No sé vosotros, pero por mucho que HBO, Weiss y Benioff dejen caer que Juego de Tronos podría durar ocho temporadas y no siete, que serían las correspondientes a los siete libros de la saga —algo que tendría más que ver con la rentabilidad de la serie que con la necesidad real de emitir una temporada adicional, como ya nos han demostrado—, la realidad es que lo que estamos viendo en esta sexta entrega apunta a que la serie llegará a su final antes de lo sugerido. Esta rapidez para quemar tramas, para transportar personajes tanto física como emocionalmente a una velocidad de vértigo, sugiere que Juego de Tronos está cogiendo carrerilla, no sabemos si para llegar a un evento en concreto al final de esta temporada o para avanzar en general con esta historia. Lo que está claro es que nuestros corazones no podrán aguantar mucho más de seguir a este ritmo: Juego de Tronos lo está dando todo, sin importar a quién se lleve por el camino… tanto a nosotros como a ellos mismos.
Con ‘The Door’, Juego de Tronos confirma que ha alcanzado el súmmum del entretenimiento televisivo: 52 minutos de pura adrenalina, de revelaciones, acción, terror, e incluso gritos ahogados por nuestra parte. Me arriesgaría a decir que Juego de Tronos nunca ha sido tan disfrutable como ahora, cuando prácticamente todo —salvo, quizás, el propio desenlace de la historia— ha sido sacrificado en pos de nuestro placer. Todo, incluyendo la lógica, la necesaria evolución de los personajes y su trayectoria como serie de intervalos.
Y no pasa nada, en realidad. Aunque nuestra vis crítica se resienta en ciertos momentos —de la vis fanática mejor no hablemos—, de los que hablaremos ahora, 'The Door' ha demostrado ser un episodio estupendo, no solo por su agitado tempo sino también por los grandes avances que ha supuesto para la historia. Jack Bender, al que conocimos por su trabajo en Perdidos, mete el acelerador y nos deja boquiabiertos en todo momento. Esos defectos, casi licencias narrativas, se compensan en todo momento, y realmente no hay crítica acerca del ritmo o coherencia que realmente sea válida, aunque no por ello vamos a dejar de hacerla.
Con todo ello, vamos a dejar la puerta abierta un poco más (sigh) y a comentar algunas cosas que no podemos dejar pasar.
Tenemos que hablar sobre Sansa
Me gusta la nueva Sansa. No es que me crea su evolución —ya hablé del tema en el episodio anterior—, pero sin duda esta faceta guerrera y vengativa le queda genial. Después de años de desolación, la Stark por fin se encuentra casi como en casa, con el apoyo de su hermanastro y un dedo terrible de cobrarse su venganza.
El reencuentro con Meñique demuestra que Sansa se ha convertido en todo un activo en la lucha por el control del Norte. Su conversación con su antiguo protector roza la manipulación, utilizando su dolor para controlar a un hombre que sabe que tiene sentimientos por ella. Meñique cede y le aconseja que acuda a los Tully para utilizar su ejército en su causa, pero por otro lado desconocemos si el consejero tiene alguna intención oculta. ¿Qué es lo que mueve sus decisiones, realmente?
Poco a poco se va perfilando la nueva batalla por Invernalia, en la que presumiblemente Jon y los suyos contarán con el apoyo del Pez Negro. Eso si Brienne cumple con su misión, que lamentablemente queda en segundo plano en comparación con la divertida pero innecesaria tensión sexual que comparte con Tormund.
Nuevos aliados
En Essos parece que las aguas se han calmado y nos han dado un episodio de transición más que necesaria. Un ejemplo perfecto es la edulcorada despedida de Jorah y Daenerys después de que este confiese su enfermedad y declare su amor a la khaleesi que, casi al borde del llanto, le pide que vaya a buscar una cura y regrese a su lado.
En Meereen, Tyrion sigue buscando refuerzos y hemos conocido, como quien no quiere la cosa, a otra sacerdotisa de R’hllor, Kinvara, quien no duda en enseñarle tanto a él como a Varys su poder —al menos, de adivinación— y asegurarse leal a la causa de la Targaryen. ¿Qué podrá hacer Kinvara por ella? Eso tendremos que verlo.
No obstante, y aunque no lo parezca todavía, creo que es más interesante lo que ha sucedido en Pyke y en cómo ello podría entremezclarse con la trama de Daenerys. En ‘The Door’ se ventila en cuestión de minutos toda la trama sucesoria de las Islas del Hierro —con otra licencia narrativa en lo referente a la recobrada valentía de Theon, quien de repente es capaz de dar un discurso a lo Braveheart sin inmutarse—, con una guerra civil en ciernes y una posibilidad de futuro más que interesante: ¿y si un Greyjoy, ya sera Yara o Euron —o Theon, al caso— une sus fuerzas con Daenerys y le cede su flota para que llegue con sus ejércitos a Poniente, asegurando así la venganza que le tienen guardada a Desembarco del Rey? De aquí a ese momento pueden suceder muchas cosas, pero como posible resolución es más que interesante.
Lady Stark para siempre
En Braavos, parece que Arya Stark avanza un poco. Nada, en comparación con el resto de tramas que sí lo hacen en este episodio, pero mucho con respecto a lo que ha avanzado en los cuatro episodios anteriores. Parece que su entrenamiento ha concluido Jaqen le da una nueva oportunidad: tiene que matar a una actriz de una compañía de teatro ambulante, y Arya acude a una de las funciones para conocerla mejor y conocer sus puntos débiles. No es que esta misión sea particularmente interesante, pero ha sido muy peculiar observar a la Stark como espectadora de la recreación de la ejecución de su padre, temporadas después.
¿Hacia dónde irá esta trama y por qué su ritmo es tan lento en comparación con las demás, hasta tal punto que resulta discordante?
Desenlaces a todo trapo
‘The Door’ ha sido un episodio Bran-céntrico, y es de agradecer porque la recuperación de este personaje nos está trayendo las mayores y más interesantes revelaciones de la temporada —¿recordamos cuando lo de Jon Nieve era algo?—. Por un lado, esta trama nos está mostrando sucesos del pasado gracias a los poderes de Bran—ojo, todavía queda saber más acerca de la Torre de la Alegría— y, por otro, por su situación se encuentra muy ligado a todo lo que se encuentra más allá del Muro, con todo lo que ello implica.
Así, ‘The Door’ se ha lanzado a la piscina y nos ha dejado con tantas respuestas como preguntas. A todo trapo y a modo de visiones, Bran entra en contacto con los caminantes blancos y con el Rey de la Noche —el cómo es un misterio, uno de tantos—, quien lo toca y localiza inmediatamente. Minutos después, Bran descubre que los caminantes blancos fueron creados por los Hijos del Bosque, supuestamente para protegerse de los humanos. Con todo ello en bandeja, y sin darnos un momento para reflexionar sobre cómo estas criaturas descubrieron ese poder de creación o por qué escaparon a su control, los propios caminantes se personan en la boca de su refugio, comenzando una batalla por localizar y acabar con Bran Stark que se salda con numerosas víctimas.
La sensación de estar viendo algo a cámara rápida, reforzado por los misteriosos Hijos del Bosque y sus extraños y desconocidos poderes, colaboran para rebajar el valor de una escena espectacular, aunque sin conseguirlo —aunque la espinita se queda, eso por supuesto—. Los secundarios desaparecen tan rápido como llegaron: los Hijos del Bosque y el Cuervo de Tres Ojos fallecen ante nuestros ojos, muertes totalmente irrelevantes si las comparamos con las de los inocentes Verano y Hodor. Bran y Meera consiguen escapar por los pelos, sin aliados, y con el Rey de la Noche pisándole los talones. Entonces nos preguntamos: ¿cómo van a escapar de esta?
"Hodor", dijo Hodor
Podíamos intuir, si atendíamos a esos particulares flashbacks de Bran, que íbamos a conocer más sobre el pasado de Hodor y cómo se convirtió en el personaje que era ahora. Al fin y al cabo, en esos flashbacks nuestro Hodor era plenamente funcional; tal vez no una lumbrera, pero un chico normal y corriente. El qué había sucedido con él no era precisamente la incógnita más relevante de la serie, pero el hecho de que se hayan tomado tanto tiempo en desarrollar este desenlace, que demuestra no solo talento sino mucho cariño por un personaje querido, ha sido un gran detalle.
La escena de la muerte de Hodor me dejó una sensación de tristeza, respeto y terror. La mano de Jack Bender, director de algunos de los mejores episodios de Perdidos, se nota a la legua. La narración de esa posesión a dos tiempos o épocas, que deja secuelas terribles en el Hodor del pasado, convirtiéndolo en el que conocemos ahora, es magistral. Sin duda, este será recordado como uno de los mejores finales de episodio de la serie. Y el “Hold the door!” no hay quien me lo quite de la cabeza.
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