La Última Cena se queda pequeña
al lado del episodio número 250. Podríamos rebautizarlo como La Casa
de los Bisturíes Voladores o una master class de cómo, a falta de comida, podemos
picar un poco del cajón de mierda con margaritas. Si el episodio de la semana pasada fue la receta para el capítulo de
Grey, éste rompe con todas sus normas y aún así supera cualquier tipo
de expectativa.
30 minutos sin banda sonora ni voz en off siquiera. Sólo el silencio, la tensión y la batidora. Debbie Allen (Mama Avery), al frente de
la dirección, ha sabido sacarle el máximo partido al diseño de una atmósfera a
la que sólo le ha faltado el derramamiento de sangre. ¿Quién dijo temporada
light?
Vamos a empezar por lo gordo. El fantasma de Derek no es que estuviera
presente, es que ha sido el protagonista y únicamente le faltó aparecérsele
a Meredith a modo de Canción de Navidad
inducido por el tequila. Cada vez que Ellen Pompeo consigue salir del rictus
observador al que nos tiene acostumbrados, no es para menos que aplaudir
durante rato largo.
Pero por mucho que la reacción de
Meredith y todo el proceso mental/emocional sea el plato fuerte del episodio,
tenemos que hablar más de Penny. Penny Blake, novia ideal y ese personaje que
se llevó demasiado protagonismo allá por abril, cuando le cortaron la cabeza a
Patrick Dempsey. Esta semana los cabos sueltos se atan haciendo alarde de la maestría narrativa que tiene la tita
Shonda. Aquel hospital cochambroso se viene abajo y relocalizar la plantilla
nos sirve como excusa para que Penny se venga al Seattle Grace Mercy Death. Si
no le cae un rayo encima ya se la cargarán Amelia y Meredith.
Lo más interesante del conflicto
de la cena no es el morbo infinito de la mujer que hizo viuda a la dueña del
cortijo, sino las posiciones. Es el episodio más gris de la serie. No hay un
malo y un bueno. No hay una corrección o un error en las actitudes. Penny no es la villana y ahí reside el
atractivo de su personaje para la historia —hasta donde llegue su recorrido,
que esperamos que sea largo—, ninguno de
nosotros tenemos un posicionamiento moral para odiarla ni rechazarla. Es la
inversión de roles hecha trama y carne. La gran víctima no es la viuda de
Washington, ni la hermana doliente o la novia engañada. Es la Dra. Penelope Blake.
Una residente más. Una de los suyos y una tía muy de puta madre, con todas las
letras.
Hablemos de Amelia. De cómo por fin resuelve esas cuentas
pendientes que tenía con el luto. La mejor neurocirujana de la nación que
ya tiene el cierre a cómo no la dejaron salvar el fallo cerebral que se llevó a
su hermano, se presenta quizás como la más reprobable del episodio desde ese
egoísmo tan humano que la caracteriza y que no se molesta en ocultar.
El Huracán Penny encontraba
a Callie y Arizona como últimas damnificadas. Callie entre la espada y la pared ante la nueva identidad de su
fantástica novia y Arizona, borracha perdida como más nos gusta a
nosotros, a Bailey y a ella misma. Sin saber hasta cuándo puede alargarse el
arco de este personaje, las posibilidades para el Calzona son infinitas. ¿Quién
no quiere ver a Drunk Robbins intentando levantarle la chati a Torres antes de
volver juntas?
Por último, el resto de los
comensales que tenían sus cuchillos en guerras paralelas: April y Jackson, este
último con un acercamiento medio velado a su ex; y dicha ex y su mejor
amiga. Que Steph y Jo vayan a embarcarse en una
competición desmedida en vez de montar una pandilla de residentes felices y
sectarios es suficiente reclamo para dejarse de líos de braguetas y que se
pasen el resto de la temporada buscando formas de sacarse los ojos mutuamente.
Que nos gusta un par de frenemies.
Y ahora, el departamento de
quejas y reclamaciones. No hay episodio 100% perfecto y siempre tenemos que
buscar la puntilla. ¿Quién fue el iluminado que se emperró en convertir a
Maggie en George O’Malley Season 1 con dramas de ETS potenciales por haberla metido
o haberse metido algo donde no procedía en horario laboral? No podemos perdonar la ruptura del tono de la cena, por mucho que valga para que DeLuca sea proclamado nuevo Doctor
Macizo. Que hagan todos los intentos de McDreamy que quieran, ya tenemos comprado a éste que incluye cambio
de tornas y nos gusta más.
Tras la vorágine del nuevo
fichaje y otras bombas de destrucción masiva, tendremos que esperar dos semanas a ver qué tal se incorpora a los
quirófanos Penny, cómo lleva Richard Webber ser completamente excluido de
los planes y dónde pasaron la noche los hijos de Meredith mientras ella se
agarraba un pedete de tequila y la casa entera estaba en llamas.
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