En los últimos años hemos sido testigos de un gran cambio en el mundo seriéfilo, y no me refiero sólo a la enorme cantidad de estrenos o a las nuevas formas de consumo, sino a uno muy agradable y necesario, al menos para mi corazoncito feminista: la aparición de grandes personajes femeninos. Muchos y variados. Mujeres reales, con una existencia más allá de sus parejas o sus hijos, que no responden a unos cánones de belleza específicos, con profesiones, inquietudes, sueños, ideales, defectos, inseguridades…en definitiva, mujeres.
Este cambio ha venido dado, sin lugar a dudas, por la llegada de las showrunners. Porque sí, amigos, nada mejor que una mujer para darle realismo a los sentimientos y al pensamiento femeninos. Me gusta pensar que la presencia de mujeres al frente de series (y de películas) terminará por convertirse en algo habitual y que dejaremos por tanto de hablar de ello, pero desgraciadamente ahora mismo es todavía algo excepcional (si queréis conocer las estadísticas, os recomiendo este artículo de Alejandro Ordóñez), así que creo que merece la pena resaltar el gran trabajo que hacen estas mujeres a través de algunos de los grandes personajes femeninos que han creado.
Madres normales en cuerpos normales
Sin ser yo madre ni nada de eso, una cosa que me enerva sobremanera son los personajes femeninos cuya única misión en la vida es ser madres y esposas. Esas que están siempre pendientes de su prole, que son serviciales, que cocinan vestidas de gala y collar de perlas y tienen la casa impoluta. Esas que se olvidan de sí mismas para entregarse en cuerpo y alma a la familia, que son voluntarias en el colegio y participan activamente en las actividades de su iglesia. ¿Es ese el tipo de madre que quiero tomar como ejemplo? ¿Vuestras madres eran así? Porque la mía por suerte no.
El día que sea madre, quizás no quiera llegar a los límites de caos de Franckie Heck (The Middle, Eileen Heisler y DeAnn Heline), capaz de olvidarse de recoger a su hijo pequeño y que no sabe ni freír un huevo pero que es, al mismo tiempo, una madre trabajadora, que tiene que compaginar (o al menos lo intenta) su precario trabajo o estudios con el cuidado de sus hijos y las tareas domésticas y que, mejor o peor, consigue sacar todo adelante.
Luego está una de mis favoritas, Catherine Cawood (Happy Valley, Sally Wainwright) una mujer tremendamente profesional (sí, amigos creadores de Quantico, se puede ser policía sin llevar una talla 34 y diez kilos de silicona repartidos por el cuerpo) que tiene que lidiar con problemas familiares serios que incluyen ocuparse de su nieto y de su hermana alcohólica y drogadicta en rehabilitación.
Aunque yo no necesito tener tantos problemas, yo me veo más como Alicia Florrick (The Good Wife, Robert y Michelle King), con traje impoluto y teniendo como prioridad al llegar a casa ponerme una copa de vino antes de saber si mis hijos han hecho los deberes o incluso si han vuelto a casa sin contratiempos. Si bien es cierto que Alicia estuvo apartada muchos años del mundo laboral para ocuparse de sus hijos (algo que no critico, ojo), nosotros la conocimos peleando con uñas y dientes por hacerse un hueco en el competitivo mundo de la abogacía. En la oficina tenía un gran modelo a seguir, la enorme Diane Lockhart, una mujer poderosa, trabajadora y feminista con iniciativas maravillosas como la de crear el primer gran bufete de abogados de Chicago gestionado sólo por mujeres. Y no, Diane no tiene hijos porque, y esto le va a sorprender a muchos, hay mujeres que no necesitan tener hijos para sentirse realizadas como personas. Luego están, y eso es un tema aparte, las que deciden no tenerlos por la imposibilidad de compaginarlo con sus carreras. En 2017 en muchos países conciliación familiar es todavía sinónimo de utopía.
Supongo que dada mi trayectoria personal tengo muchas más opciones de acabar como Sam Fox (Better Things, Pamela Adlon y Louis C.K.) sin trabajo estable, divorciada, acostándome con un hombre casado y desquiciada por culpa de las insufribles de mis hijas. Sea como sea, lo que está claro es que estas mujeres, cada una en su estilo, representan a madres imperfectas como la tuya y como la mía.
Profesionales por encima de todo
Desgraciadamente en las series, como en la vida real, las mujeres tienen que esforzarse el doble que los hombres para demostrar que el puesto que desempeñan es legítimo y no fruto de sus habilidades con la boca (ya sabéis a lo que me refiero). En Good Girls Revolt (Dana Calvo), adaptación del libro homónimo en el que su autora, Lynn Povich, cuenta en primera persona la revuelta que protagonizaron a finales de los sesenta las mujeres de la redacción del Newsweek para que su trabajo tuviera la misma consideración que la de sus colegas masculinos.
Pero no necesitamos buscar series de temática claramente feminista para encontrar críticas mordaces al tratamiento de la mujer en los medios de comunicación o al rol de las mujeres en puestos de responsabilidad en las cadenas. Tal es el caso de UnReal (Marti Noxon y Sarah Gertrude Shapiro) que, sobre todo en su primera temporada, utiliza un programa de telerrealidad en el que varias mujeres se ofrecen para conquistar a un soltero de oro para criticar el rol de mujer florero al que tan acostumbrados estamos en televisión, así como para mostrar la cara más fea de esos programas, la que tiene lugar detrás de las cámaras: celos, traiciones, mentiras, falta de integridad y, como no, machismo.
Jóvenes pero sobradamente preparadas
La llegada de jóvenes creadoras rebosantes de talento —que además protagonizan sus series— como Lena Dunham (Girls), Phoebe Waller-Bridge (Fleabag) o Issa Rae (Insecure) ha sido un soplo de aire fresco y ha servido para poner de moda las series en la que los bautizados como millenials —jóvenes con estudios, adictos a las nuevas tecnologías y que han crecido entre algodones— luchan por encontrar su lugar en el mundo.
Los problemas a los que se enfrentan los personajes de Girls pueden resultarnos ajenos a la mayoría de nosotros, pero si algo hay que agradecerle a Lena Dunham es la forma en la que trata el sexo (tema muy presente a lo largo de toda la serie). No es fácil encontrar personajes femeninos que se desnuden con tanta naturalidad (y menos aún cuando se salen de los cánones de belleza establecidos), que disfruten del sexo, que muestren en pantalla que hay vida más allá del misionero y que hablen con sus parejas de lo que le gusta y lo que no en la cama.
En el caso de Fleabag e Insecure descubrimos a mujeres con situaciones personales y profesionales con las que podemos sentirnos identificadas con más facilidad, y que tratan además con mucho acierto situaciones cotidianas como el racismo, el sexismo, la fragilidad emocional o la complejidad de las relaciones familiares y de pareja. Si hay una palabra con la que definir a estas tres jóvenes creadoras, esa es valentía.
Redescubriendo la sexualidad
No podía cerrar este artículo sin mencionar a las showrunners por antonomasia: Jill Solloway (Transparent) y Jenji Kohan (Weeds, Orange is The New Black). Creo que nadie ha creado personajes femeninos tan perfectos como ellas. Mujeres con mil vidas de las que es imposible no enamorarse. En el caso particular de Kohan, tiene la capacidad de crear mujeres llenas de defectos, de Nancy Botwin a Piper Chapman o Pennsatucky, que han cometido errores en su vida y a las que llegamos a entender y perdonar. Desarrollamos una empatía hacia ellas que muy probablemente no tendríamos en la vida real.
Ambas han sabido plasmar con mucho acierto el tema de la sexualidad, ya sea el utilizar a los hombres (y no ser por una vez la mujer objeto), el descubrir y experimentar y, por supuesto, el de la aceptación propia y ajena del cambio de sexo. Su sensibilidad y su inteligencia emocional han dado como fruto tres series imprescindibles llenas de personajes de los que hacen sentir y reflexionar y que te marcan de forma inevitable.
Sí, soy consciente de que me he dejado fuera personajes importantes (muchos de ellos porque han sido creados por hombres) y grandes mujeres como Tina Fey (Unbreakable Kimmy Smith), Amy Poehler (Parks & Recreation), Mindy Kaling (The Mindy Project) o Ilana Glazer y Abbi Jacobson (Broad City) y, lo peor de todo, de que no he mencionado a Shonda Rhimes, pero es que ella está por encima de todos nosotros.
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