Ya ha llegado, ya está aquí. Por fin se ha producido el esperado regreso de Sarah Jessica Parker a HBO, la que fuera su casa durante seis temporadas allá por los noventa. No han parado de repetirnos que Divorce nada tiene que ver con la mítica Sexo en Nueva York, que no esperemos reencontrarnos con Carrie Bradshaw y yo os digo que sí pero no. Me explico: las series no tienen efectivamente nada que ver entre sí, pero Sarah Jessica (a partir de ahora SJP) no se ha molestado en crear un nuevo personaje.
Ya sea en los gestos o en la forma de hablar, no puedo dejar de imaginar que se trata de Carrie veinte años después. Que tiene un marido que no es Mr Big, unos hijos repelentes y un outfit perfecto para cada momento. Como el pijama de acompañar a los hijos al bus escolar, que combinado con un abrigo y un gorrito hagan que esté más arreglada que yo con mis mejores galas. Y sí, Frances, que así se llama su personaje, también se despierta peinada y maquillada. La duda que me planteo es si el problema es ella o soy yo que la tengo tan asimilada en ese papel que no consigo pasar página.
Lo que en Sexo en Nueva York me hacía gracia aquí me echa para atrás. Veo una mujer artificial, reprimida y más pendiente del postureo que de vivir. Entiendo que la escasa media hora del piloto no puede aportarnos mucha información sobre el matrimonio que está a punto de romperse. De hecho, pienso que los diecisiete años que han pasado juntos no es lo más importante, sino el aquí y el ahora. Los motivos que les han llevado a esta situación -que no tardan en ser desvelados- y que desencadenan la separación. El problema es que la química entre los actores es nula, tengo la impresión de ver una pareja que se acaba de conocer y eso me chirría. De los hijos paso de hablar, en serio. El odio que despiertan para dos frases que tienen.
Para los que, como yo, se acerquen a la serie atraídos por su creadora, Sharon Horgan (Catastrophe), os aviso que ambas series son bastante diferentes. Estoy segura de que es algo totalmente buscado y eso no es ni bueno ni malo. Son dos productos diferentes que, aunque se dirigen a un target similar, no buscan producir el mismo efecto. En Divorce los momentos cómicos son menos frecuentes, si bien es cierto que sucesos como el de la fiesta de cumpleaños nos dejan escenas graciosas dentro del drama de la situación, que es algo que forma parte del sello de Horgan.
Dicho todo esto podría parecer que la serie no me ha gustado, y quizás resulte contradictorio lo que voy a decir, pero el inicio me parece en cierta manera prometedor. No creo que se vaya a convertir en una serie de culto, pero sí pienso que hay que darle un poco de margen para que pueda despegar, para que nos creamos a la pareja, para que SJP se haga con su la serie, moldee un nuevo personaje y nosotros aprendamos a desprendernos, por mucho que nos duela, de Carrie Bradshaw y empecemos a amar a Frances. Claro que para eso ella también tendrá que poner un poquito de su parte. Con lo de los hijos no tengo ningún tipo de expectativa, sólo espero que salgan poco.
Los dilemas morales planteados en los dos primeros episodios son bastante básicos. Tanto Frances como su marido tienen conductas reprochables hasta el punto de que resulta difícil posicionarse de parte de uno o del otro. Es una serie entretenida que tiene como reto devolver a SJP su trono en la cadena que le dio la fama y consagrar a Sharon Horgan como una de las grandes guionistas de comedia a ambos lados del Atlántico. Y eso no es moco de pavo. Yo por ahora no desespero, quiero saber más cosas de esta pareja y ver a dónde les lleva este nuevo capítulo de sus vidas. Espero que no me defrauden.
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