¿Y si los aliados no hubiesen ganado la Segunda Guerra Mundial? Es la pregunta que se hace The Man in the High Castle, la nueva serie de Amazon que adapta una novela homónima de Philip K. Dick (publicada en España como El hombre en el castillo). Esta ambiciosa producción, que tiene la responsabilidad de hacer frente a Jessica Jones a nivel de ruido mediático, altera la historia tal y como la conocemos y nos transporta a unos Estados Unidos divididos en dos partes durante la década de los 60. La mitad este está controlada por la alemania nazi, mientras que una porción menor de la costa oeste es propiedad de Japón. En medio se sitúa una zona neutral formada por estados autónomos que separa ambos lados, de modo que el mapa quedaría tal que así:
El punto de partida da para mucho y The Man in the High Castle no quiere dejarse nada en el tintero. En sus primeros episodios se habla de xenofobia, de revolución, de las atrocidades que cometían ambos regímenes y de las similitudes que, a la hora de la verdad, podían tener estos entre sí. Pero, lejos de centrarse solo en el enfrentamiento (más bélico que diplomático) entre los dos bandos, la ficción creada por Frank Spotnitz pone el foco en un reducido grupo de personajes que se reparten el protagonismo.
Juliana y Frank, arrastrados a la revolución
La mayoría de los habitantes de la costa oeste de Estados Unidos se han resignado a vivir bajo la ocupación japonesa. Es el caso de Juliana (Alexa Davalos), una joven que vive con su novio Frank (Rupert Evans), está buscando trabajo y va a clases de aikido, un arte marcial de autodefensa. Su hermana, Trudy, se encuentra con ella tras meses sin verse y, antes de que tengan tiempo de ponerse al día, muere a manos de un general japonés. Antes, le deja a su hermana una cinta de vídeo en la que se ve cómo los americanos ganan la guerra.
Para Juliana, el filme es la prueba de que un mundo distinto es posible, y decide completar la misión que la resistencia le había encargado a Trudy: llevar la película a la zona neutral para dársela a un contacto. La protagonista se marcha de casa sin apenas poder hablar con Frank, al que el ejército japonés arresta y tortura en busca de información. Es él quien se lleva la peor parte al principio de la serie, pero es precisamente ese mal trago lo que le convence para ponerse del lado de los rebeldes.
Joe, todavía un misterio
La primera vez que vemos a Joe Blake (Luke Kleintank), quien vive en la Nueva York nazi, parece simplemente un joven muy comprometido con la causa rebelde; pero al final del primer episodio se nos revela un detalle que hace que lo veamos con otros ojos. Joe, que lleva una copia de la misma cinta de vídeo hasta la zona neutral (aunque con otras intenciones), se encuentra allí con Juliana. Pero ninguno está seguro de poder confiar en el otro y, aunque ambos se establecen en Canon City, cada uno maneja su propia agenda personal.
Es interesante ver la relación que entablan ambos personajes, que representan el lado más humano de la serie. Aun así, se echa en falta que sus personalidades están un poco más trabajadas, pues ninguno de los dos actores son un portento interpretativo y apoyarlos es vital mientras The Man in the High Castle va poniendo sus distintas piezas en el tablero. Al principio, la serie de Amazon está más centrada en abrir interrogantes que en mover la acción demasiado deprisa: ¿Por qué el vídeo afecta tanto a la gente? ¿No se plantean que pueda ser falso? ¿Habrá elementos de ciencia ficción pura conforme se desarrollen las tramas o la distopía ucrónica es solo el punto de partida?
Una situación política demasiado inestable
Los rebeldes no son la única amenaza para los regímenes totalitarios de The Man in the High Castle. Poco a poco, vamos viendo cómo funciona el país dividido: las dos potencias que lo controlan han tenido que llegar a distintos acuerdos, pero Japón está en clara desventaja con respecto a los alemanes y ha tenido que ceder en más aspectos. Además, en la serie a Hitler no le queda demasiado tiempo de vida y el miedo a que su sucesor decida bombardear la costa oeste se empieza a extender entre los generales japoneses.
Teniendo en cuenta que bebe de una obra ganadora del premio Hugo de literatura, sería extraño que esta serie, la mayor apuesta de Amazon hasta la fecha, decepcionase en su conclusión. El potencial es infinito y los primeros capitulos pueden no ser perfectos, pero dejan ver que hay mucho talento detrás. Su ambientación, muy alejada de los coloridos 60 que nos muestran Mad Men o Masters of Sex, es otro punto a favor y visualmente cumple con creces, aunque no cuenten con el presupuesto que tendrían en Netflix o HBO.
Si consigue profundizar en todos los conflictos que ha puesto sobre la mesa y no se queda en la superficie, The Man in the High Castle se convertirá en una de las series del año. ¿A vosotros os ha convencido?
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