Big Little Lies, miniserie de HBO basada en la novela homónima era, sin duda alguna, uno de los estrenos más esperados de la midseason y su piloto ha sido más que sobresaliente. La promoción se ha basado en su más que notable elenco, con cuatro mujeres de renombre como cabeza de cartel: Nicole Kidman, Laura Dern, Shailene Woodley y Reese Witherspoon, esta última ejerciendo además como productora de la serie.
Big Little Lies habla de las apariencias, de la importancia que damos a la opinión de los demás sobre nuestras vidas, del éxito y el fracaso, de la necesidad de mostrarse y tener un lugar relevante en la comunidad, de la presión que nos auto-infligimos para estar a la altura, de los nuevos modelos de educación y de lo frágiles que son las vidas construidas a base de mentiras.
Monterrey, ciudad en la que se desarrolla la historia, es más que un pueblo un decorado, un escenario en el que familias de clase alta viven en una obra de teatro permanente en la que todos quieren el papel protagonista. La en apariencia perfecta vida de este micromundo se trastoca con la llegada de Jane Champman (Shailene Woodley), una madre soltera cuya vida parece distar bastante de la perfección que se respira en las calles de Monterrey y cuya aparición en escena pondrá del revés la vida de este idílico pueblo californiano. Sobra decir que no hace falta rascar mucho para empezar a encontrar inseguridades, miedos y problemas familiares y conyugales que nuestras protagonistas intentan solucionar en la intimidad de sus casas.
Se ha presentado como la nueva Mujeres Desesperadas y, aunque tiene muchos puntos en común, como el hecho de estar protagonizada por cuatro mujeres a las que el desahogo financiero no libra de los problemas o que se desarrolla en un barrio residencial aparentemente apacible donde los crímenes estén a la orden del día, Big Little Lies está plagada de similitudes con otras series. Por ejemplo, el hecho de que un incidente protagonizado por un niño sea el desencadenante de una tragedia griega nos hace pensar inevitablemente en la maravillosa The Slap. La fragilidad de la pareja, las relaciones con los hijos y el descubrimiento de la historia a través de interrogatorios policiales nos recuerda a la primera temporada de The Affair. Parece que ya lo hemos visto antes pero en realidad todo nos resulta diferente e intrigante.
El piloto nos avanza que se ha cometido un crimen, alguien ha muerto (no sabemos quién) y a través de los testimonios que los vecinos ofrecen a la policía vamos conociendo un poco más de las vidas de Celeste (Kidman), envidiada por todos por estar casada con apuesto hombre más joven que ella; Madeline (Witherspoon), madre de familia que, a pesar de haber rehecho su vida no soporta que su primer marido haya hecho lo mismo; y Renata (Dern), que siente que ha dejado de lado su familia por su carrera profesional (que no es lo que se espera de las madres en ese micromundo). Todo ello aderezado con escenas de la misteriosa Jane y de la estrecha relación con su hijo, un niño de apariencia angelical, pero que parece haber sido el detonante de la tragedia.
El primer episodio deja con ganas de más, es una serie que se presta a maratón a pesar del ritmo pausado —que no lento ni pesado— y de la duración de los episodios (una hora), con una historia presentada de una forma muy interesante, que nos va dando pinceladas de lo que ha sucedido manteniendo intacta la intriga en el espectador, con una fotografía maravillosa y cuatro actrices que están, como era de esperar, impresionantes. Big Little Lies estará, sin duda alguna, en los rankings de lo mejor de este año. Muchas gracias, HBO.
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