. Abrams escurrió el bulto y le dijo que si conseguía sorprenderle con el piloto, le dejaría trabajar con él en Alias. A pesar de que la cadena lo rechazó en un primer momento por su elevado coste, fue tal el éxito que tuvo en la proyección de pilotos que encargaron una temporada completa.
El calvario de Lost
Una vez aprobada la serie, lo que para ellos era una mala noticia, y dado que Abrams estaba inmerso en la dirección de Misión Imposible 3, Damon Lindelof se vio solo a los mandos de la nave. No es necesario decir el estrés que eso le produjo, hasta el punto de querer abandonar en varias ocasiones. Dice que la primera temporada es la más dura, porque es en la que enseñas a la serie a andar y hablar, a crearse una personalidad. A juzgar por el número de veces que dimitió, las demás no debieron de ser mucho más fáciles. El personaje al que se sentía más unido era Jack, ya que como él, había perdido a su padre poco antes y ambos estaban pasando el periodo de duelo.
Seis años muy intensos en los que pudo desarrollar su primera gran obra. La cadena quería que la serie durara un mínimo de diez temporadas, pero Lindelof se plantó y dijo que tenía estructurada la serie en seis temporadas y no pasaría de ahí. Dice que al igual que pasa con Batman, por ejemplo, Lost podría ser retomado por otro creador que aportara otra perspectiva a la serie, que no sabe si pasará, pero que en todo caso no será él, que ya hizo todo lo que tenía que hacer en la isla de los misterios.
El polémico final
Confiesa estar satisfecho con el final, hizo lo que creía que era mejor para la serie, esto es, cerrar las tramas de los personajes que para él eran lo importante y dejar de lado los misterios que tantos quebraderos de cabeza dieron a sus fans. A pesar de haber ganado un Emmy por ese episodio (el único no extraído de la serie Mad Men que estaba nominado), las críticas de los fans fueron muy duras, con acoso via Twitter incluido, lo que le provocó un burn out por el que se planteó incluso dejar la televisión.
Dice que entiende las críticas, que él en ocasiones se ha sentido decepcionado por una serie o incluso por su equipo de fútbol, pero que eso no justifica los insultos. Entiende a los fans y su decepción pero no siente que tenga que pedir perdón.
Un hombre sin fe
Al menos en el sentido religioso. A pesar de que en The Leftovers la fe es un elemento principal, Lindelof dice no profesar ninguna creencia religiosa y confiesa envidiar a los que lo hacen. Cree que la gente que tiene fe en algo es más feliz, al menos en apariencia, y que tienen algo a lo que aferrarse cuando las cosas no va bien y algo en nombre de lo que hacer cosas buenas por los demás.
Le gusta hablar de las cosas que solemos evitar, como la muerte o el duelo, y llegar hasta el fondo de los sentimientos de un personaje, su relación con su entorno y la intimidad que se crea entre los distintos personajes de la serie. Para él es la clave de todo y el resto son elementos accesorios para atraer la atención del espectador. Necesita poder ser creativo, romper barreras y arriesgarse porque “cuando me siento seguro me aburro”. Como fan de tus series que soy te pido que no te aburras nunca, Damon Lindelof.
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