Nunca creí que confesaría esto públicamente pero, cuando era pequeña e inconsciente de mis actos, me encantaba merendar viendo La Usurpadora. Hala, ya lo he dicho. Formo parte de una generación que creció con las telenovelas de sobremesa, las Agujetas de Color de Rosa, las gemelas malvadas, las infidelidades, los Ricardos Alfonso y las Manuelas Antonia, los hijos ilegítimos y, sobre todo, la sed de venganza.
La verdad que las tramas eran para echarles de comer aparte. Que si una mujer que cree que la han violado pero no, y un hombre que no se acuerda ni de haber estado con esa mujer, pero como existe la prueba del delito (de nombre Frijolito) pues tiene que asumir sus actos y, tras muchas idas y venidas acaban siendo una familia feliz. Que no todo es gente mala, ojo, que Rosalinda (Thalía) era la mejor persona de la historia, siempre dispuesta a ayudar y con amor para todos. Pero, ¿qué les pasa a las buenas personas en las telenovelas? Que les dan hasta en el carnet de identidad. Esto es así.
Todas esas historias calaron hondo en un cerebro que estaba aún en construcción, así que ahora no se me puede culpar de todos mis actos. No vayamos a pensar tampoco que era una vieja prematura que se plantaba con el punto de cruz delante de la telenovela cada tarde, que no, que también veía dibujos animados y jugaba y esas cosas. Digamos que era el guilty pleasure de la época, más que nada por el morbo de ver algo que sabías, porque lo sabías, que tu madre no lo autorizaba.
Unos años más tarde nos llegaron desde el otro lado del charco dos culebrones que ya no daba vergüenza confesar que los veías, de hecho si no lo hacías estabas totalmente fuera de la conversación: Pasión de Gavilanes y Betty la Fea. Esta última tuvo tanto éxito que en España pensaron ¿por qué no vamos a hacer nuestra propia versión? Y lo peor es que la vimos.
Y digo yo, cuando el mundo de las series no estaba tan poblado como lo está ahora y no existía la televisión a la carta, ¿qué veían las señoras americanas y los niños mientras merendaban? Porque merendarán, ¿no? Ellos en tema de culebrones también tienen su historia y nos vienen un par de títulos sin necesidad de pensarlo mucho, Dallas y Falcon Crest, por ejemplo. Pero qué sé yo, no es lo mismo. Hay muchas series americanas cuya razón de ser son la búsqueda de la venganza por parte de la protagonista, los giros de guion locos, los personajes que resucitan y las preguntas que nunca tendrán respuesta. ¿Estáis pensando en Revenge? Porque a ella me refiero. Entra perfectamente dentro de los cánones de los culebrones, pero no tienen el encanto del acento sudamericano, los nombres compuestos y la cultura de la traición y la venganza presente desde hace varias generaciones. Otra que se viene inevitablemente a la mente es Gossip Girl, con ese misterioso personaje que desvelaba los trapos sucios de un grupo de adolescentes pijos y mimados de Nueva York. No faltaban los villanos, las traiciones, las infidelidades, los líos familiares y los giros de guion. Pero no, sigue sin ser lo mismo.
Hoy en día son muchos los latinoamericanos que viven en Estados Unidos y eso ha influido, sin duda alguna, en la proliferación de telenovelas de producción estadounidense. Ya no son productos importados y emitidos por Univisión, o adaptaciones como Ugly Betty (sí, la fea también tiene su versión americana) sino que las cadenas en abierto norteamericanas producen sus propios culebrones. Y algunas con bastante éxito. El caso más notable es el de Jane The Virgin, que tras dos temporadas en antena se ha consolidado como el must see de las telenovelas modernas. Su protagonista, Gina Rodríguez, se alzó con el Globo de Oro a mejor actriz de comedia cuando la primera temporada estaba todavía en emisión. Todo un hito, ya que se trata de la segunda actriz latina en hacerse con este galardón, la primera fue America Ferrara en 2006 por Ugly Betty.
Otra telenovela destacable es Devious Maids, cuya cuarta temporada acaba de estrenarse en Estados Unidos. El piloto estaba basado en la mexicana Ellas Son La Alegría Del Hogar, aunque pronto se desligó de la original para volar por su cuenta. Producida por Marc Cherry (Desperate Housewives) y Eva Longoria (que en esta temporada hace un cameo), cuenta las aventuras y desventuras de un grupo de ambiciosas criadas que sueñan con ser algo más. O al menos esa era la premisa inicial. Cada temporada gira en torno a un misterio en el que no faltan enredos familiares, asesinatos, infidelidades, identidades ocultas y secretos, muchos secretos que desvelar.
A pesar de que la audiencia ha ido cayendo a medida que avanzan las temporadas, Lifetime decidió encargar una cuarta (¿y posiblemente última?) temporada de diez episodios. En el primero, emitido esta semana, los fans han podido empezar a encontrar respuesta a las preguntas que quedaron en el aire en el final de la anterior. Un año con el corazón encogido, ahí es nada.
Supongo que animada por los buenos resultados de Devious Maids, Eva Longoria decidió dar el salto y protagonizar (además de producir) Telenovela, serie que cuenta los entresijos del rodaje de una telenovela y el día a día de su protagonista, que por lo visto no habla español. Y digo por lo visto porque he de confesar que nunca la he visto. Aunque bueno, a juzgar por los datos de audiencia, nadie que no perteneciera al círculo de amistades de los protagonistas la vio. Evidentemente ha sido cancelada.
En un país tan culturalmente diverso como es Estados Unidos no es sorprendente que todas las razas y nacionalidades tengan representación en las series, algo que no era tan frecuente hace unos años. Siempre han existido las series protagonizadas por afroamericanos y en las que los blancos apenas (por no decir un no rotundo) tenían cabida: El Show de Bill Cosby, Cosas de Casa, El Príncipe de Bel Air o más recientemente Empire, Black-ish o The Carmichael Show. A ellas se unen ahora las series protagonizadas por asiáticos, como Fresh Off the Boat, o por latinos. En ellas no faltan las sátiras sociales, las referencias políticas y, como no, se habla de racismo y diferencias culturales.
La proliferación de estas series surge, a mi modo de ver, de la necesidad de representar de una forma realista, aunque muchas veces sea a través de parodias y de reírse de sí mismos, el día a día de los protagonistas. SU realidad, y no la sucesión de clichés a los que estamos acostumbrados surgidos de la mente de guionistas blancos. Hemos necesitado que Shonda Rhimes irrumpa en nuestras pantallas para que una mujer negra tenga el poder suficiente como para controlar al mismísimo presidente de los Estados Unidos, o que mujeres como Lena Dunham o Amy Schumer creen y den vida a personajes que muestran otro tipo de mujeres. Las series no son solo entretenimiento, son un reflejo de una sociedad en constante evolución y, como tal, han de huir de los tópicos e intentar ser lo más realistas e integradoras posible. ¿Estáis de acuerdo?
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