Pocas relaciones en nuestra vida son tan complicadas como la que mantenemos con nuestra familia, ese grupo de personas con las que, a veces, lo único que tenemos en común es el ADN. Se supone que debemos no solo soportar a nuestros familiares, sino también quererlos aunque no nos caigan bien, y este principio da tanto juego a nivel dramático y cómico que no es de extrañar que la parrilla televisiva esté repleta de series familiares, ya sean comedias (Modern Family, The Middle), culebrones (Empire, Dallas) o reflexiones existenciales sobre la vida y la muerte (Six Feet Under, Rectify).
De vez en cuando, en medio de este océano de clanes televisivos, surge alguna serie cuya mayor pretensión es conseguir que nos sintamos identificados con sus protagonistas y nos creamos parte de su familia. Nos presentan su día a día sin demasiados artificios y le añaden los toques justos de soap opera para tener un hilo conductor. Series como Brothers & Sisters (más ligera), Parenthood (más intimista) o Friday Night Lights, que no era formalmente un drama familiar pero nos metía de lleno en el universo de varias familias.
OWN, el canal de Oprah Winfrey, lleva unos meses apostando fuerte por la ficción y su producto estrella para la temporada de otoño es sin duda Queen Sugar, que podría ocupar el hueco que dejaron los Taylor, los Walker o los Braverman en el corazón de muchos espectadores. La serie, que ha emitido sus dos primeros capítulos esta semana, no tiene grandes nombres en su reparto, pero sí detrás de las cámaras: su productora y showrunner es Ava DuVernay (Selma), quien además ha dirigido varios episodios.
Los protagonistas de Queen Sugar son tres hermanos de Nueva Orleans: Nova, una periodista y activista que mantiene una relación con un hombre casado; Ralph Angel, un padre soltero en paro, y Charlotte, que se casó con el entrenador de un importante equipo de baloncesto y se mudó a Los Ángeles. La historia arranca cuando el marido de esta última y su equipo se ven envueltos en un escándalo de abuso sexual, al mismo tiempo que una emergencia familiar les obliga a ella y a su hijo a volver a su ciudad natal.
El primer capítulo de la serie hace un gran trabajo de presentación de personajes, y es muy sutil a la hora de mostrarnos cómo ser afroamericanos ha condicionado el punto en el que se encuentran. Las circunstancias que les rodean son muy distintas, pero todos partieron del mismo punto. Es en este detalle, además de en el impecable trabajo de dirección, donde más se nota la presencia de Ava DuVernay, que lamentablemente es una de las pocas cineastas afroamericanas con cierto peso en la industria de Hollywood y está muy comprometida con la representación de la población de color norteamericana.
Los hechos en Queen Sugar se desarrollan con mucha naturalidad, la misma que desprenden la iluminación y la fotografía. Tanto es así que los últimos minutos del primer capítulo se proponen emocionar y lo consiguen pese al poco tiempo que hemos pasado con sus personajes. Eso sí, el punto de partida es muy potente (aunque no especialmente original) y le da un interés añadido a los primeros episodios que la serie debe ser capaz de mantener cuando se instale en su rutina. Ya está renovada por una segunda temporada, así que toca pensar a largo plazo.
A falta de ver en qué dirección evolucionan las relaciones entre los tres hermanos, Queen Sugar sin duda apunta maneras. Da la sensación de que su creadora tiene muy claro qué quiere contar y cómo va a hacerlo (al contrario que otros cineastas, se ha adaptado muy bien al formato televisivo), y también de que la cadena le está concediendo mucha libertad creativa. Es pronto para cantar victoria, pero la serie de OWN podría acabar siendo uno de los grandes estrenos de 2016. ¿A vosotros os ha gustado?
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