Agradecida y emocionada se presenta la amiga Meredith a unas sesiones de terapia más complejas que
las del Sr. Tony Soprano. Efectivamente, ese Mars Attack que se
sacaron de la manga por estresárnosla un poquito más sigue coleando, y el
psiquiatra es completamente incapaz de seguir el torrente de nombres, eventos y
dramas en el historial de Mer. Lo sorprendente es que nosotros sí que podamos
hacerlo todavía.
El diagnóstico del terapeuta es claro: Meredith Grey es la gataflora. Si le
hacen compañía grita, y si se la sacan llora. Que tampoco hacía falta un diván
para llegar a esa conclusión con la de años que lleva a cabezazos con la vida y
la muerte, pero oye, queda muy pintón
plantear una crisis existencial a los (¿cuántos años tienen y realmente en qué
año están?) y decirle que puede ser y hacer quien y lo que le dé la gana. Y
así es cómo la mandaron caminito a Riggs.
Ya que mentamos al invento del año, seguimos con el caso Riggs. Pero contra
nuestra voluntad. Ese turbulentérrimo
pasado que nos vendían entre él y Hunt se queda en antiguos BFFs. Un bromance
frustrado por los avatares de la edad que no presenta el mínimo interés de unos
broners de fraternidad haciendo la cucharita. Por quedarnos con algo, nos
quedamos con la moraleja de que si pones tus problemas personales a un lado,
podrás coreografiar cirugías cual ballet de El Cascanueces como el que no
quiere la cosa.
Vamos a hablar mejor de cotilleos de quirófano y dolores de cabeza y
corazón, que son bastante más entretenidos. Como Pierce y DeLuca. Y Webber. Porque no hay nada como enterarte de que la
niña de tus ojos se está empotrando al interno modelo de la temporada
después de haberle dado consejos sobre el morbazo infinito que dan unos
folleteos a escondidas en horario laboral y haberte referido a dicha hija como “la
gata salvaje que no puedes domar”. Soberbio.
Breve apunte: la sociedad necesita
ver más de las dinámicas del pisito de DeLuca y Arizona. O ver a Arizona en
general. ¿Qué habrá sido de Arizona? ¿Seguirá siendo rubia? ¿Le habrá vuelto a
crecer la pierna? Con el tiempo que llevamos sin verla, quién sabe.
Otras que también andan jugando al gato y al ratón son Callie y Penny. Penny ya se ha integrado completamente en
la plantilla del Seattle Grace Mercy Death en lo llega su ejecución, y qué
mejor forma que adoptando la más ancestral de las costumbres locales: arrancarle
la bata a una jefa de departamento y prenderle fuego a las escaleras con su
pasión salvaje.
Y Alex. Cuyo complemento por antigüedad
en la serie es llevarse de vez en cuando un episodio que protagoniza única y
exclusivamente porque un niño se está muriendo. Siempre nos quedará Jo, la
otra cara de la moneda, que monta un aquelarre de internos para aclararnos que
quiere pasar por el altar antes del siguiente parón, porque ya sabemos el
peligro que tienen. La pregunta es: ¿conseguirán Alex y Jo ser felices antes de
que explote la próxima ambulancia o se le volverá a hacer la picha un lío a la chiquilla?
Reservamos drama y dolor para la semana que viene con el monográfico de flashbacks del Japril y la futurible resolución de
las guerras de la Teniente Kepner.
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