Alguien dijo alguna vez que si España fuera una serie, Esperanza Aguirre sería nuestro personaje favorito. Y no puedo estar más de acuerdo. No tiene trono ni reino, ni nadie que la comprenda, pero sigue siendo la reina indiscutible de la labia y el caradurismo y espero que no se jubile nunca. Porque a mí una señora que dice que “Franco era bastante socialista” y que "No es que haga números a final de mes, es que a veces no llego", pues mira, me tiene a sus pies.
Todo esto viene, os lo explico por si vivís en una cueva y todavía no os habéis enterado, porque el domingo 20 hay Elecciones. No, en serio, si habéis encendido mínimamente la televisión, estaréis tan hartos como yo de ver a los candidatos pasearse por los platós de televisión, y no todos con la misma fortuna. Creo que algunos de nuestros candidatos nunca han visto series políticas porque, si no, ya me explicaréis su desacierto en algunas intervenciones. Si algo nos han enseñado las series es cómo gestionar una campaña política. Aquí algunos puntos clave que no pueden faltar y cómo se han resuelto (o no) en España:
Los asesores
Imprescindibles, esto es así. Tener a tu Eli Gold (The Good Wife), a ese alguien de confianza que guíe tus pasos y esté ahí para solucionar tus errores antes de que todo Twitter se ponga a compartir memes es vital. Pues Albert Rivera no lo sabe, o no ha sabido contratar a la persona adecuada. Esa que ensayaría con él el debate hasta la saciedad y le diría que los bailes se dejan para la verbena y que lo de llevar folios con notas dejó de hacerse en los 90. Llevo una semana viendo este vídeo en bucle. Gracias, Albert.
Si los asesores españoles no fueran elegidos a dedo y estudiaran en las mismas escuelas que Eli Gold o Kasper Juul (Borgen), Toni Cantó no tendría Twitter, Rita Barberá hablaría un mínimo de catalán o callaría para siempre y Ana Botella se limitaría a contar lo suyo con el café con leche en español y dejaría que los intérpretes hicieran su trabajo. Y Pablo Iglesias no se pondría una camisa azul sin chaqueta, que son muy traicioneras.
El plasma
Sí, ya lo sé, lo del plasma no está estrictamente ligado con las Elecciones, pero no he podido evitarlo. ¿Os imagináis a Frank Underwood (House of cards) solucionando sus problemas a través de una pantalla? Que no digo que quiera un presidente que ande dejando cadáveres desperdigados, ni que pisotee sin piedad las piedras que le vayan surgiendo en el camino, que tampoco es eso. Pero seamos francos, necesitamos a alguien con un mínimo de agallas para enfrentarse a la prensa, y no sólo eso, saber torearlos al nivel de Esperanza Aguirre.
Porque las ruedas de prensa, que creo que es un concepto que en España no se conoce, son muy necesarias y nadie como Olivia Pope (Scandal) para organizarlas. ¡Ay, Olivia!, contigo hasta Rosa Díez podría convertirse en la nueva presidenta.
Recorrer los platós de televisión está bien, es incluso necesario. Para entrevistar a los políticos, en Borgen tenían a la incisiva Katrine Fønsmark y en España tenemos a Bertín Osborne. Yo que sé, las comparaciones son odiosas, pero es que en este caso se hacen solas. Que sí, que vale, que aquí también tenemos a Ana Pastor, pero no cuenta, porque ella no les deja hablar. Ah bueno, casi se me olvida Pablo Motos, el hombre que hizo bailar a la Señora Presidenta Vicepresidenta. Ni olvido ni perdón.
En las series cuando un político va a un programa de televisión suele ser porque ha metido la pata hasta la cadera y tiene que ir a pedir perdón. O porque eres Alicia Florrick, los escándalos rodean a tu marido y tienes que ir a la tele a cocinar con tu madre con la que apenas te hablas y la lías parda. Aquí se cocina con Bertín. Todo mucho más blanco y sin riesgos. Si Rajoy fue a la radio y le arreó una colleja a su hijo por un comentario de videojuegos, imaginadlo cocinando con su suegra. Pagaría por verlo.
El debate
En España no estamos acostumbrados a tener más de dos candidatos con opciones de ganar y por eso no se ha sabido gestionar el tema del debate. Que si a dos, a cuatro o a nueve, nos hemos liado y la cosa es que al final todos han pecado de moderación. No hace falta pegarse, ni sacarse las entrañas ni caer en el insulto, pero la retórica es un arte que ya muy pocos dominan.
Brigitte Nyborg (Borgen) ganó las Elecciones presidenciales gracias al último debate, con un vestuario improvisado y los nervios a flor de piel, pero con un programa en el que creía y que supo defender. Ojalá hubiéramos visto algo de eso y menos insultos, aunque algunos estuvieran basados en hechos reales. Si tuviera que votar a alguien tras ver el debate, sería a Manuel Campo Vidal, que aguantó estoicamente ¡y sin un bostezo! Pobre hombre, se veía la desesperación en sus ojos.
Que el mismísimo Frank Underwood tuiteara el debate a cuatro, comenzando con un más que provocador “que empiece la carnicería” nos da una idea de lo que significa para él ese momento. El plató de televisión se convierte en un rin en que luchar cuerpo a cuerpo con el rival. Y como cuando éramos niños, todo vale menos pegarse en la cara para que no lo vea tu madre.
Aquí tuvimos que conformarnos con una disposición al más puro estilo Saber y Ganar en el que los “y tú más” eran el plato fuerte de los discursos. Y ni siquiera estaban todos los candidatos. En serio, pensadlo, imaginad por un momento al señor Underwood dejando que su segundo de abordo le sustituyera en el debate. ¡Y perderse él ese momento! Claro, que el no tiene miedo de nada. No sé qué es lo que le preocupaba a Rajoy, si total lo que decían era lo de menos, e hiciera lo que hiciera, habríamos encontrado de qué reírnos.
Lo
mejor del debate fueron los memes, admiro la velocidad con la que son capaces
algunos de crear gifs y carteles graciosos. Hay que reconocer que la España
cachonda sacó la artillería pesada. Menos mal que aún nos queda el sentido del
humor.
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