En estos tiempos convulsos, políticamente hablando, en los que la extrema derecha avanza con fuerza en muchos países, en los que la corrupción no es un obstáculo para llegar al poder y en con el Señor Trump (sí, Señor, que no hay que perder las formas) como Presidente electo de Estados Unidos y, por tanto, líder del mundo libre (qué miedito me ha dado siempre este título), es inevitable hacer comparaciones con otros políticos y, en nuestro caso, con una de las series que mejor ha sabido plasmar los entresijos de la Casa Blanca: The West Wing.
Donald Trump nada tiene que ver con el Presidente Bartlet (Martin Sheen), un hombre con principios, demasiados quizás para lo que estamos acostumbrados, que se entrega en cuerpo y alma para desempeñar de la mejor manera posible la tarea que se le ha encomendado y conseguir mantener la estabilidad de su país. La serie de Aaron Sorkin gira en torno al gabinete del demócrata Josiah Bartlet y muestra de forma bastante fidedigna el trabajo que realiza el equipo de gobierno, contando para ello con el asesoramiento de antiguos senadores, redactores de discursos o secretarias de prensa que sirvieron de apoyo tanto a los guionistas como a los actores. En lo que parece que no han sido muy fieles es en la reproducción del interior de la Casa Blanca, de hecho la hija del expresidente Gerald Ford dijo en una ocasión que no podía ver la serie porque "los personajes se movían a derecha e izquierda en lugares en los que no debían". Los mundanos no tenemos ese problema, oye.
Con tres Globos de Oro y veintiséis Emmys en su haber es una de las series más premiadas de la historia de la televisión, y una habitual de las listas de las mejores series, alabada tanto por el público como por la crítica. A lo largo de sus siete temporadas nos hizo partícipes de las negociaciones que tenían lugar en los despachos a los que normalmente la gente de a pie no tiene acceso, con líderes internacionales, políticos y asociaciones locales, el ejército o los servicios de inteligencia, siendo testigos de decisiones vitales para el mundo sobre conflictos que, revisionando la serie diecisiete años después de su estreno, siguen estando de actualidad: el conflicto entre israelíes y palestinos, la crisis del petróleo, genocidios en África, la dictadura de Corea del Norte, una crisis nuclear o el terrorismo son algunos de los temas que se abordan.
Pero no todo son alabanzas, algunas voces críticas la han tildado de inocente y demasiado optimista o incluso sentimentalista, algo que dicen (y todos suponemos) poco tiene que ver con la realidad. Si bien es cierto que es bastante complicado mostrar lo que verdaderamente pasa en los despachos del Ala Oeste, el objetivo de la serie no es centrarse en las traiciones y la lucha interna que seguramente exista, y menos aún llegar a los niveles de House of Cards, sino conseguir que una serie cuyo pilar fundamental son las tramas políticas, con historias complejas y diálogos profundos y brillantes consiga captar la atención de un público amplio, de diferentes edades, condiciones sociales y que no necesite tener conocimiento previo de política internacional. Y lo consigue sobradamente.
No podemos entender al Presidente Bartlet sin conocerle también como marido y padre sobreprotector con sus hijas, sin su fe o su apego por su ciudad natal. A veces peca de entrañable, pero humanizar al hombre que dirige el país más influyente del mundo es imprescindible para que el público se enganche a la serie y, por qué no, para entienda y apruebe sus decisiones. Y lo mismo sucede con el resto del equipo, antes que profesionales son personas con sentimientos y dilemas morales y conocer su lado personal ayuda a comprender y perdonar sus errores.
Caras conocidas
Una de las razones del éxito de la serie es, sin duda alguna, su reparto. Actores que interpretan a sus personajes sin estridencias, dotándolos de una profundidad que hace que los sintamos como reales. A la mayoría de ellos, y a pesar de sus temores de haberse encasillado, los hemos seguido viendo en otras series, como por ejemplo a Mary-Louise Parker como protagonista de Weeds, a Joshua Malina en Scandal, Janel Moloney en The Leftovers, a Rob Lowe repitiendo en el mundo de la política en Brothers & Sisters, a Stockard Channing, que pasó de mujer del Presidente a madre de Alicia en The Good Wife, a Elisabeth Moss en Mad Men o a la grandísima Allison Janney, que ganó cuatro Emmys por su papel como la Secretaria de Prensa C.J. Creggs y a la que hemos podido ver después en Masters of Sex o como madre desastrosa en Mom.
Donald Trump tiene dos meses por delante antes de la investidura para ponerse al día con una de las series más míticas. Puede aprovechar para tomar notas sobre política internacional, igualdad, cambio climático y, por supuesto, escuchar discursos imprescindibles como el que el Presidente hace, apoyándose en la Biblia, a favor de los homosexuales. Quizás así logre salvar su mandato.
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