Allá por los años setenta, un Batman en mayas, una preciosa Wonder Woman, The Greatest American Hero o el increíble Hulk de Lou Ferrigno fueron las primeras series de superhéroes que acapararon la atención de los telespectadores acostumbrados a otro tipo de programas televisivos. Fue el nacimiento de una primera oleada de superhéroes televisivos que décadas más tarde no conseguiríamos quitarnos de encima.
Sobre los años noventa, estos personajes empezaron a despuntar en otro tipo de formato. Las series de animación fueron su hogar durante unos años en los que vimos sobre todo a Batman, Spiderman o la maravillosa X-Men, pero que no han desaparecido ya que aún podemos ver a algún personaje de Marvel o DC campando a sus anchas en formato animado pese a haber perdido aquel tirón noventero, sin duda aprovechando el tirón de la reciente moda de superhéroes en la industria.
Poco más de una década después Smallville o Heroes eran el punto fuerte de este género. Dos series completamente distintas pero que tuvieron una importante audiencia y que favorecieron la nueva y actual oleada.
Hoy por hoy nos encontramos con dos bandos bien diferenciados, el de DC y el de Marvel. Igual que ha pasado en la industria del cine, las que fueron las dos grandes editoriales de cómics de superhéroes, son ahora los dos grandes fabricantes del género.
Arrow, The Flash o Supergirl se ven las caras con Daredevil, Jessica Jones o Luke Cage. Pero, ¿realmente son necesarias tantas series de superhéroes? La respuesta es un rotundo no.
El fenómeno se está saturando, se está exprimiendo hasta los topes y sin ningún tipo de novedad. Los macrocossovers empezaron siendo algo maravilloso, un acontecimiento televisivo como nunca antes se había hecho y una gran estrategia de marketing que suponía tenerte enganchado a todos los shows que de él participaban. Pero la fórmula ideada por CW y DC ha traspasado fronteras y la competencia ha creado esa miniserie llamada The Defenders para juntar a sus niños mimados de la televisión ― recordemos que Marvel también tiene en sus filas televisivas a Agents of SHIELD y la fallida Agent Carter pero que son de otro calibre y hay cosas que es mejor no mezclar― y crear algo similar a unos Vengadores de la pequeña pantalla.
Los fieles a los cómics diréis que todo esto ya existía hace años en el formato papel. Sí, es cierto, y funciona muy bien, pero en formato papel. Estamos ante una saturación del género y, por mucho que nos apetezcan Legion o cualquiera de las nuevas series que figuran en el tintero de los productores, es hora de renovarse o morir.
El telespectador no puede seguir más de cinco series de superhéroes solo por poder estar al día en el momento del crossover, ese telespectador se puede cansar y ese momento está llegando: la fórmula empieza a aburrir por el exceso y el notable descenso de calidad de sus productos (véase Arrow, por ejemplo).
Es el momento de dejar de crear nuevos mundos que interconectar, de abandonar lentamente la creación de nuevos personajes hasta crear nuevamente una necesidad en el telespectador. Eso, o dar paso a unos superhéroes en la antítesis de estas dos grandes vertientes. Hacer como en su día hizo Tim Kring con Heroes y dar el salto con algo nuevo, algo fresco, alejado de los estereotipos. DC y Marvel son dos pesos pesados en muchos aspectos y quizás ese sea el problema de todo esto, que un gran poder conlleva una gran responsabilidad.
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