Superada la etapa
de las citas Tinder, los vídeos eróticos y la búsqueda de su lugar en el mundo
tras el divorcio, los protagonistas de Casual se enfrentan en esta segunda
temporada a problemas mucho más importantes, al menos a mi modo de ver.
El personaje que
más ha evolucionado a lo largo de estos episodios es, sin duda, el de Laura que,
tras la filtración del vídeo manteniendo relaciones sexuales con su exnovio, se
ve en la obligación de tomar las riendas de la situación y buscar un plan
alternativo que le permita escapar de ese pozo de humillaciones en que se ha
convertido el instituto. Esa decisión marca un punto de inflexión en su vida y,
sin duda alguna, es un paso muy importante hacia la madurez del personaje.
La llegada e
integración en el grupo de estudio no fue fácil. Maravillosa y remarcable la
reunión de padres en la que se ve lo que se pueden llegar a pasar de rosca
algunos con el tema de la educación de sus retoños. En fin, que cada uno está
ahí por una razón, pero está claro que, sea cual sea el motivo, todos ellos son
almas libres difícilmente encajables en el sistema educativo convencional, pero
juntos forman un buen equipo de trabajo.
Como no podía ser
de otra manera, el cambio de aires no hace que Laura deje de ser una
adolescente ávida de nuevas experiencias, y encuentra en Aubrey y Spencer los
perfectos compañeros de viaje.
Madre e hija
comparten en esta temporada la experimentación en lo que a sexualidad se
refiere. Ambas traspasan barreras y se dejan llevar en la búsqueda de la pareja
perfecta. Era cuestión de tiempo que Valerie cayera en los brazos de su
exmarido, y no por previsible es menos interesante ver como algunas parejas
necesitan ese sentimiento de cruzar la línea de lo prohibido para poder estar
juntas. ¿Es una buena idea? No lo creo, pero sí pienso que necesitaban pasar
ese momento juntos para darse cuenta por sí mismos de lo que habían dejado
atrás y de si merecía la pena retomarlo.
Espero
sinceramente que Valerie consiga pasar página y no de un paso atrás ahora que
por fin se ha decidido a empezar una nueva vida junto a su hija y lejos de su
hermano. Porque sí, Alex siempre ha sido un ser egoísta y egocéntrico, pero en
esta temporada cruza todas las fronteras. La forma en la que trata a Leon es
casi patológica, necesita sentir que hay alguien pendiente de él y de sus
problemas en permanencia, algo así como un psicólogo de guardia al que vomitar todos
sus pensamientos sin dejarle abrir la boca en ningún momento. Por no hablar de
sus relaciones, de su imposibilidad de comprometerse con alguien o de aceptar
que las personas que están a su alrededor puedan rehacer sus vidas lejos de él.
La idea de la
muerte, de la aceptación y la preparación psicológica ante la misma han estado
muy presentes. La madurez –quizás fruto de la inconsciencia- con la que Spencer afronta su enfermedad y la muerte son elogiables. Así como el cariño con el que
Laura le acompaña en estos últimos meses de vida y la relación que construyen y
que parece tambalearse al saber que el tratamiento experimental ha funcionado.
Laura se preparaba para la muerte de la persona equivocada. Pero esos meses
plantándole cara a lo inevitable le sirvieron para afrontar con mucha madurez
la decisión de su abuelo, cuya partida ha marcado un antes y un después en las
vidas de Alex y Valerie que empiezan por fin a curar sus heridas y a volar en
solitario. Un broche de oro para una temporada perfecta.
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