No es de extrañar que viendo Trial & Error, la nueva apuesta de NBC y uno de los estrenos más esperados de la midseason, tengamos la impresión de conocerla de algo. Las referencias a documentales sobre crímenes, como The Jinx o Making a Murderer son tan evidentes que más que guiños son tics nerviosos (sí, de ese presentador que estamos todos pensando). Rodado como un mockumentary o documental paródico, es inevitable encontrar parecidos con dos de los pesos pesados del género como son The Office o Modern Family. Este parecido no es fruto del azar, ya que sus directores, Matt Sohn, Jeffrey Blitz, Ryan Case y Jennifer Celotta han trabajado en estas series.
Cada temporada pretende abordar un caso diferente, y para la primera han elegido el proceso contra Larry Henderson, un poeta acusado de haber matado a su mujer. Henderson, interpretado por el siempre brillante John Lithgow (Dexter, The Crown), es un hombre tirando a peculiar con más de un esqueleto en el armario, lo que hará que su defensa sea casi imposible. No sólo todas las pruebas le señalan como el principal sospechoso, sino que su primera mujer murió en las mismas circunstancias. Pero quién sabe, hay quien cree en las casualidades.
A pesar de la importancia del papel de Lithgow, el peso de la serie recae en Nicholas D’Agosto (Masters of Sex, Gotham) que resuelve con solvencia el rol de abogado inexperto recién llegado al pueblo que dará lo mejor de sí mismo para defender la más que cuestionable inocencia de Larry Henderson. Completan el equipo un cansino y nada gracioso Steven Boyer (High Maintenance), que interpreta a Dwayne, un policía “retirado” que hará las veces de investigador privado y Anne (Sherry Sheperd, 30 Rock), la secretaria que acumula enfermedades raras.
Si bien es cierto que los ataques de risa inapropiados y los desmayos que sufre Anne resultan cómicos, el hecho de que sucedan tan a menudo puede terminar por saturar al espectador. Los chascarrillos se suceden casi sin descanso desde el primer minuto de la serie en un tono que traspasa sin tapujos la frontera de lo absurdo. Podríamos calificarla como una Parks & Recreations de marca blanca, en la que cada personaje tiene unos rasgos y un rol muy bien definidos pero, al contrario de lo que sucediera en Pawnee, aquí el engranaje no es perfecto y las extravagancias de los unos sumadas a las de los otros acaban por ser cargantes. Puede que el problema sea que al impregnarse de tantas series no termine de tener una identidad propia –o al menos no en los dos primeros episodios- o que necesiten avanzar en la historia y dejar de marear la perdiz en torno a un mismo problema.
La falta de originalidad y lo insufrible que son algunos personajes hacen que una serie que podría haber sido un nuevo referente dentro de la comedia absurda y desenfadada, se haya quedado en una comedia predecible salvada -además de por las magníficas interpretaciones- por los chistes sobre judíos y las puyitas hacia las tabacaleras, la pertenencia de armas o la situación laboral de la mujer. Para que la serie se haga más llevadera deberían echar el freno (o directamente suprimir) en las escenas dignas de humor amarillo y apoyarse en la fuerza que tienen los personajes de Larry, Josh y Anne. Hay material para hacer una buena serie, así que quién sabe si puliendo esos pequeños fallos terminamos por encontrarnos un diamante en bruto o si todo queda en un fugaz amor de primavera.
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